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La herrería que antes habia sido su prisión, ahora era su hogar, la reina lo habia recompensado con el titulo de Forjador Real, un titulo que a partir de ese momento seria preservado en el linaje de Heron. Una de las primeras cosas que hizo la reina cuando ya estuvo sentada en su trono fue enviar a sus fuerzas a reclamar las tierras del sur, donde los hombres de la Urna se habían apropiado de tierras con el permiso del usurpador. También envió una fuerza considerable a occidente para que expulsaran a los aliados del usurpador que habían desembarcado pocos días antes de que Nirde cayera a manos del consorte y el usurpador muriera a manos del mismo hombre al que habia encerrado y torturado por mas de tres años.

También en los primeros días del renovado gobierno de la reina, se llevaron a cabo funerales para todos los que habían caído en la toma de Nirde, el cuerpo de Loreant fue puesto a la cabeza de la caravana fúnebre y la reina habia decidido enterrarlo en el cementerio reservado para los mas leales sirvientes de la familia real. Heron no podía creer que hubiera muerto y mucho menos que lo habia hecho a manos del usurpador, Loreant habia logrado engañarlo por años y hasta habia subido de rango y se habia convertido en capitán de la guardia de la ciudad.

El consorte por su parte habia hecho solo una cosa oficialmente además de mostrarse y declarar ante todos que era Andros Whitewood y que no habia muerto hacia tres años, lo que el consorte habia hecho fue nombrar caballero a Rowan, en una ceremonia sencilla ante la corte. Habia desenvainado su espada habia apoyado la hoja en ambos hombros de su escudero y luego lo habia abofeteado y lo habia proclamado caballero de Alban.

Heron complacido habia regresado a su trabajo y su familia habia regresado a la ciudad nuevamente y esta vez para vivir en paz, seguir con sus vidas y poder de una vez por todas reunirse con Heron. Lamentablemente Heron ahora debía vivir en el baluarte, pero lo haría con gusto, pues lo hacia bajo el gobierno y orden de la legitima gobernante de Alban, una mujer justa y que siempre que lo veía le dedicaba una sonrisa amistosa, no como las sonrisas del usurpador que podían esconder deseos perversos y intenciones ocultas.

- Se te ve muy contento - escucho que alguien decía mientras el sacaba la perfecta hoja de la espada del agua después de enfriar el metal - es casi como ver a un niño con un juguete nuevo.

Heron reviso el arma y asintió en aprobación, dejo la hoja a un lado y encontró a Casia a muy escasa distancia de el.

- Pensé que te irías al norte - dijo Heron mientras pasaba de ella y intentaba concentrarse en las piezas de metal que estaba fundiendo para hacer la armadura que el consorte habia ordenado.

Casia se acerco a el y lo abrazo por la espalda, eso tomo desprevenido a Heron.

- ¿Qué haces Casia? - pregunto nervioso - estoy todo sudado.

Casia se rio.

- ¿Piensas que eso me importa? - pregunto mientras lo abrazaba con mas fuerza.

Heron simplemente se quedo allí parado con las manos de Casia apretadas contra su abdomen.

- No me iré - dijo finalmente, Heron no pudo evitar sentirse feliz, aunque no queria demostrarlo.

- Pero tu hermana y su familia están en el norte - dijo Heron mientras volvía a revisar las piezas de metal.

- He pensado que quizá - dijo con algo de duda en la voz - podría quedarme aquí y con el tiempo, tu sabes, tener mi propia familia.

Heron sonrió, una sonrisa de idiota contento.

- Suena como una buena idea - dijo mientras tomaba las manos de Casia, en comparación con las manos de Heron eran pequeñas - ¿te quedaras conmigo?.

- No me quedaría con nadie mas - dijo mientras lo soltada y caminaba a su alrededor.

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