"SEE, DARLING"

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Amarilis y sus amigas lo tenían todo preparado. Llevaban varias semanas esperando a una noche de lucha llena para realizar el ritual y por fin había llegado el momento. 

Iban a invocar al diablo.

Lena comprobó que las seis velas negras estaban encendidas, mientras Lucía marcaba de nuevo las puntas del pentagrama invertido en el suelo para asegurarse de que no se habían borrado. 

-De acuerdo -murmuró Amarilis poniendo el libro con las palabras que debía pronunciar en su regazo- ¿Estáis listas?

-Nací lista -respondió Lena asintiendo con la cabeza-

Se cogieron de las manos, y Amarilis cerró los ojos y comenzó pronunciando las palabras correspondientes. Al margen de lo que pudiera parecer, no estaba asustada. Todo lo contrario, estaba fascinada. Quería saber si todo lo que decían de el era verdad, si realmente era tan malo como todo el mundo decía o si en realidad no era más que otra alma atormentada más. 

Amarilis tenía un fuerte presentimiento de que no era un ser malvado, sino que había sido víctima de las habladurías de las personas a lo largo de los siglos, y que por tanto había acabado por decirse que era un ente malévolo al cuál nadie debería acercarse.

Sea como fuere estaban a punto de averiguarlo por ellas mismas. 

Las palmas de sus manos comenzaron a sudar cuando se acercaba a las últimas líneas del texto. Comenzó a hacer un calor extremo en la estancia, tanto que ella temió desmayarse. Para cuando hubo terminado, soltó la mano de su amiga y abrió lentamente los ojos.

Frente a ella en el centro del pentagrama había un hombre, rubio de ojos azules. Era majestuoso. A simple vista parecía que era un humano normal, pero el brillo sobrenatural de sus ojos azules indicaba que estaban en presencia de un ser que no pertenecía a este mundo.

Paseó la mirada por sus amigas hasta llegar hasta ella. Sus ojos se clavaron en los suyos, y esta sintió que se derretía bajo su mirada.

-Tú eres la que me ha llamado -no era una pregunta, la señaló con el dedo a la par que una sonrisa divertida asomaba a sus labios- ¿Qué es lo que quieres, pequeña mortal? 

Amarilis fingió no sentirse repentinamente atraída hacia su aura de misterio antes de hablar.

-Solo queríamos comprobar si eras real -respondió con sinceridad- es decir, sabíamos que lo eras, pero queríamos verte con nuestros propios ojos 

-Ya veo -rumió el- es una pena que ahora tenga que mataros 

Amarilis sintió el miedo de sus amigas en el ambiente de la habitación, pegándose a ella como si fuera un moco gigante. Le sostuvo la mirada al diablo antes de hablar de nuevo.

-¿Porqué? -cuestionó a la espera de una respuesta-

-Verás querida -comenzó- las sesiones de brujería echas por mortales para convocarme al plano terrenal están prohibidas -sonrió- no puedo arriesgarme a que ninguna de vosotras vaya contando por ahí lo que ha pasado hoy aquí ¿Lo entiendes, verdad? -preguntó y siguió hablando- si alguien más se entera de que vuestro pequeño ritual ha tenido éxito, tendré que matar a todos los habitantes de esta ciudad -frunció el ceño y salió del pentagrama para asomarse a la ventana, Amarilis no creyó que pudiera hacer eso, pero tratándose del demonio encarnado, cualquier cosa era posible- por cierto ¿Dónde estamos?

-En Long Island -respondió Amarilis- es bonito en esta época del año, con el sol y la marea alta en las playas y todo eso

-Odio el sol -respondió sentándose sobre el sofá que había frente a la televisión- per supongo que eso ya lo sabías 

-Si, lo sabía -susurró- sé muchas cosas

El rubio le sostuvo la mirada unos instantes, irremediablemente fascinado por el temple de la mortal. Jamás había visto a nadie que le hubiera invocado y no hubiera salido corriendo ante su presencia. Hasta ella. La comisura de su boca se alzó en una media sonrisa divertida. Se levantó y extendió su mano.

-Ven conmigo -ordenó-

-¿Y qué pasa con ellas? -preguntó Amarilis mirando a sus amigas- 

-Les borraré la memoria -respondió- no recordarán nada de esto 

-¿Ni a mi? -inquirió esta asustada, no quería que sus amigas se olvidaran de ella-

-Por supuesto que no, no soy tan cruel -respondió el agitando la mano para restarle importancia- ellas te recordarán, lo prometo 

-De acuerdo -accedió mirando el pentagrama- ¿Cómo funciona esto, tengo que dibujar otro de estos o...?

El negó con la cabeza y chasqueó los dedos. Amarilis sintió un repentino mareo, ya que sintió como si su cabeza estuviera en el interior de una batidora. En cuánto consiguió estabilizarse su mirada se centró en el largo pasillo de piedra rojiza frente a ellos. Cada pocos pasos había una antorcha para iluminar el corredor. Acababan de llegar y ella ya se sentía fascinada de estar en un lugar en el que ningún mortal vivo había estado antes.

-Bienvenida al infierno -susurró en su oído orgullosamente enviando un escalofrío por su espalda, se giró para mirarla- si te sientes inestable, puedes cogerme del brazo -respondió poniéndolo en forma de V- no quiero que me tengas miedo

-No te tengo miedo -dijo sosteniéndose mejor gracias a su fuerte brazo- 

El sonrió y comenzaron a caminar por el extenso pasillo. El rubio desvió la mirada hacia ella unos instantes antes de volver a fijarla al frente. Dudaba que fuera mortal. Su belleza no parecía terrenal. Pensó que quizá era una incuba, pero eso era poco probable. De haber sido cualquier tipo de demonio, el lo habría sentido al ser el gobernante de todos ellos, por tanto esa opción quedaba totalmente descartada. Sacudió la cabeza disipando todo esos pensamientos antes de hablar.

-No nos hemos presentado debidamente -sonrió- soy Lucifer

-Amarilis -respondió ella sonriendo a su vez-

Lucifer supo entonces al ver su sonrisa que estaba más que jodido. 

Estaba a punto de quemarse con su fuego.

Y le encantaba esa sensación.


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⏰ Última actualización: Aug 04 ⏰

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