Tertulia De Almas Negras (Especial)

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Fandom: Crossover Crack Kuroshitsuji-Sabrina, la Bruja Adolescente

Título: Tertulia de Almas Negras

Personajes: Sebastian Michaelis, Salem, Ciel Phantomhive, Sabrina Spellman

Sinopsis: Sabido era que Sebastian tenía una, en la muy personal opinión de su amo, absurda obsesión con los gatos. Por otra parte, tenía también el hábito peculiar de tener 'conversaciones' con el gato mascota de la mansión. Al cual, por cierto, su amo detestaba. Sin embargo, ni en el más loco de sus sueños, el demonio mayordomo hubiera imaginado que alguna vez tendría no solo un encuentro por demás peculiar con un gato parlante, sino que, además, aprovecharía uno de sus casi inexistentes momentos de soledad absoluta para tener una conversación con su peculiar invitado.

Advertencias: OoC. Comedia. AU. Crossover Anime-Serie de TV. Fantasía. Brujos. Demonios. Eventos post-anime.

Notas: Esta es mi primera experiencia (y quizá la última) en este estilo de crossover. Pero vi un meme en Face y me dije '¡Seb y Salem se parecen demasiado! Así que bueno, que sea lo que el aquelarre quiera.

Mansión Phantomhive, año 1900

Aquello le era extraño, pero esa tarde Sebastian Michaelis se encontraba completamente solo en la mansión en las afueras de Londres a la que se habían mudado desde hacía ya 10 años. Después de que su última batalla provocase la destrucción total –por segunda vez- del hogar de su amo. El cual él mismo había 'reconstruido' tras su encuentro. ¿Qué había sido de su trato con el Conde? Ciel Phantomhive era ahora exactamente como él; no había conseguido tomar su alma aun cuando el noble de cabello índigo le pidió que lo hiciera. Sacudió la cabeza y levantó la mirada del libro de hojas amarillentas que estaba leyendo y que había tomado de la inmensa biblioteca de la mansión para luego cerrarlo. Era extraño en su amo salir solo. En realidad, no estaba completamente solo, sino que se había marchado con su esposa, Elizabeth Phantomhive, neé* Midford.

Salió de la biblioteca y decidió preparar algo de té para llevar al jardín. El clima era simplemente espléndido para tomar aire y despejarse un momento de su rutina diaria. Aun cuando en realidad no lo necesitara, dada su naturaleza. Como tampoco era primordial para su existencia alimentarse o hidratarse. Sin embargo, y para ser completamente sincero, el haber adquirido esos hábitos debía atribuírselo a la nueva Condesa. Rio para sí y ocultando su rostro con su mano izquierda mientras se dirigía a la amplia cocina a preparar la infusión. Para ser sincero, no tenía apetito, por lo que, una vez que él te estuvo listo, lo sirvió en una tetera sobre una bandeja, con una única taza, y se dispuso a salir al jardín. Aunque, antes de dar la vuelta para cambiar de dirección, algo parecido a un presentimiento le hizo volver sobre sus pasos y tomar una segunda taza de la repisa donde las mantenía prolijamente guardadas. Sonrió con cierta melancolía al ver el obsesivamente perfecto orden en que se encontraba cada elemento en la cocina, y no pudo evitar recordar a la mucama de su amo, Mey-Rin. Una mujer, contrariamente a él, deliberadamente torpe y despistada. Aunque, siendo sincero, aquello solo era producto de su vista deficiente. Era una entrenada francotiradora, con una perfecta visión a mediana y larga distancia. Sin embargo, por otra parte, le era imposible ver a menos de un dedo de distancia. O, dicho de otro modo, frente a sus narices.

—Oh, cielos... —pensó para sí, sacudiendo la cabeza, sin que la bandeja en su mano temblara siquiera —El joven amo seguramente creería que me estoy volviendo demasiado sentimental. Sin embargo, en ocasiones no puedo evitarlo...

Mmmm... déjeme pensarlo, quien quiera que sea... ¿Verdaderamente lamenta estar experimentando emociones humanas?

Al escuchar esas palabras, por demás inesperadas, puesto que se sabía solo en la mansión, Michaelis casi suelta la bandeja en su mano. Y, junto a ella, la vajilla fina sobre la misma en el césped perfectamente cortado del espacio en el jardín donde su amo acostumbraba beber su té. Sin mencionar la infusión humeante en la tetera; aunque eso no le hubiera resultado un problema, puesto que era casi inmune al dolor. Buscó por todas partes al dueño de esa voz, evidentemente masculina aunque, por el contrario, no exactamente humana. Dejó la bandeja en una mesita baja, alrededor de la que estaban prolijamente distribuidas cuatro sillas y bajó la mirada para encontrarse, para su sorpresa, con un inmenso gato de brillante pelaje corto y azabache que no se parecía en absoluto al que solía vivir junto a ellos. Entre otros tantos, que él se encargaba de ocultar de su amo, quien no solo los odiaba, sino que era en efecto alérgico. Todos ellos, de todos modos, eran simples felinos domésticos; es decir, él acostumbraba hablarles, por así decirlo, pero estos jamás responderían. Lo cierto es que, al verle, el mayordomo se quedó completamente petrificado. Sintió el impulso de tomarlo en brazos, sin embargo se arrepintió. Lo cual pareció sorprenderlo incluso a él mismo. El gato, por su parte, permaneció inmutable, observándolo.

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