María subía las escaleras mientras dos de sus caballeros la seguían de cerca, estaba cansada de la celebración, aunque no pudo disfrutar nada después de que su esposo la abandonara allí y se llevara a gran parte de los invitados. Se preguntaba si al llegar a sus aposentos lo encontraría ya vestido para viajar con la espada en el cinturón y con aquel rostro sombrío que intentaba ocultar la culpa que debía sentir. Al llegar a la puerta logro escuchar que dentro había movimiento, solo podía ser Andros, tomo valor sin poder evitar posar su mano en su vientre. Había dicho que no se iría de su lado, pero Andros siempre imponía a su gente antes que su propia felicidad.
Al entrar en la habitación encontró a su esposo parado junto a la ventaba, pero se sorprendió al no verlo vestido con sus ropas de viaje o su espada en el cinturón, estaba vestido con las ropas que uso durante la boda de Heron y Casia, un jubón de cuero negro sobre el que estaba representado el árbol blanco de su familia. Aunque ahora parecía mas relajado, se había abierto el jubón y dejaba expuesta la camisa, se había quitado la capa de pieles y la había dejado sobre su cama, María vio que tenia en la mesa varias botellas de licor norteño, cristalino, la mitad de las botellas ya estaban vacías y el aroma de frutos invernales estaba mezclado con el aroma al cuero y metal que su esposo siempre llevaba impregnado en el.
- Pensé que ya estarías listo para partir - dijo María mientras sus caballeros cerraban la puerta detrás de ella - leí la carta, lamento lo que paso con Kardus, se cuanto aprecio le tenias.
- Tengo a cuatro de sus nietos en mi guardia - dijo su esposo sin apartar la mirada de lo que fuera que mirase desde la ventana - cinco de sus nietas están aquí en la corte y esta mañana entrene con dos de sus nietos mas jóvenes.
María se acerco lentamente mientras comenzaba a notar que las manos de su esposo estaba lastimadas en los nudillos.
- Mataron a sus padres y tíos - dijo su esposo mientras apretaba con fuerza la copa de madera que tenia en la mano, María sentía que si fuera de vidrio ya la habría destrozado - a sus hermanos y primos, se llevaron a tres de las nietas de Kardus.
María tomo la mano de Andros y vio que tenia los nudillos en carne viva.
- Esos hombres - dijo su esposo - lucharon por defenderte a ti, lucharon por Miriel.
- Andros - dijo mientras lo abrazaba.
- Les prometí que estarían a salvo - dijo mientras terminaba la copa y la dejaba caer al suelo - y no solo los invadieron, mataron a sus hijos y secuestraron a sus hijas.
- ¿Qué harás? - pregunto preocupada María.
- Mi tío y mis primos partirán junto con mi legión de Reindlad - dijo con clara angustia, María noto que estaba temblando y lo abrazo con mas fuerza.
Tomo su rostro con su mano e hizo que la mirase, vio como sus ojos verdes estaban hinchados y rojos, sus mejillas marcadas por las lagrimas.
- ¿Y tu que harás? - pregunto María mientras lo miraba a los ojos.
Vio como su esposo los cerraba con fuerza.
- Me quedare aquí - dijo haciendo que María se quedara sin palabras.
Nunca espero que su esposo dijera eso, iba en contra de todo lo que sabia de el y de su personalidad, el marchaba a la guerra sin dudarlo cuando su pueblo estaba en peligro.
- Te prometí que no me alejaría de tu lado hasta que naciera nuestro hijo - dijo mientras apoyaba su mano en el vientre de María - no quiero perderme el nacimiento de otro hijo.
María entendió que esto debía ser mas difícil para su esposo que hacer frente a su enemigo, tener que quedarse mientras otros van a luchar, conocía a su esposo, el no tomaba la espada por gloria o por poder, la tomaba por los que amaba y Andros amaba a su pueblo tanto como la amaba a ella y ahora la estaba eligiendo a ella por encima de todo.
- Tranquilo - el dijo mientras le acariciaba el rostro mientras tomaba la mano que apoyo en su vientre.
- Yo no soy así - dijo Andros - no puedo simplemente quedarme de brazos cruzados mientras mi familia lucha contra los que masacraron a mis amigos, esos hombres te protegieron María, se que dos de los hijos de Kardus murieron y se que Declan y Magnus ayudaron Ambras y Karl a escoltarte hasta Las Diez Forjas y no se cual podría estar muerto, les debo mas que mi vida a esos hombres, que clase de mierda seria si no intento salvar a sus hijas cuando ellos salvaron a lo que mas amo en este mundo.
María sentía que algo se quebraba dentro de ella, su esposo estaba sufriendo como nunca y aun así, ella no quería que se fuera, sabia que eso era lo que lo estaba haciendo sufrir tanto y aun así no estaba dispuesta a verlo partir otra vez, siempre que partía a la guerra volvía con los ojos de un hombre muerto, con heridas y cicatrices terribles.
- ¿Y si consigues que Agdrian envié a sus legiones? - le pregunto mientras intentaba limpiar las lagrimas de su rostro - estoy segura de que sus legiones podrían aplastar a los glaumos y ayudar a tu gente.
- La ultima vez que nos ayudo - dijo Andros mientras la acariciaba en el pelo y le peinaba un mechón detrás de la oreja - me obligo a tomar el titulo de príncipe algo que rechace por casi diez años, ¿Qué crees que exigirá ahora?.
María tembló ante la idea, conocía lo suficiente a Agdrian como para saber que nunca hacia nada sin una intención detrás, sabia que era un hombre brillante, pero cruel cuando debía, muy parecido a su esposo, pero con un toque muy sutil de ambición y deseos escondidos que María había visto en sus juntas militares. Sabiendo eso, solo podía imaginar una cosa que pudiera pedir de su esposo, que tomara el mando de los ejércitos del principado y que lo usaría para algo, Andros era posiblemente uno de los comandantes mas temidos y respetados del continente, su fama ya trascendía a Alban, la Urna o el Principado, tenia a sus diplomáticos y agentes en muchos reinos vecinos, reinos que temían a que Andros se convirtiera en su enemigo, hablaban de el como un comandante implacable que castiga a sus enemigos severamente y que sus tropas luchaban poseídas por los dioses de la guerra.
- Dime la verdad - dijo María - las tropas de Whitewood, los clanes y tu Legión, ¿pueden ganar?.
- Depende de cuantos glaumos estén dispuestos a luchar por los que invadieron nuestras tierras - dijo apartándose un poco y levantando la copa de madera del suelo - son un pueblo errático, de señores de la guerra y reyes que luchan continuamente entre si, suelen asaltar otras tierras en busca de botín y de gloria, atacaban a los clanes porque eran pueblos independientes sin una unión verdadera, como ellos, que se atrevieran a atacarlos ahora que son parte de Alban, solo me dice que nos consideran débiles.
- Entonces debemos demostrar fuerza - dijo María con firmeza, le dolió tener que decirlo - puedes ir a la guerra.
Le dijo mientras tomaba su rostro con ambas manos y se inclinaba para besarle la frente a su esposo, sintió la fría piel por el contacto con las brisas nocturnas.
- Pero - dijo Andros tomando sus manos y presionándolas contra su pecho mientras se levantaba - el bebe...
- Nacerá en seis meses según los cálculos de Arturo - dijo María con firmeza.
Los ojos de su esposo parecieron iluminarse ante el numero, María vio una ilusión en el rostro de su esposo que nunca imagino ver.
- Tienes seis meses para ganar tu guerra - le dijo conteniendo su deseo de no dejarlo ir - demuéstrales lo que pasa cuando se ataca a Alban y a su pueblo.
María había llegado a entender que el reino necesitaba mas a su consorte, que lo que ella necesitaba a su esposo.
- Tienes seis meses - dijo nuevamente - para volver a mi, vivo y con la victoria, ¿entendiste?.
Su esposo se arrodillo ante ella e inclino la cabeza.
- Si - dijo Andros con firmeza renovada y al levantar la mirada vio determinación, dura como el acero - le traeré la victoria, mi reina.

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Legitima
RomanceEste libro es la secuela de El Consorte y La Reina, recomiendo que vayan a leerlo primero. Nirde ha caído, Andros ha desaparecido y fue dado por muerto. Los ejércitos de Alban se encuentran desmembrados por todo el reino y Maria debe prepararse para...