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María durante toda la cena se dedico a observar a quienes la rodeaban, todos y cada uno de esos hombres y mujeres habia luchado por que ella recuperara el trono, algo que no esperaba, pero que la habia vuelto aun mas feliz fue el regreso de su madre, su tío la habia mandado a llamar, para que de esa manera se reencontrara con María, hacia mas de tres años que no habia visto a su madre y la reina Ana parecia haber envejecido mucho, no solo habia perdido a su padre, si no que tuvo que soportar el miedo de que su única hija muriera a manos de un monstruo como lo habia sido el usurpador.

- ¿Te quedaras conmigo? - le pregunto a su madre mientras caminaban por uno de los pasillos, detrás de ella caminaba Andros que caminaba nuevamente como siempre, aunque María podía notar que algo no estaba del todo bien con el.

- Si hija mía - dijo su madre mientras le apoyaba una mano en la suya, María apoyo su cabeza en el hombro de su madre.

- Eso me alegra mucho - dijo María - estarás aquí cuando tu nieta llegue y entonces podrás conocerla al fin.

María observo como su madre sonreía con tristeza.

- Ojala tu padre pudiera conocerla - dijo con delicadeza.

- Estoy seguro de que el rey velara por nuestra hija desde donde quiera que este - dijo Andros en ese momento.

- Que los dioses te escuchen querido - dijo su madre mientras besaba la mejilla de María y le extendía la mano a Andros.

Su esposo la tomo y le beso los nudillos.

- No sabes lo feliz que me hace saber que no moriste - dijo su madre antes de alejarse por el pasillo.

María se quedo a solas con su esposo, aunque sentía que no era lo mismo que antes, no sabia porque, pero Andros no era como el que era antes de la guerra, antes se lo podía ver reflexivo o melancólico, a veces se le podía ver enfadado o prefiriendo la soledad. Pero siempre se podía ver determinación en todo lo que hacia, cada cosa que el debía hacer la hacia con determinación y con pasión. Ahora, era como ver un carbón que ya no ardía, caminaba lento, con la cabeza gacha y con la mirada siempre perdida en cualquier lugar, cada cosa que hacia lo hacia con rapidez y eficiencia, solo para luego volver a ser un cascaron vacío.

- Andros - dijo María mientras lo abrazaba por el costado.

Su esposo levanto los brazos y la rodeo con uno de ellos mientras el otro lo mantuvo en un costado, María noto que sostenía su espada, nunca la soltada si es que tenia las manos libres.

- Quiero que me hagas un favor - dijo María mientras levantaba la mirada y con la mano hacia que Andros la mirara.

- Lo que quieras - dijo su esposo.

- Quiero que me cuentes que paso contigo - dijo mientras acariciaba la barba de su esposo.

Andros la miro sombrío con el claro reflejo de recuerdos terribles en sus ojos verdes, era como si el brillo de sus ojos se hubiera extinto completamente.

- No puedo - dijo Andros sin ninguna emoción en la voz o en el rostro - no creo que puedas escucharlo.

María acerco su rostro al de su esposo y lo beso tiernamente.

- Quiero que me lo cuentes todo, que me permitas ayudarte a soportar tu carga - dijo María y pudo ver que su esposo cedía, su semblante parecia ablandarse y entonces la abrazo con fuerza.

María entonces pudo notar que su esposo sufría, respiraba lentamente y con fuerza, como si contuviera sus emociones.

Ambos fueron a sus aposentos, se sirvieron algo para beber, Andros bebió de su licor del norte, mientras que María se sirvió vino. Mientras esperaba que su esposo le contara, pudo ver como bebía de forma frenética el licor, temblaba como nunca en su vida lo hubiera visto María.

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