No Es Un Cuento De Hadas

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Fandom: Kuroshitsuji-Card Captor Sakura (Crossover)

Título: No Es Un Cuento de Hadas

Ships: CielxElizabeth, EriolxTomoyo, SebastianxRuby

Personajes: Li Syaoran, Sakura Kinomoto, Yue, Keroberos, Spinel Sun

Sinopsis: Una invitación por demás inesperada. Un baile de máscaras en casa de los viejos amigos de su amo. Y una situación que él no hubiera imaginado ni en el más loco de sus sueños.

Advertencias: AU Siglo XVIII. Canonverse. Crack Ship. Cupido-style Romance

Londres, Inglaterra

—Su correspondencia, joven amo...

Anunció Sebastian Michaelis, mientras le extendía una carta al muchacho de cabello índigo al ras del cuello y cuyo ojo derecho estaba oculto bajo un parche de color blanco. Ciel Phantomhive tomó el sobre de manos de su mayordomo, para luego afirmar, con una ceja arqueada y una sonrisa significativa en su rostro, que imaginaba que él ya habría revisado el contenido de la misma. En especial, porque el sello en el sobre no pertenecía a Su Majestad, la Reina Victoria. El hombre de cabello negro al ras del cuello, piel pálida e intensos ojos carmesíes asintió, admitiendo que, de todos modos, él conocía perfectamente al dueño de ese sello. Lo había visto en más de una ocasión en las festividades y reuniones organizadas por la Reina. Ciel entonces leyó rápidamente la carta, para luego devolverle una sonrisa a su mayordomo antes de entregarle nuevamente el sobre.

—Tú le conoces también, Sebastian. Nunca nos ha visitado hasta ahora, pero, tal y como lo has dicho, nos hemos encontrado en reiteradas ocasiones en las fiestas de la Reina. De hecho, Eriol y su futura esposa, Tomoyo Daidöuji, desean invitarnos a un baile de máscaras en su mansión aquí en Londres...

—Pensé que sería la Señora Hiiragizawa a estas alturas... —dijo, genuinamente sorprendido, el demonio mayordomo —De las pocas, casi nulas conversaciones que hemos tenido, solo recuerdo su constante insistencia con el asunto de su futura boda. Imagino que sus 'acompañantes' asistirán también. Sabe que no hablo del matrimonio Li, ¿verdad?

Por supuesto que lo sabía. Sus amigos, efectivamente oriundos de Japón, China y Gran Bretaña eran también personas peculiares, por así decirlo. Y sus cuatro acompañantes habituales lo eran tanto como el propio Sebastian. Los matrimonios Li y Hiiragizawa, al menos uno de sus miembros, en el último caso, eran hechiceros. La única persona que no poseía poder o habilidad alguna era Tomoyo Daidöuji, la esposa de Eriol. Finalmente, cuatro criaturas mágicas los acompañaban regularmente. Dos inmensas bestias aladas y de apariencia felina y dos criaturas –una masculina y la segunda femenina- a las que, si debía describirlas de alguna manera lo suficientemente coherente, lucían como humanoides dotados de ciertos rasgos angelicales. Principalmente, sus imponentes alas. Lo que Michaelis ignoraba, a diferencia de él mismo, era que estos dos últimos seres eran tan plenamente capaces de disfrazar su apariencia como lo era el mismo. Sin embargo, el muchacho de cabello índigo tenía casi la certeza de que no serían Yukito Tsukishiro y Nakuru Akizuki quienes se presentarían al baile, sino, en realidad, sus 'alter-ego' mágicos; Yue y Ruby Moon.

— ¿Se encuentra usted bien, joven amo? Perdóneme, pero no recuerdo haberlo visto así en mucho tiempo...

—Lo estoy, Sebastian; no te preocupes. ¿Podrías encargarte de enviarle la respuesta a Hiiragizawa? Quizá quieras hacerlo personalmente...

Era muy extraño que Ciel le solicitara algo como eso. Por lo tanto, supo al momento en que el menor acabó de hablar que había decidido aceptar la invitación. De otro modo, le hubiera ordenado desecharla. Acostumbraba asistir a eventos sociales; era parte de su 'rutina' como Conde y como encargado de las Empresas Phantomhive. Pero este evento particular poco tenía que ver con alguna cuestión concerniente al negocio familiar. Hiiragizawa era un viejo conocido suyo, aunque, si lo pensaba seriamente, su esposa Tomoyo estaba a cargo de la inmensa cadena de jugueterías que heredase de su madre, Sonomi. El mayordomo no pudo evitar pensar, por qué no con un dejo de recelo y preocupación, que probablemente el británico, e incluso la propia mujer oriental, pudieran tener otras intenciones al organizar ese baile. Lo que no imaginaba era que, de hecho, estaba en lo cierto, pero que, por otra parte, dichas intenciones estaban lejos de ser siniestras u oscuras. Y que, finalmente, él sería el centro del plan orquestado no solo por los matrimonios Hiiragizawa y Li sino, principalmente, por su propio amo.

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