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La reina la habia invitado a una cena, donde estarían presentes los mas allegados a la familia real. Mariella estaba tan nerviosa que decidió dar un paseo antes de la cena, lamentablemente gran parte del palacio estaba lleno de hombres, en su mayoría caballeros y nobles de Alban y de la Urna. Como consecuencia, los patios y jardines que ella siempre frecuentaban estaban llenos de hombres que entrenaban, jugaban ajedrez o simplemente hablaban, tenia a su guardia, los caballeros que su padre habia puesto para protegerla, pero no estaba acostumbrada estar cerca de hombres y mas como esos que le parecían tan diferentes a los que ella habia conocido en Dumbria.

Por eso encontró un lugar donde nadie parecia entrar, un patio trasero que se encontraba al borde de la precipitación de piedra que funcionaba como limite de los terrenos del palacio, para entrar habia que ir hasta el final del patio principal y entrar en un pasillo abierto que se encontraba cubierto de enredaderas y al final estaba aquel lugar que parecia ser el único santuario donde podría esconderse un tiempo antes de la cena. 

Mariella sabia que ese lugar seguramente no era un lugar muy ocurrido, pues era el cementerio de la familia real. Todos los reyes y reinas de Alban yacían allí enterrados. Desde Tristan I el Liberador, el primero de los reyes de Alban, hasta el ya difunto rey Guillermo III el Virtuoso. Todos los reyes de Alban descansaban allí, al igual que los príncipes y caballeros que habían servido a la familia hasta el final.

En todas las tumbas habia una estatua de la representación de lo que habían sido los reyes y reinas de Alban. Se acerco a una zona en donde habia algunas lapidas acomodadas en tres largas filas de diez cada una con dos mas grandes detrás. Desde allí se podía ver una hermosa vista de todas las tierras que habia al este de la ciudad y bajo aquel balcón de piedra se podían ver las murallas de la ciudad y algunos edificios. Se sentó junto a esas dos altas tumbas, donde habían plantado un alto árbol que desencajaba completamente con el lugar, pues no se parecia a ninguno que hubiera visto antes, era alto y de hojas negras con una madera gris como la ceniza.

Mariella estuvo un buen rato allí sentada leyendo uno de sus libros favoritos y disfrutando de la brisa que le llegaba desde el este.

Entonces escucho uno pasos que venían de detrás de ella, seguramente era Frank, al que habia pedido que viniera a buscarla si se le hacia tarde para la cena. Pero cuando se volteo no vio a Frank, en su lugar el hombre que estaba parado del otro lado de las hileras de tumbas era mas alto, de cabellos negros y grises, con ojos de un verde intenso y una mirada penetrante, vestía ropas de cuero y una capa de piles en la espalda con un broche en el pecho que parecían las ramas de un árbol abrazando una esmeralda, al ver ese símbolo lo reconoció al instante, pues las esmeraldas eran el símbolo de los consortes reales de Alban.

Mariella se levanto cerrando el libro y le dedico una reverencia al consorte de la reina María, el príncipe Andros Whitewood.

- Un gusto verlo majestad - dijo educadamente, pero se dio cuenta de que el consorte no la observaba a ella, en cambio observaba las tumbas que se encontraban a su derecha.

Mariella entonces no pudo evitar sentirse incomoda.

- Discúlpeme - dijo finalmente y comenzó a retirarse por un costado, sin poder quitar los ojos de encima del consorte.

- ¿Eres la princesa de Dumbria? - pregunto en ese momento con una voz fría y cargada de indiferencia.

Mariella maldijo a los dioses y se dirigió al consorte.

- Si majestad - dijo inclinándose nuevamente - mi nombre es Mariella Goodlove, soy la hija del rey Edric.

- Tu padre es un hombre honorable y un verdadero amigo de Alban - dijo con la misma indiferencia que antes y esta vez la miro a ella - y nos ha pedido que te acojamos como nuestra pupila.

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