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La ciudad ya habia preparado sus defensas desde antes de su llegada y al ver las altas murallas y sus imponentes torres Malco comprendió que no seria una tarea sencilla. Lord Whitewood y Lord Ashterion comenzaron los preparativos, catapultas, escaleras, arietes y lo mas importante los prisioneros que habían sido tomados en la batalla del vado. 

- Puede que sus murallas sean altas - dijo Lord Ashterion - pero no tienen la cantidad necesaria de hombres para defenderlas.

- Por eso debemos destruir lo mas que podamos su moral - dijo Lord Whitewood con firmeza - propongo que los prisioneros sean lanzados con las catapultas a la puta ciudad, si eso no rompe su espíritu de lucha nada lo hará.

Sus dos hijos Tristan y Vastian sonreía con malicia, parecían estar completamente de acuerdo con lo que su padre proponía. Malco vio reflejado en los rostros de los tres Whitewood lo mismo que veía siempre en el rostro de su amigo, crueldad, pero era una crueldad proveniente de lo implacable que eran para acabar con sus enemigos.

- No tolerare eso - dijo Lord Ashterion - eso es de barbaros.

- Disculpe Lord Ashterion - dijo el viejo Kardus que se mantenía sentado y cubierto por pieles - pero la guerra no se gana con besos y caricias, la fuerza y sometimientos de los enemigos son lo único que nos dará la victoria.

- Lo comprendo señor - dijo con respeto Lord Ashterion - pero son prisioneros, se rindieron y ya fueron derrotados, no veo la necesidad de matarlos o usarlos de esa manera tan poco - miro a Lord Oscar - tan poco humana.

Malco observo como Lord Oscar sonreía con melancolía y al final bajo la mirada.

- Recomiendo otra cosa - dijo entonces Malco - ¿Por qué no lanzar otra cosa?.

Los presentes no parecieron comprender.

Malco sonrió.

- Cuando se trata de un asedio - dijo - hay peores enemigos que el que esta afuera con sus espadas y hachas, las enfermedades y el hambre pueden ser nuestros aliados.

- ¿Qué propones? - pregunto entonces Lord Ashterion.

- No desea lanzar a los prisioneros - dijo Malco - entonces lance los cuerpos de los que murieron en el vado, podemos traer cientos de cuerpos y lanzarlos contra la ciudad, eso esparcirá no solo el miedo, si no también la peste que sale de los cuerpos y con eso todos sus males.

- Y luego me dices poco humano a mi - le recrimino Lord Whitewood a Lord Ashterion.

Al final acordaron lanzar los cuerpos de los enemigos caídos en los vados, por fortuna contaban con miles de ellos que ya no tenían voz para quejarse.

Lanzarían todo lo que tuvieran y luego de unos días comenzarían con los ataques para intentar tomar la puerta.

Malco se retiro a su tienda donde estaba Karl aun tirado en la cama con lo vendajes cubriendo gran parte de su pecho, habia sido herido en la carga que habían realizado contra la retaguardia enemiga, una lanza lo habia alcanzado en la parte derecha del pecho, pero por fortuna lo único que habia logrado era dejarlo incapacitado para seguir luchando al menos por un mes según lo que habia dicho el sanador.

- ¿Cómo te ha ido? - pregunto mientras Malco se quitaba la capa y la apoyaba en los pies de la cama de Karl.

- Terminamos decidiendo que lanzaremos los cuerpos de los enemigos caídos contra la ciudad - dijo mientras se servía un vaso con agua y se sentaba junto a Karl - para intentar romper su espíritu de lucha.

Karl simplemente sonrió y se quedo dormido, las medicinas que lo hacían tomar eran muy parecidas a las que una ves le dieron a Andros, lo hacían dormir por horas y horas, para que no se moviera y pudiera abrir su herida.

Mientras su hermano dormía, Malco se sentó a beber, esperando que llegaran informes o ordenes de sus comandantes. Sus hombres por suerte eran muy independientes, eran soldados curtidos que ya conocían de memoria todas sus tareas y todas las cosas que Malco deseaba que hicieran las hacían sin la necesidad de que diera la orden.

Malco estaba leyendo una carta que le habia enviado su hermana Claudia desde Lati mas allá de los dominios Ashterion. Le llego la maravillosa noticia de que una vez mas se habia convertido en tío, ya con este seria el tercero de los hijos, tres varones. Era bueno saber que al menos su hermanita tenia la fortuna de tener una vida tan tranquila y bella. Entonces una persona entro en su tienda. Malco llevo su mano al mango de la maza que estaba debajo de su mesa y observo con cuidado quien habia entrado sin anunciarse.

-¿Quien eres? - le pregunto mientras se levantaba y tomaba la maza con ambas manos.

La persona que habia entrado era claramente una mujer por la baja estatura y la figura que tenia bajo ese manto negro que usaba para cubrirse.

- Sirvo al consorte - dijo con una voz clara y suave - tal y como tu lo haces.

- Pues revela tu rostro - dijo dando un paso al frente y cubriendo la cama donde estaba Karl.

La mujer se quito el manto y mostro facciones hermosas, ojos grises y cabellos largos y negros como la noche, Malco no tardo ni un segundo en reconocer a la prostituta que una vez habia contratado para que Andros se divirtiera.

- Mi nombre es Livia - dijo con firmeza - he servido al consorte como informante y consiguiendo recursos para el.

Malco la observo e ignoro su belleza, que claramente era una de sus armas y recordó que Andros le habia relatado todo el plan que habia trazado para tomar Nirde, la prostituta habia logrado infiltrarlo en la ciudad y a muchos hombres, también habia conseguido encontrar a Maotut y sus hombres para que lucharan nuevamente por Andros. Para Malco era claro que la mujer era muy capaz, pero no lograba entender porque se habia presentado ante el.

- Todo lo que digas preciosa - dijo dejando la maza y volviendo a sentarse - ¿Qué quieres de mi?.

La observo sin poder evitar fijarse en su hermosa figura. Habia conocido a cientos de mujeres en sus años como mercenarios y muy pocas poseían una belleza que pudiera rivalizar con la de esta mujer que ahora estaba frente a el.

- He venido a ayudarlo - dijo con respeto - es la voluntad de Lord Andros que ayude a sus aliados en esta tarea de cualquier manera que me sea posible.

- ¿Podrías entrar en la ciudad? - pregunto Malco queriendo probar que tan confiable era esa mujer.

Livia asintió con calma.

- ¿Como?.

- En mi pasado conocí a muchos hombres, algunos muy poderosos e influyentes que no querían ser vistos con una mujer como yo - comenzó a decir mientras caminaba por la tienda - por eso utilizaban pasadizos secretos que permitían entrar y salir de la ciudad, esta ciudad no es la excepción.

- ¿Podrías meter a una veintena de hombres? - pregunto mientras apoyaba sus codos en la mesa y se inclinaba sobre la misma.

Livia asintió con confianza.

- Tienes una semana para meter a todos los hombres que puedas - dijo Malco mientras se levantaba - atacaremos la ciudad luego de que se nos acaben los cadáveres de los enemigos derrotados.

La mujer sonrió con malicia y Malco no pudo evitar sonreír igual.

- ¿Cuál será la tarea de estos hombres? - pregunto la mujer.

- No necesitas saberlo - dijo mientras se acercaba y dejaba en claro la gran diferencia de estaturas que habia entre ambos, vio por unos instantes que la mujer parecia encogerse, como si se sintiera intimidada.

- ¿Entonces como sabré que deben hacer? - dijo mientras le temblaba levemente la voz.

- No necesitas saberlo - dijo nuevamente mientras sonreía simpáticamente - después de todo, uno de esos hombres que debes meter en la ciudad soy yo.


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