El Guardián Silente

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Desafío #HabiaUnaVez

Desafío #HabiaUnaVez

Fandom: Kuroshitsuji

Título: El Guardián Silente

Personajes: Sebastian Michaelis, Ciel Phantomhive, Elizabeth Midford.

Sinopsis: Él había vivido allí desde que los dueños originales de la residencia habitaran la misma. Había visto nacer y marcharse a sus hijos, nietos, hasta llegar al actual dueño de aquella ostentosa propiedad. Siempre guardando el mayor silencio y sigilo, excepto cuando era llamado a actuar. Y así continuaría con la toma del poder del menor de los miembros de la familia, o más bien de la tercera generación Phantomhive. Más aun cuando la vida del joven Conde se vería seriamente amenazada. Aunque no sería la única.

Advertencias: AU. Fantasía. Suspenso. Drama. Tragedia. Menciones de Adult3r10. V10l3nci4.

Londres, Inglaterra, finales del siglo XIX

El hombre de elegante porte, cabello negro al ras del cuello, complexión ebúrnea y orbes de un peculiar color topacio dejó escapar el enésimo suspiro en lo que llevaba de ese día al ver, una vez más, a los propietarios de aquella opulenta mansión despedir a sus 'amistades' con un apretón de manos que poco hacía por ocultar su desdén por aquellas pobres almas inocentes. Sacudiendo la cabeza y con una mueca de asco en su rostro, regreso a la habitación que le asignaran, maldiciendo para sí a aquellas criaturas. Bretones, así les había conocido Sebastian Michaelis al momento de su primera aparición en el mundo de los vivos. Desde la que habían pasado casi dos milenios a esas alturas. Sin embargo, era evidente que, sin importar como se hicieran llamar, jamás dejarían de ser la misma raza de seres soberbios y déspotas. Lo que comúnmente sería llamado un lobo en piel de cordero.

— ¡Espere! ¡Por favor, deténgase!

Podía reconocer la voz de aquel joven a la perfección. Era el desdichado único hijo del matrimonio que habitaba la mansión. Si debía ser honesto, el demonio se preguntaba quién de ellos había sufrido mayor desamparo de parte de aquel que se hacía llamar el Todopoderoso. Volteó para ver apenas de soslayo al jovencito de cabellos gris-azulinos y permaneció en silencio.

—Le he visto por aquí antes. Sin embargo, no hay más sirvientes en esta mansión que la señora Willows...

—Perdone mi atrevimiento, señorito... —susurró Michaelis, ofreciéndole una sonrisa apenas perceptible —Pero no podría llamar a Lady Anna simplemente una sirviente. Su padre no lo ve de ese modo al menos...

Se marchó sin que el chico pudiera replicar. Y eventualmente perecería llevando consigo la duda de lo que había querido decir aquel misterioso mayordomo. Sebastian, por su parte, se encargaría de ya no hubiesen más Annas en aquella mansión. No mientras el habitase el mismo techo.

Una segunda generación, un muchacho llamado Vincent, heredero del dueño original ocupó esa mansión a la muerte de sus padres. Él y su dulce y, en apariencia, inocente esposa, Rachel, dieron a luz a dos niños, gemelos idénticos. El pelinegro decidió en ese momento que ya no sería necesaria su permanencia en aquel lugar cuando los nuevos moradores encontraron un nuevo mayordomo. Por lo tanto, una noche, se marchó sin pronunciar palabra. Desapareció, literalmente, aunque nadie más que justamente aquel hombre de mediana edad se percató de ello. Aunque se sorprendió en un principio, Michaelis agradeció internamente que aquel hombre de origen japonés ni siquiera intentara detenerlo.

Pero no lograría permanecer demasiado tiempo alejado de aquella familia. Aunque el hecho que le llevaría de regreso no sería simplemente que requiriesen de sus servicios. De hecho, ni siquiera fueron los Phantomhive quienes le convocaron. Por un momento se preguntó qué motivo habría arrastrado a un niño de escasos 10 años a recurrir a una criatura de las tinieblas. Descubrirlo eventualmente le provocó una sensación de asco que no recordaba haber experimentado en eones de existencia. Siempre había repudiado la absurda ambición del ser humano; su codicia, avaricia y egoísmo. Jamás pensó que esta pudiera llevarlos al extremo de sacrificar la vida de un niño con el solo fin de obtener el favor de un ser de su naturaleza. Y ese fue el inicio de su estadía con el tercer –y último- heredero de aquella familia maldita, arrogante de la aristocracia británica.

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