Destinada a sobrevivir.
Destinada a luchar.
Destinados a protegerse.
Geralt de Rivia, conocido por muchos nombres, pero por todo el mundo como Brujo (witcher), un mutante creado para matar monstruos a cambio de unas monedas.
Su vida solitaria...
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Cada noche le doy vueltas a lo que vi en aquel entrenamiento. Pensé sinceramente que Geralt había dejado ganar a Ailith, una forma de recompensarla y que no se dejara llevar por la frustración. Con la vehemente negativa de ambos, tuve que confirmarlo con otro de los muchachos que no le tuviera el aprecio que le profesa Geralt.
Me parecía imposible que una pequeña niña humana pudiese ganar a un brujo. Aún más imposible que pudiera ganarle al mejor de la clase, Geralt. Me demostró en ambos casos que estaba equivocado.
Su fuerza residía en su voluntad, no en su brazo. Pero su brazo no se quedaba corto.
En la lucha, equilibraba su falta de tamaño y fuerza con rapidez y, sobre todo, inteligencia. De eso no cabía duda. Pero no podía dejar de sorprenderme su afinidad por el Caos, cómo conseguía hacer Señales con tanta potencia como un brujo experimentado sin casi esfuerzo. Por más vueltas que le daba, nada se me ocurría, aunque sentía que algo se me escapaba. Y odiaba esa sensación.
Geralt y yo atravesamos la puerta de la muralla de Kaer Morhen con el botín de caza que habíamos conseguido. No era desdeñable, la llegada de la primavera se estaba notando.
Cuando echo un vistazo a las caballerizas, encuentro a los corceles rumiando tranquilamente espantando moscas con la cola.
-¿Ailith no tenía que estar cuidando de los caballos?
-Tenía...- Gruñe Geralt exasperado por la rebeldía de Ailith. Da media vuelta y vuelve a salir fuera. Lo sigo armándome de paciencia.
-El entrenamiento está dando frutos, incluso el que te pide a mayores y no le niegas, aunque no estés de acuerdo.- Comento para rebajar su tensión, con una sonrisa irónica.
-Aprende rápido, pero es impaciente.- Se lamenta.
-Me suena de algo...- Bromeo, recordándole que es igual que ella.
-Vesemir...- Murmura parándose de repente. Me volteo hacia él unos pasos por delante.- Te agradezco que me dejes ayudar a Ailith.
-Lo sé, hijo.- Ambos parece que hemos dejado atrás la armadura. Él bajando las defensas y agradeciendo, yo, llamándolo hijo.
-Y si alguna vez fui una carga...
-¿Sólo alguna vez?- Pregunto irónico sonriendo. - Estás disculpado para todas las siguientes que seguro me harás hasta te crezcan los pelos de los huevos.- Río entre dientes y él levanta las comisuras. La máxima sonrisa que consigo de él.
Escuchamos entonces unos vítores y gritos de ánimo a lo lejos, que hacen que Geralt se vuelva a poner a la defensiva. Agudiza el oído y hecha a correr colina arriba. Comienzo a seguirlo, imaginando que alguno de los aprendices ha hecho alguna apuesta estúpida en el circuito de entrenamiento.
