Nuestro Pecado Prohibido

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#RetoInspirateenunaConfesion

Título: Nuestro Pecado Prohibido

Fandom: Kuroshitsuji

Ship: SebasCiel

Personajes: Vincent y Rachel Phantomhive.

Confesión: "Me enamoré de mi Pastor"

Sinopsis: El, un joven de 18 años de la alta sociedad británica y quien jamás había tenido una experiencia sexual. El mayor, un sacerdote, un hombre de fe. Y la mayor obsesión del muchacho. ¿Lograran evitar caer en el pecado?

Advertencias: AU Moderno. Relación Prohibida. Religión. Pecado. Contenido +18. OoC.

Catedral de Saint Paul, Londres, Inglaterra

Se suponía que sería una mañana de domingo de servicio como cualquiera. Alguien entre los fieles y asiduos feligreses, sin embargo, sabía que aquello no sería así. Y la razón tenía nombre y apellido. Un pastor de origen alemán, transferido allí desde su Diócesis en Múnich, tras el retiro del pastor oficiante en la Catedral de St. Paul. Ciel Phantomhive se sentó, como todos los domingos, en una de las filas de en medio en la iglesia, junto a sus padres Vincent y Rachel y su hermano mayor Edward. En ese instante, el elegante muchacho, porque era aún muy joven para llamarle un hombre, pasó caminando lenta y calmadamente tal cual era su costumbre. No acostumbraba cambiarse en los vestidores, puesto que vivía junto a la Catedral. Sebastian Michaelis era su nombre. Y el solo hecho de verle pasar cada día, y más aún cuando se acercaba a él y su familia para saludarles, provocaba en el joven Phantomhive sensaciones que no debería experimentar por alguien en la posición del sacerdote teutón.

Una en particular lo delataba abiertamente. Especialmente, ante los ojos de su siempre atento hermano Edward.

—Estas completamente rojo... —dijo sonriéndole de lado, socarronamente—. Creo que le causarías envidia a las rosas de mamá...

Ciel lo golpeó en el hombro y volteó el rostro. Pero tanto el calor que se apoderó de su rostro como el rubor en sus mejillas eran indisimulables. Aunque no estaba seguro si verdaderamente no comprendían la situación, o si preferían obviarla, pero sus padres jamás lo veían.

El servicio dominical continuaba, pero el joven de cabello índigo había dejado de prestar atención hace tiempo. Su mirada color cielo estaba clavada en los curiosos orbes topacios del hombre de pie frente al altar. Hasta que su padre Vincent llamó su atención, preguntando si se encontraba bien, seguido de Edward quien, fingiendo responder por él, afirmó:

—Oh si, padre, no te preocupes. Digamos que... nuestro Ciel está en las nubes...

El matrimonio lo miró extrañado, pero optaron por no preguntar nada, ya que en ese momento, el sacerdote acababa de leer el texto sagrado que daba inicio a la repartición del pan y el vino. En otras palabras, les convocaba a acercarse. Y el solo pensamiento de encontrarse literalmente frente a Sebastian provocó dos sensaciones en el menor de los Phantomhive. Por un lado, nuevamente su rostro hervía de pena mientras adquiría su ya característico rubor, aunque esta vez se asemejaba al de un tomate. La segunda sensación, y que le resultó tanto nueva como incómoda, tuvo lugar entre sus pantalones. El joven sacudió frenéticamente la cabeza al percatarse de ello. Aunque, para su mayor pavor, en ese momento llegó su turno y el de su familia de acercarse, en su caso, para el Ofertorio*. Apenas sus orbes azulinos se toparon con los topacios de Michaelis, debió contener una exclamación cubriéndose los labios con ambas manos. El hombre de cabello ébano lo miró curioso por un segundo, hasta que se inclinó apenas a su altura y, apoyando una mano en su hombro, preguntó algo extrañado si se encontraba bien. Ciel no pudo responder. Por el contrario, se alejó del clérigo como si de la Peste se tratase y salió corriendo hacia los baños.

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