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El asedio de la capital habia empezado hacia dos días y en ese momento aparecía en la entrada de su tienda un hombre cubierto por un manto negro.

Malco salió a su encuentro armado con su maza, vio que aquel hombre no estaba solo, lo acompañaban una docena de hombres armados, montados a caballo. Malco sabia que estaba en el corazón del campamento, rodeado por miles de hombres y miles de ellos eran leales a el mas que a cualquier bandera o causa, pero eso no impedía que siempre estuviera alerta, con su arma cerca para poder partirle la cabeza al primer estúpido que intentara matarlo.

El hombre se aproximo hasta donde estaba Malco, otro mas lo siguió de cerca. Logro ver que vestían ropas negras y armadura. Malco apretó aun mas el gran mango de su maza.

- Si dan un paso mas - dijo alzando su maza - los parto a la mitad.

Los dos hombres se detuvieron en seco y se miraron entre ellos. Malco los midió, vio que ambos llevaban espadas envainadas en sus cinturones. Los hombres montados no parecían tener intención de hacer nada, pero Malco noto que muchos llevaban lanzas y un hombre sobre un caballo valía por cinco a pie y con una lanza podía llegar a ser aun peor.

- Baja ese estúpido martillo - dijo el primero con una burla amarga.

Malco no lo dudo, dejo su martillo caer al suelo y se adelanto. Ambos hombres se quitaron sus mantos y vio que eran Andros y Ambras. Malco abrazo a Andros que le devolvió el abrazo y le palmeo la espalda con fuerza.

- Es bueno ver que sigues vivo - dijo su amigo mientras se separaban.

Malco apoyo una mano en el hombro de Ambras y este le devolvió el gesto, se agitaron mutuamente y se rieron. Era bueno tenerlos de nuevo cerca.

- ¿Cómo esta Karl? - pregunto Andros - escuche que lo habían herido en la batalla del vado.

- Mucho mejor que hace una semana - confeso Malco.

Por fin, después de mas de un mes de ver a su hermano convaleciendo ante sus heridas, los sanadores habían logrado que sus heridas se curaran lo suficiente como para que no tuviera que estar siempre sometido al sueño de las pociones. Al ver a Andros, que era el primer hombre al que habia visto ser sometido a aquel tratamiento que parecia ser tan normal entre los hombres del principado y en el norte.

- ¿Puede caminar? - pregunto a continuación su amigo.

- Con mi ayuda podría - respondió Malco - ¿por que?.

- Pasare esta noche aquí - dijo con una sonrisa en sus labios, Malco noto que algo estaba mal, lo conocía lo suficiente como para saber que una sonrisa en aquel rostro era una mala señal - quiero cenar con todos ustedes, también mis primos, mis tíos, Lord Ashterion y sus hijos.

Malco asintió, pero antes de entrar se detuvo y miro a Andros.

- ¿Qué ha pasado? - pregunto.

Su amigo lo miro con curiosidad.

- Nada - respondió con simpleza.

Las cosas debían estar peor de lo que imaginaba.

- ¿Tus tropas? - pregunto a continuación.

- En el sur - respondió mientras se llevaba las manos a la cintura y lo observaba claramente molesto por las preguntas.

- ¿Y tu aquí? - pregunto sorprendido, pues no era normal, es mas, nunca Andros habia dejado a sus hombres atrás, siempre los guiaba y acompañaba hasta el final - no me lo creo, ¿a quien dejaste al mando?.

- Rowan ahora esta al mando de esas tropas - respondió con seguridad.

Malco asintió y entro a la tienda, donde encontró a su hermano sentado en una silla y vio que tenia un puñal en la mano, escondido debajo de la sus pieles.

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