Un Matrimonio... Peculiar

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Desafíos Semanales

1° Persona

Fandom. Kuroshitsuji

Título: Un Matrimonio... Peculiar

Ships: GrellxSebastian, CielxElizabeth

Personajes: Tanaka, Príncipe Soma, Agni

Sinopsis: AU. Una situación semejante debía ser imposible entre dos seres de su naturaleza. Aun por más profundo que fuera el amor entre ambos. Sin embargo, y cuando menos lo hubieran imaginado, ese día finalmente llegó.

Advertencias. AU. OoC. Crack Ship. Fantasía. Paternidad. Familia Angst. Demonios. Muerte de un Personaje (mención).

Mansión Phantomhive, Londres

POV Sebastian

20 años habían pasado conviviendo bajo el mismo techo. Veinte años en los que finalmente el joven Conde había logrado su objetivo de venganza. No había sido la misma historia en lo que a mi persona respectaba. Simplemente, no me hubiera permitido, menos aún perdonado tomar un alma que probablemente estaba más corrompida por la oscuridad que la mía. Y jamás tuve un alma. En fin, supongo que estarán preguntándose, de todos modos, porque había decidido renunciar a ello. La razón es aún más compleja que el simple hecho de no corromper a un joven para nada inocente. Porque, de haber sido ese el caso, mi presencia aquí por los últimos 20 años no hubiera tenido el menor sentido. En fin, la verdadera razón tiene, si es que puedo decirlo de ese modo, 'nombre y apellido'. Y lo que es aún peor, se trata de alguien a quien, por espacio de más de tres siglos, debí haber odiado más que a mi propia raza. Es decir, un vulgarmente conocido como 'segador de almas'; o, en términos específicos, un Shinigami. De larga cabellera roja y curiosa mirada verde-amarillenta. Curiosa, por describirlo de alguna manera, puesto que tampoco es algo de todos los días encontrar a un ser de ojos carmesíes. En fin, volviendo a mi acompañante, es, además, un ser absolutamente demente. Lo sigue siendo, aun después del hecho por demás inusual que nos tocó vivir hace 5 años.

— ¡Sebastian! ¿Estas ahí?

Y hablando de Satanás, o como quieran llamarle, ahí estaba Grell Sutcliff. Creo que sus gritos debieron haber despertado incluso a los pequeños gemelos durmiendo en la planta alta. Aun a pesar de que no tienen más que seis meses de edad. Si, como lo oyen, la mansión también se ha llenado de niños. Comenzando por los hijos de mis amos. Cielos, jamás pensé que el Conde Phantomhive se convirtiera en padre. Sin embargo, no solo tiene a sus pequeños gemelos, sino, además, una niña de 7 años. Angelina, Edward y Albert. Creo que Su Majestad, la Reina Victoria, estaría feliz de verle, si aún estuviera entre nosotros. Más aun de saber que su Perro Guardián decidió honrar a su difunto esposo dándole su nombre a uno de sus pequeños. Oh, por todos los demonios, creo que esto esta saliéndose de control. ¿Desde cuándo he sido tan sentimental? Tenía la respuesta prácticamente adormeciéndome el brazo izquierdo mientras la sostenía en mi regazo y bebía una taza de té. Creo no haberlo mencionado, pero ya no era el único mayordomo de la Mansión Phantomhive. Desafortunadamente, el Sr. Tanaka tampoco nos acompañaba ya. Sin embargo, mi amo decidió albergar nuevamente a dos viejos conocidos. ¿Y para qué negarlo? No pude sinceramente oponerme.

—Esta debe ser la cuarta vez que intentó llamar tu atención... —dijo, una vez más, Grell, viéndome fijamente y con un gesto acusatorio que prácticamente se quebró al bajar la mirada — ¿Ya se durmió? ¿Otra vez?

Arqueé una ceja. Victoria solo tenía dos años, ¿qué esperaba que sucediera? Me puse de pie, dejando la taza vacía sobre la mesita frente a mí y reacomodando a nuestra hija en mis brazos. Efectivamente, el pequeño bulto de cabello negro y ojos que en ese momento estaban cerrados pero que eran de color verde era nuestra hija. Obviamente, tal suceso jamás hubiera sido posible de manera natural, cuando ninguno de nosotros era ni un ser humano, ni mucho menos vivo. ¿A quién debíamos tal 'regalo' entonces? Nada menos que a Madame Phantomhive; es decir, la joven Condesa Elizabeth. Llevé casi instintivamente la mano izquierda a la sien y comencé a masajear lentamente cuando ese recuerdo atravesó mi mente. Luego tomé asiento nuevamente y suspiré. Desafortunadamente, este último era un hábito que no había podido quitarme desde que conociera al joven amo. Por otra parte, y particularmente desde la llegada de la pequeña Angelina, comencé a experimentar algo similar al insomnio, e incluso jaquecas, aun cuando, en circunstancias normales, alguien como yo no debería. Nunca me había resultado necesario dormir. Hasta hace siete años. Sacudí la cabeza cuando me percaté de que la mujer frente a mi extendió sus brazos con la intención de tomar a la pequeña Victoria y, sin poder evitarlo, simplemente se la entregué.

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