Rivales, Pero Nunca Enemigos

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Día 5

Guerra

Título: Rivales, Pero Nunca Enemigos

Fandom: SnK (Shingeki No Kyojin)

Personajes: Eren, Armin, Levi, Erwin

Personajes Secundarios: Hange, Mikasa, Bertholdt, Annie

Advertencias: AU Bélico. Violencia. OOC. Histórico. Muerte de Personajes.

Sinopsis: Todo estaba preparado para que aquella inmensa armazón equina de madera penetrara las murallas de Troya. Sin embargo, una vez cumplido ese objetivo, dos hombres, dos amigos alguna vez inseparables, descubrirían una realidad irrefutable. Los azares del destino los habían puesto en bandos opuestos.

Aquella noche no sería igual para ninguno de ellos dos. Apenas esa misma mañana, había descubierto que dos de sus mejores amigos habían sido entregados al ejército troyano y forzados a participar en ese conflicto al que ninguno de ellos le hallaba sentido alguno. Todo por el bastardo que había osado capturar a la hermosa princesa aquea. El ya veterano soldado de de cabello rubio y ojos azules miró apenas de soslayo a su compañero más cercano, admitiendo que a él también le preocupara lo que llegara a suceder si sus viejos amigos habían ya descubierto la verdad. Pero que, a pesar de ello, sería inevitable enfrentarlos. Y debían lograr su objetivo. Al menos, por la memoria de sus compañeros caídos hasta ese momento. El otro soldado, de cabellos negros al ras del cuello e inexpresivos ojos negros no dijo nada. Sabía que, de todos modos, su compañero –su superior-, estaba en lo cierto. Pero, por otra parte, y aunque intentara ocultar lo que pasaba por su mente tras esa fachada imperturbable, sabía que Erwin lo había desenmascarado hacía mucho tiempo. Finalmente, Levi suspiró profundamente, hastiado, frustrado, antes de echar un vistazo al resto de sus compañeros y anunciar que era hora de tomar un descanso. Pondrían en marcha su plan tarde esa misma noche. Cuando se hubieran asegurado que la guardia tras las murallas troyanas fuera más baja.

La mujer estaba acostada en la cama que compartía con quien, en un inicio, la secuestrara de las manos de los aqueos, pero de quien acabara enamorándose con el paso del tiempo. Annie veía atentamente a Bertholdt, mientras que este parecía estar concentrado en algo en particular. Decidió saciar sus dudas cuando el silencio entre ellos se prolongó más de lo que podía tolerar, preguntándole finalmente en que estaba pensando. O que le preocupaba. El hombre de cabellos negros volvió su mirada igualmente oscura hacia ella y, tomando sutilmente su barbilla en una de sus manos, la acercó hacia su propio rostro. Sin embargo, en el último instante se contuvo de besarla y, en cambio, apartó su rostro del de la mujer rubia.

- ¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien?

Bertholdt no intentaría ahuyentar los temores de Annie asegurándole que lo estaba, porque era plenamente consciente de que sería una absurda falacia. Por lo tanto, y aun sin atreverse a devolverle la mirada, murmuró casi en un hilo de voz, como si de pronto le faltase el aire, que temía que pronto los atacarían. No podía asegurar cuando, mucho menos como, pero tenía el presentimiento de que los aqueos no tardarían en intentar recuperarla. Esta vez fue el turno de la mujer de orbes azulados de tomar su barbilla y, esta vez sí, besarlo intensamente. Como si con ese gesto pretendiera borrar ese pensamiento de la mente del pelinegro. Lo cual, curiosamente, consiguió. Y no fue solo un beso, sino que se entregaron por completo a sus más profundos deseos.

La madrugada recibió a la amurallada ciudad de Troya con la para nada agradable sorpresa de que alguien había penetrado efectivamente aquel fuerte que se considerara inviolable. No obstante, alguien había permitido el ingreso de aquel inmenso equino de madera, en apariencia, bajo la premisa de que se trataba de una ofrenda de paz por parte de los aqueos. Tarde descubrieron que ese no era el caso. Una horda de soldados griegos comenzó a salir del interior del imponente caballo, encabezados por las poderosas espadas de Erwin y Levi, atacando a diestras y siniestras a todo troyano que osara entrometerse. Por supuesto, también los aqueos sufrieron incontables bajas en lo que resultó en un cruento baño de sangre. Sin embargo, al cabo de interminables horas de dura batalla, una voz masculina y potente, a pesar de la juventud de su dueño, puso un alto a aquel regadero, provocando que los ojos tanto de aqueos como de troyanos buscaran a quien había proclamado aquello. Y, cuando finalmente dieron con el soldado, los más veteranos no pudieron evitar la risa que brotó incontrolada de sus labios. Armin, así como su acompañante, Eren, eran los miembros más jóvenes del ejercito troyano. Justamente, un grito salido del fondo de su pecho por parte del muchacho de cabellos castaños y ojos apenas más oscuros provocó que las risas y burlas se detuvieran abruptamente. Aquel hombre era respetado no solo por sus aptitudes como guerrero, sino, además, porque era nada menos que el hijo mayor del anciano Rey de Troya. Eren y Armin, su mano derecha y mejor amigo volvieron la vista al frente, abriendo los ojos con el más absoluto estupor al percatarse de quienes lideraban el bando opuesto. La reacción de Levi y Erwin no fue muy diferente aunque, fieles a su costumbre, ambos intentaron guardar las apariencias. Debían hacerlo. Después de todo, estaban en guerra. No tuvieron demasiado tiempo para meditar respecto de esa situación, sin embargo, puesto que rápidamente, y al unísono, Erwin y Eren nuevamente alzaron la voz de mando para reanudar el combate. En la lejanía, sobre un balcón en el palacio fortificado, tres mujeres observaban horrorizadas la situación. La mayor de ellas, Hange, tenía su rostro cubierto por ambas manos, mientras que Mikasa y Annie solo observaban intentando por todos los medios ocultar el horror en sus rostros.

El reguero de sangre que siguió a aquella orden, como era de esperarse, no sería diferente a lo que había sido hasta entonces. Especialmente, entre aquellos cuatro hombres, alguna vez camaradas, amigos inseparables. Aun a pesar de la diferencia de edad. Rodeados de cadáveres y otros soldados prácticamente fuera de combate, Levi y Eren se encontraron frente a frente para lo que, supusieron, sería su duelo definitivo. El hijo del rey observó por largos minutos al hombre de cabellos rubios tendido a unos metros del de ojos grises y luego alzó la mirada al balcón, hacia Hange. Sabía perfectamente que, aun a pesar de pertenecer a bandos diferentes, la mujer castaña amaba a Erwin. Lo mismo que Levi a Mikasa. O Armin a Annie. Sin embargo, para los tres era un caso perdido. Particularmente este último, puesto que, de hecho, Annie, aunque aquea, ahora le pertenecía al hermano menor de Eren. De hecho, el propio Bertholdt la había secuestrado de sus padres. El hombre de cabello castaño sacudió la cabeza cuando vio a Levi dirigirse raudamente hacia él. Le sabía incapaz de ser asesinado a menos que se le asestara un golpe certero en la única área que no había sido ungida por las aguas del Mar Egeo. Pero no sería él quien le diera ese golpe mortal, aunque tenía la impresión de que alguien más estaba desesperado por tomar su vida. Y no exactamente para evitar que recuperase a Annie, sino porque Levi había tomado previamente a la criada de su padre, Gabi.

Desafortunadamente, el perder la oportunidad de matar a Levi resultó un craso error de parte de Eren, puesto que él mismo halló la muerte en manos de su –alguna vez- mejor amigo. Aunque sería también el propio Levi quien, preso de la culpa, acabaría dándole el funeral que creyó apropiado para un hombre como Eren, en la pira y frente a sus ancianos padres. Y a todo el pueblo de Troya, incluyendo, obviamente, a su hermano y su ahora esposa. Pero, por otra parte, el hábil soldado aqueo no podría celebrar su victoria con su pueblo, puesto que, tiempo después, y tomando ventaja justamente de ese único punto débil en su talón derecho, encontraría su propio final a manos de quien causara todo ese conflicto en primer lugar. Bertholdt era considerado el mejor arquero entre los troyanos solo después de Eren. Y fue justamente su habilidad con el arco y flecha la que le valió alzarse como un héroe en Troya no sólo por haber vengado a su hermano, sino, además, por haber asesinado a quien era considerado no solo un héroe sino un prodigio, un hombre ungido por los dioses entre los aqueos.

Fin

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