"HIM" (2ª PARTE)

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Cuando llegaron al búnker cada uno fue a sus habitaciones para descansar. Había sido un día intenso después de rescatar a Castiel de los perros del infierno que le atormentaban. Por suerte Crowley hizo que volvieran al lugar donde pertenecían y todos se quedaron tranquilos con su desaparición.

Dean dejó las gafas impregnadas con fuego sagrado en la mesita al lado de su cama y se tumbó en ella mirando fijamente al techo, pensando.

Concretamente en dos ojos marrones que le devolvían la mirada. Se frotó los ojos, como si de esa manera pudiera eliminar su rostro de la mente pero le fue imposible. Mientras tanto en la habitación al otro lado del pasillo, Blair se peinaba los enredones del pelo frente al espejo. 

Los perros del infierno habían sido un problema ya que ella no podía verlos. Solo Sam y Dean tenían las gafas para poder verlos y Castiel podía verlos de manera natural pero ella no. Ella era la excepción. En su huida se tropezó con una rama incrustada en el suelo y cayó hacia delante con violencia rasgándose las rodillas con el suelo de piedra. 

Suspiró dejando el peine en su cajón correspondiente. Alargó la mano hacia el cajón que había en un lateral del mueble del baño, alcanzando así un bote de crema curativa que la madre del rey del infierno muy amablemente le había regalado la última vez que se habían visto. 

Se untó los dedos y con suavidad la pasó por las heridas de la pierna. Soltó un quejido de dolor cuando el ungento le penetró en las heridas. Aun así siguió echándolo hasta que tenía los dos rodillas cubiertas de ella. 

Al instante un frescor se extendió por su cuerpo. Rowena había dicho que incluía plantas curativas además de otros componentes que hacían que al aplicarla tuviese un efecto fresco en contacto con la piel.

Dos suaves golpes en la puerta le hicieron levantar la cabeza hacia el origen del sonido. 

-Adelante -dijo Blair y al instante se arrepintió de haberlo hecho-

Dean entró en la habitación. Se había cambiado y por el potente olor que llegó a sus fosas nasales dedujo que también se había duchado. Iba vestido de negro a excepción de la camisa roja que llevaba encima de la camiseta de manga corta. Blair fijó entonces la mirada en su rostro. 

Sus ojos azules la miraban expectantes, como si quisiera que ella hablase primero en lugar de tener que hacerlo él. La joven se dio cuenta de que su pómulo estaba manchado de sangre. Preocupada, se levantó y fue hasta él pasando la punta del pulgar por su cara limpiando así el líquido rojo. 

Buscó el origen de la sangre hasta que se dio cuenta de que tenía un corte bastante feo en un lado de la frente que seguía sangrando. 

-Dean -dijo volviendo a limpiar la sangre con el pulgar- 

Este le sujetó la mano contra su mejilla y sonrió.

-Estoy bien 

Ella negó con la cabeza perdiéndose en la profundidad de sus ojos.

-No lo estás -le agarró por el brazo señalando la puerta del baño- Tengo algo que te puede ayudar

Dean se dejó arrastrar por ella hacia el baño demasiado iluminado para su gusto. La verdad era que quería hablar con ella y no encontraba otra manera de hacerlo que estando herido. No le gustaba que la gente se preocupase por él ya que de hecho, el nunca se preocupaba por si mismo.

Lo único que quería era que Sammy y Blair estuvieran bien, aunque dado el trabajo que hacían, era complicado que todos estuviesen siempre sanos y salvos. Como en todos los trabajos había momentos buenos y momentos difíciles. Solo que los momentos difíciles de un trabajo normal eran que  se acabase la tinta de la impresora o que no funcionase la máquina del café.  Para ellos los momentos difíciles eran algún espíritu vengativo, rougarou o cualquier otra amenaza sobrenatural. 

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