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Había observado desde lo alto de una de las torres del baluarte real como su esposo y su comitiva entraba por la calle principal del norte, los ciudadanos habían preparado un recibimiento adecuado, no solo para su esposo y los héroes de guerra que viajaban con el, sino también para Miriel, la princesa real y única heredera al trono. La guardia de la ciudad había formado largas filas para separar a la gente del camino por donde pasaría su esposo que lideraba la marcha sobre su gran caballo de guerra acompañado por Malco el enorme mercenario que vestía su armadura completa y una capa roja símbolo de su profesión de mercenario, también estaba Ambras, ahora vestido con ropas mas dignas del titulo que ella le había conferido, los colores que llevaba eran el rojo y el dorado, María entendió porque esos colores habían sido elegidos por Ambras, el rojo del cabello de su esposa y el dorado de los ojos de su hermana y que sus hijos también llevaban.

Ella esperaba en el salón del trono, rodeada de los caballeros de la guardia real y de los miembros de la corte, aunque lo que mas deseaba en ese momento era recibir a su hija y a su esposo como si fuera una simple esposa y madre, no como una reina, que debía hacer caso a los protocolos y mostrarse como una monarca digna y poderosa cuando en realidad era una madre desesperada por tener una vez mas a su hija entre sus brazos y besar sus suaves mejillas.

Estaba sentada en el trono, con su madre al lado a la que María veía mas nerviosa que nunca, su madre no había tenido la ocasión de conocer a Miriel por la guerra y el peligro de los caminos, mientras que María estaba en Las Diez Forjas, su madre estaba en Mignol la capital de los territorios Ashterion bajo la protección de su familia.

Entonces las puertas del salón se abrieron para dar paso a su esposo que estaba vestido con un tabardo de cuero negro que estaba decorado con dos lobos de plata enfrentados, el símbolo del principado, el broche que sujetaba su capa tenia forma de escudo y llevaba grabado el árbol blanco de los Whitewood. Llevaba la espada en su cinturón con la mano izquierda apoyada en su empuñadura mientras que con su brazo derecho cargaba a Miriel que vestía un hermoso vestido blanco. Su esposo comenzó a caminar con su hija en brazos mientras el vocero real dictaba sus títulos.

- Andros Whitewood, Rey Consorte de Alban y La Urna, Príncipe de Reindlad y Señor de los Clanes.

A medio camino del trono bajo a Miriel para que caminara ante la corte, su hija estaba enorme y mas hermosa que la ultima vez que la había visto. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por no levantarse de su trono para correr a abrazar a la diminuta niña que caminaba junto a Andros que verdaderamente parecía un gigante en su comparación.

Mientras su esposo avanzaba acompañando a su hija, vio que detrás caminaba Ambras llevando del brazo a Tacia que para la sorpresa de María era mucho mas hermosa cuando vestía un vestido, detrás de ellos sus hijos vestidos por primera vez para María con ropas de tanta calidad como las de la nobleza. Pero lo que llamo mas su atención fue ver como Malco entraba acompañado de aquella mujer que según tenia entendido María era o había sido una prostituta, pero que ahora vestía como una noble y desplegaba una belleza incomparable junto al imponente hombre vestido de hierro. Aunque entre los que acompañaban a su esposo había una joven que caminaba detrás de Malco y con Karl a su lado, seguida a su vez por cuatro caballeros de su esposo. Vio que también el pequeño Gared caminaba detrás a la par de los soldados de Whitewood que eran la escolta de su esposo, el pequeño llevaba ropas negras con un árbol blanco y espadas negras en su pecho, como si fuera un miembro mas de la guardia a pesar de su tamaño y edad.

María podía notar como las miradas se fijaban en su pequeña hija, lo cual le causo una mezcla de preocupación y orgullo. 

Cuando su esposo estuvo a los pies de los escalones que daban al trono donde María estaba sentada, su esposo sin soltar la mano de su hija se arrodillo ante ella. Miriel pareció ver confundida a su padre. Ver como su pequeña hija estaba allí parada mirando a su padre y ver como sostenía su mano de forma tan protectora hizo que el corazón de María se agitara.

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