Príncipe

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Al escuchar las ultimas palabras que habían salido de los labios de su esposa se quedo sin aliento, observo a María que estaba a muy escasa distancia de el, sus rostros casi podían tocarse. Observo sus ojos que eran una mezcla de azul y verde, su pequeña nariz y sus hermosos labios y la sonrisa tímida que se dibujaba en ellos, la mirada llena de expectativa que había en sus ojos, esperaba su reacción. Pero Andros no sabia que decir, estaba congelado, abrumado por la noticia. En un instante recordó los últimos momentos del asedio de Nirde, esos desesperados momentos en los que su cuerpo solo se movía por la pura fuerza de voluntad y en los que las flechas se habían clavado profundamente en su cuerpo, recordó ver las estrellas y el único deseo que tenia era lo que ahora estaba frente a el, María con aquella mirada y sonrisa. Ella valía mas que cualquier trono, valía mas que cualquier honor o gloria y ahora, con un hijo mas en el vientre Andros estaba seguro de una cosa, su vida nunca le perteneció a el, ni al usurpador cuando lo tuvo encadenado, ni a los dioses, ni a la maldición de su familia, su vida siempre le perteneció a María.

María sonrió radiante, Andros tardo unos segundos en entender que estaba sonriendo y que lagrimas le recorrían el rostro, pero eran lagrimas que venían de la alegría. Tomo la mano de su esposa y la beso.

- Me has hecho el hombre mas feliz de esta tierra - le dijo sin poder apartar sus ojos de ella - eres mi vida María.

Su esposa en ese momento aparto la mirada y le tapo los ojos a Andros. No pudo evitar reír ante aquello.

- Eres la reina de dos reinos enteros y tienes a nobles y caballeros a tus pies - dijo sin poder evitar reír Andros - pero no puedes mirarme a la cara.

- ¡Cállate! - le grito María.

Andros tomo la mano con la que le tapaba los ojos y la presiono sobre la almohada. Tomo con su mano el rostro de María e hizo que lo mirara. 

- Te amo.

María se quedo mirándolo sorprendida, Andros la beso y la levanto mientras acariciaba sus largos y dorados cabellos. Andros se embriago con el olor, la suavidad y el sabor del cuerpo de su esposa, y los gemidos eran como música para sus oídos.

Era de noche cuando despertó con el ligero peso de su esposa sobre el, su dorada cabellera estaba justo debajo de su barbilla y sentía su tranquila respiración y su perfume ligeramente afrutado. Acaricio el cabellos de su esposa y lo peino por detrás de su oreja, María se movió ligeramente pero no se despertó en cambio lo abrazo mas fuerte y se acomodo mas plácidamente sobre su pecho.

Por la ventana se podía ver gran parte de un cielo nocturno despejado lleno de estrellas y una luna llena.

- Espero que sea un niño - dijo en ese momento María que parecía estar medio despierta.

Andros observo su rostro tan tranquilo y bello iluminado ligeramente por la luz de la luna que entraba por las ventanas.

- ¿Enserio? - le pregunto.

- Si - dijo con la voz pesada - con tus ojos y tu cabello negro, y que sea tan fuerte como tu.

Andros no pudo evitar sonreír.

- Preferiría que sea como tu - dijo Andros sin dejar de acariciar su cabeza.

El silencio se apodero de la habitación y fue un silencio agradable, pues simplemente disfrutaban de estar allí juntos, entonces su esposa levanto la cabeza para mirarlo a los ojos.

- Quiero hacerte una pregunta - le dijo posando sus manos en su pecho.

 - Si algo amo de ti - dijo Andros - es tu curiosidad, pregunta lo que quieras.

- ¿Qué estuviste haciendo en Las Diez Forjas? - pregunto su esposa, pero Andros noto que era una pregunta a medias, había algo mas que despertaba la curiosidad de su esposa.

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