Como ahora era el único de su familia en el castillo, por el poco tiempo que planeaba quedarse en la fortaleza, debía gobernarla y cumplir con las obligaciones de aquel que la gobierna. Lo cual le molestaba en gran medida, pues por culpa de esas tareas que debía realizar no podía estar tanto tiempo como le gustaría con su pequeña. Pero Andros tenia que ser justo, le gusto ver nuevamente a todos, campesinos que venían a pagar su tributo, miembros de los clanes que venían a entregarse para el servicio, pues ahora formaban una única fuerza, los maestros herreros de Las Diez Forjas mostrando sus ultimas obras de acero, todos al verlo celebraron su regreso a la vida, pues la noticia de que estaba vivo no se había difundido aun en el norte, pues a pesar de ser poca la gente que allí vivía, el territorio estaba aislado del reino y por eso las noticias del sur tardaban mas en llegar a los oídos de todos.
El viejo John dedico un día entero a revisarlo, cada una de sus heridas, las nuevas y las viejas, todas y cada una de ellas fue estudiada por las diligentes manos y ojos del viejo sanador.
- Esto es impresionante - decía el viejo mientras recorría una de sus cicatrices con los dedos y tomaba notas - un corte limpio, con un cuchillo filoso y un pulso tan firme.
Andros no pudo evitar recordar cuando Alexander le había abierto aquella herida, superficial a lo largo del pecho, solo para luego llenarla de sal y dejarlo allí colgado por días antes de dejar que lo atendiera el viejo Arturo. Pero cerro los ojos y recordó el momento en el que lo había atravesado con su espada, recordó su mirada llena de terror y sonrió.
- Si, bueno - le dijo al anciano - si algo he de admitir es que el Usurpador tenia buen pulso y buena mano para el uso de los cuchillos.
El viejo lo miro con unos ojos fríos y tétricos.
- Debe haber sido muy malo como para que sonrías y digas algo así - dijo mientras le daba su camisa.
Andros tomo su camisa y comenzó a ponérsela y a atar los cordones.
- Muchacho - dijo poniendo una mano sobre su hombro - si quieres hablar...
Andros lo miro y luego de atar el ultimo de los cordones tomo la mano del anciano.
- Esta muerto - dijo con frialdad - mi espada le atravesó el corazon y con mis propios ojos vi como la vida abandonaba su cuerpo, vi el terror en sus ojos, mas terror del que jamás me pudo provocar con sus golpizas y cuchillos, créeme cuando digo que se acabo.
El anciano se lo quedo mirando mientras salía de su torre y caminaba por el jardín de su madre, Ambras estaba sentado frente a la fuente con el mas pequeño de sus hijos a su lado. Le había gustado el enterarse que el niño llevaba el nombre de Electro, de esa manera su recuerdo perduraba. El niño en ese momento parecía intentar ganarle a Ambras en un pulso, con sus dos brazos y con un rostro contraído por el esfuerzo intentaba mover el brazo de Ambras que se reía descaradamente de su hijo.
Al ver esa situación no pudo evitar sonreír, su amigo merecía mas que nadie tener momentos como ese, mas después de enterarse de todo lo que había hecho por su esposa, de haberla protegido y dado consejo durante la guerra.
Se acerco lentamente y con cuidado para que no pudieran escucharlo y cuando estuvo lo suficientemente cerca piso a su amigo en el pie con fuerza y el pequeño Electro termino apoyando la mano de Ambras en el banco de piedra. Andros aplaudió.
- Muy bien pequeño Electro - le dijo mientras se reía por la mirada que le estaba dirigiendo su amigo - seguros eras mas fuerte que tu padre cuando seas mayor.
- ¿Viste eso? - dijo el pequeño saltando a su pierna - le gane - señalo con el dedo a Ambras - te gane papa.
Andros no pudo contener la risa.

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Legitima
RomansaEste libro es la secuela de El Consorte y La Reina, recomiendo que vayan a leerlo primero. Nirde ha caído, Andros ha desaparecido y fue dado por muerto. Los ejércitos de Alban se encuentran desmembrados por todo el reino y Maria debe prepararse para...