Drabble Especial Kuroshitsuji

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Drabble

Fandom: Kuroshitsuji

—Sebastian...

Llamó la voz visiblemente cansada de la mujer rubia de escasos 23 años. El demonio mayordomo de cabello negro y ojos carmesíes caminó hacia ella sin pronunciar palabra hasta que se detuvo junto a la cama en la que descansaba junto a su pequeño recién nacido. Tal cual era su costumbre, se inclinó llevándose una mano al pecho antes de responder:

— ¿Milady?

Se cubrió el rostro ocultando una ligera risa y, tras apartar su mano, sacudió la cabeza y afirmó, con un dejo de pena en su voz que le era muy poco habitual.

—Perdóneme, pero creo que no podre quitarme esa costumbre. Había esperado que se convirtiera en la señora Phantomhive más pronto de lo que sucedió finalmente...

—Oh, Sebastian. Tú sabes que eso no me importa mientras pueda estar con Ciel. A propósito...

Estiro su mano tomando la del sirviente, cubierta en su guante blanco y rozó delicadamente la piedra de un intenso amatista en el anillo en el dedo medio de Michaelis. Sonrio ampliamente antes de preguntar si su esposo le había dado ese anillo.

—No; de hecho, no creería si le dijera quien fue. Por otra parte, aun me pregunto si verdaderamente tenía intenciones de obsequiarme o si en realidad está buscando el modo de llegar a Aria...

Elizabeth no pudo evitar reír ante el comentario. Aria era la hija de Sebastian y Grell Sutcliff. Tenía aun 21 años y durante los últimos tres, el subordinado más cercano a su madre, William Knox, había estado intentando cortejarla de cualquier manera posible. La mujer de rizos sin embargo no imaginaba que este llegaría a ese extremo. Sus jades se abrieron enormemente al escuchar la risa esta vez más evidente del mayordomo. Cuando Michaelis se halló descubierto, sin embargo, no se inmutó siquiera sino que, en cambio, se incorporó nuevamente de pie y extendió sus manos, en un gesto silencioso para que Lizzie le cediera a su hijo.

—Usted necesita descansar, Milady. Prometo regresársela lo más pronto posible...

—Oh, no te preocupes, Sebastian. A propósito, ¿cuándo me llamaras simplemente Elizabeth? ¿Cuánto tiempo has estado con Ciel?

Michaelis abrió los ojos sorprendido, aunque luego sonrió como acostumbraba. Minutos después, admitió que lo intentaría, pero que no podía asegurarle que lo haría. En caso de que lo hubiera olvidado, él no podía mentir; y una promesa semejante sería definitivamente mentirle en la cara. Lizzie sonrió, afirmando que, al menos por el momento, podía conformarse con ello.

Minutos más tarde, en la habitación contigua a la principal, el demonio recostó cuidadosamente al bebé en la cama de la misma y cambió sus ropas. Sonrio levemente al verle entreabrir apenas sus ojos azules como los de su padre y dejó escapar un suspiro. Jamás hubiera imaginado que llegaría el día en que vería a su amo recuperar la felicidad que le fuese cruelmente arrebatada siendo solo un niño. Y, a pesar de que aquello se escuchaba demasiado sentimental para un ser que, se suponía, debía ser cruel e insensible, en ese momento no podía negar que estaba feliz por el joven noble. Y, por supuesto, por su gentil y bella esposa. Terminó su tarea y, tomando nuevamente en brazos al pequeño Vincent, se quedó en estático y pensativo por largos segundos, con sus carmesíes fijos en un viejo cuadro colgado en la habitación. En el aparecía otra persona, una mujer, que había significado también una parte importante en la vida del Conde y su esposa. Y que había hallado su muerte de una manera tan trágica como los propios padres de Ciel.

—Puede estar tranquila, Madame Red. Ellos han encontrado la felicidad al fin...

Sacudió la cabeza cuando, para su sorpresa, sintió un leve escozor en sus ojos. ¿Acaso estaba a punto de llorar? ¿Él, un demonio? Se cubrió el rostro hasta que sintió esa molestia desvanecerse y luego salió de la habitación. Cuando regresó junto a Lizzie, se percató de que su amo se encontraba también allí. Observando apenas sobre el hombro del muchacho de cabello índigo, una nueva sonrisa, estaba vez cargada de una extraña sensación de nostalgia se dibujó en su rostro. La mujer de rizos dormía pacíficamente, mientras que el mismo gesto reflejado en las pálidas facciones del mayordomo adornaba también su bello y juvenil rostro níveo.

—Con su permiso, joven amo...

Dijo Michaelis acercándose a la cama del matrimonio. Se inclinó ligeramente sobre la misma y recostó con sumo cuidado al pequeño Vincent a un lado de su madre. Volvió la mirada al Conde y, sin que la sonrisa se borrara de su rostro, inclino ligeramente su cuerpo llevando su mano izquierda al pecho antes de despedirse.

—Gracias por todo, Sebastian...

Escuchó la voz ligeramente somnolienta del muchacho ahora a sus espaldas.

—Creo que... soy yo quien debería agradecerle, Conde. ¿Quién hubiera imaginado que pasarían 10 años hasta que este día llegara? Aunque ambos sabemos que para nosotros pasaron un par de años más... Sin embargo, y si me lo permite, preferiría olvidarlo...

— ¿Me estás pidiendo permiso para algo tan obvio como eso? Ni siquiera un ser como tu merece una tortura semejante...

Michaelis se quedó sin palabras, quizá por primera vez desde que conociera a aquel chiquillo. O, para ser más precisos, por primera vez en su longeva existencia. Cuando logró reponerse, dejó escapar un hondo suspiro y, deseándole buenas noches una vez más, se marchó, cerrando la puerta tras de sí.

Drabble especial escrito para el evento de #MiercolesdeDrabbles del grupo Pasión Por los Fanfics y dedicado con todo mi amor a sus admins Ckeka_Zoldyck, Gabriela Jaeger, MikaazumabitoDustySunflower44 y beth_chan18.

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