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Desde lo alto de la ventana podía ver todo Nirde, la ciudad que habia sido el hogar de su familia y capital de su reino, aun mostraba las marcas de la guerra, varias secciones de la ciudad seguían arrasadas por los incendios de hace ya tres años, previos al inicio de la guerra y a eso habia que sumar que las grandes estructuras que antes fueron los cuarteles que habia repartidos por la ciudad habían ardido durante el asalta de Andros.

Mientras esperaba que el nuevo consejo se reuniera siguió observando la ciudad, vio como desde lo lejos varias personas entraban en la ciudad, eso satisfacía a María, las familias que una vez habitaron aquella ciudad estaban regresando ahora que el usurpador ya no la gobernaba y era ella la que se sentaba en el trono de Alban. Habia ordenado a Lord Beomont que reuniera a un nuevo consejo para que de esa manera pudiera comenzar a restaurar sus funciones de gobierno plenamente ahora que básicamente tenia todo Alban bajo su poder nuevamente.

En esos momento de soledad no podía evitar desear que Miriel estuviera allí con ella, mostrarle los jardines del palacio, los grandes pasillos con las estatuas y pinturas, queria enseñarle los pasadizos secretos que ella tanto usaba y que de niña le habia enseñado su padre. Aun no podía recordar a su padre sin que las lagrimas comenzaran a llenarle los ojos, como odiaba que se lo hubieran arrebatado siendo tan joven, pero mas que eso, le dolía que no hubiera vivido lo suficiente como para conocer a Miriel, ella sabia que uno de los grandes deseos de su padre era que María tuviera hijos propios, pero la voluntad de los dioses parecia no haber querido eso.

Escucho que la puerta de la habitación se abría, María se giro y vio que Ambras entraba vestido con ropas sencillas de cuero y una espada en el cinturón.

- Majestad - dijo con aburrimiento.

María entendía que el estaba actuando de esa manera porque esperaba que Andros lo llevara a la guerra, María sabia cuanto deseaba Ambras el volver a luchar con Andros y de ver el campo de batalla. Pero María no se lo permitiría, ni tampoco Andros ahora que lo pensaba, pues Ambras era el encargado de la protección de María y ya desde antes de la guerra su esposo habia demostrado que no le confiaría a nadie mas la seguridad de su esposa y reina.

- Le informo que el consejo ya esta listo para usted - dijo mientras salía y la esperaba fuera de la habitación.

María observo una vez mas Nirde y luego se dirigió a donde habían designado como la nueva sala del consejo una que estaba justo al lado de la sala del trono, una sala que se solía usar para que en las celebraciones hubiera mas espacio cerca de la sala del trono. Allí encontró a cuatro personas, una era claramente Lord Beomont que ahora vestía ropas dignas de su nobleza, también vio a su madre sentada a su lado vestida aun de negro, parecia que aun seguía de luto por su padre, pero no por eso se veía menos hermosa, aun era una mujer joven, a penas superaba los cuarenta años. El tercer miembro de su consejo era el maestro Héctor, el hombre que se encargada de la biblioteca del palacio y posiblemente una de las personas mas letradas y sabias de todo el reino, María notaba que en los últimos días el anciano se veía deprimido, María suponía que debía ser por Loreant, pues durante años habia sido Elias, el alumno y ayudante de Héctor y sabia lo unidos que eran, seguramente su muerte debía ser muy difícil de superar para el anciano.

El ultimo era alguien que no conocía, era un hombre alto de cabellos rubios, ojos azules y vestía una cota de malla negra, algo que ya habia visto entre los nobles del principado y habia algo extremadamente familiar en aquel extraño.

- Majestad - dijo Lord Beomont - me place presentarle el nuevo consejo real, ya debe de conocer a todos, pero me gustaría presentarle a Sir Lars de Elparion, es uno de los principales comandantes de las legiones y un experto en justicia y comercio. El príncipe Agdrian muy amablemente me lo recomendó en una carta como posible miembro para nuestro nuevo consejo.

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