THE WITCHESS // The Witcher fanfic

XXI- Una moneda por tus pensamientos.

Cuando todos estamos curados de nuevo, nos dedicamos a descansar un poco por nuestra cuenta antes de emprender de nuevo el viaje, después de la accidentada mañana.

Me voy hasta el arroyo, donde veo que Sardinilla bebe y mastica fresca hierba y Geralt ha aprovechado para llenar sus alforjas de hierbas medicinales.

Por encima del sonido del agua corriendo por las piedras, se mueve ligeramente cuando escucha los ligeros pasos que reconoce como míos. Imagino que ambos hemos tenido la misma idea.

No dice nada, ignorándome mientras sigue oliendo y observando cada una de las plantas que recolecta.

Me aclaro la garganta, incómoda, mientras pateo las piedras con la puntera de mi bota mientras reúno el valor para decir en dos veces en un día una palabra que rara vez digo.

-Oye, yo... respecto a lo de la taberna y... ponerme tan orgullosa sobre que hicisteis algo estúpido al defenderme yo... me equivoqué. Sólo que no me gusta verme vulnerable ni estoy acostumbrada a que nadie me ayude a sacarme las castañas del fuego, sino que siempre lo hago sola y... ya se lo dije a Jaskier también y...- Cojo aire, obligándome a cesar el balbuceo. Cierro los ojos y lo suelto ya, como arrancarse una punta de flecha clavada.- Lo siento —digo muy, pero que muy bajito, sintiéndome como una niñita a la que están regañando. Una de las sensaciones que más odio cuando estoy junto a Geralt.

—Perdona, no te he oído bien, ¿decías algo?- Me pincha el brujo volteándose levemente, todavía de cuclillas, con una sonrisa de suficiencia.

—Me has oído perfectamente, no pienso repetirlo.- Suelto irritada, cruzándome de brazos.

Entonces, suelta una carcajada que me deja patidifusa, porque es un sonido que es raro de escuchar y al que siempre he sido secretamente adicta. Qué bonito es el mundo cuando él se ríe.

Con el ambiente mucho más distendido, me acerco un poco más a él y lo imito, comenzando a recolectar.

-¿Estás bien?- Pregunto en un susurro, no queriendo romper la quietud. Me mira de reojo.

-¿Por qué no iba a estarlo?

-He visto cómo te miraban en el pueblo. Conozco esa mirada. Mucha gente me ha mirado de la misma forma.- Explico con amargura. Se levanta para guardar la colecta en sus alforjas.

-¿Cómo un monstruo?- Ríe sin humor.

-Cuando era joven, tras los ataques en los que perdía el control del Caos yo... a veces lo pensaba. Que era un monstruo.- Me observa, frunciendo el ceño preocupado.

-¿Sigues pensándolo?

-No. O eso creo. Al fin y al cabo, ¿cómo saber si lo soy? Si me corto, sangro. Eso es humano, ¿verdad? Si como mucho, me duele el estómago. Si estoy contenta, me río; si estoy triste, maldigo. Y si odio a alguien por haberme robado mi vida... le mato.

-Hmmm.- Es su única respuesta mientras aparta la mirada. Sin duda, no parece gustarle que le recuerde mi propósito vital.

-Dicen que tú también eres un monstruo.- Continúo, ya que estamos sinceros.

-Un mutante.- Asiente, copiando las palabras de los humanos.

Trago saliva ante el recuerdo que me produjo asistir en primera persona ante el odio infundado que le tienen al hombre que los mantiene a salvo, y que es mucho más noble y mejor persona que muchos de ellos.

-¿Y si vienen a por ti? A atacarte...

-Ya lo han hecho.- Me recuerda, con una sonrisa que no le llega a los ojos, acostumbrado al desprecio de aquellos por los que se arriesga, y tengo que contenerme para no abrazarlo.

-¿Y por qué no matarles?- Insisto, acercándome a él, queriendo conocer más sus pensamientos ya que no puedo leerlos. Me pierdo por unos instantes en las motas negras que salpican sus ojos dorados.

-Porque entonces seré lo que dicen que soy.- Explica paciente.

-Si te digo, Geralt, que soy incapaz de perdonar a los magos y renunciar a mi venganza, ¿admitiré que soy un monstruo?

-Algunos dirán que sí. Otros, que sólo eres humana.

-¿Y tú qué dices?- Insisto.

-De nuevo, que podrías fingir tu muerte, buscar tu lugar y vivir tranquila por muchos años. Pero ya te lo he dicho, tú eliges, Witchess. Y yo te seguiré, a tu lado.- Palmea el costado de Sardinilla con afecto y se sienta en una de las rocas grandes, quitando sus botas, arremangando sus pantalones y mojando sus pies en el arroyo.

Me resulta tan extraño y fascinante verlo tan relajado, tan sin defensas, tan... humano. Que no puedo evitar imitarlo y soltar un sonido de satisfacción al sentir el frescor en mis pies junto con el masaje del agua corriendo y el sol calentando mis párpados.

- Sigues sin estar de acuerdo con mi objetivo.- Suspiro pesarosa.

- No, pero eso no significa que no lo entienda.- Admite tranquilo. Me vuelvo hacia él, chasqueando la lengua impaciente, sin poder entender por qué piensa así, y aun pensando así, me sigue.

-¿Cómo puedes seguir adelante después de que te arrebataran tu vida sin darte opción? De usarte para proteger a aquellos que te detestan. ¿Cómo no estás consumido por la rabia?- Pregunto exasperada. Una pequeña sonrisa aparece en sus labios, paciente.

-Me las apaño. – El brujo me miró directamente a los ojos -. De algún modo, consigo apañármelas. Porque tengo que hacerlo. Porque no tengo otra salida. Porque de algún modo, expulsé de mí cualquier orgullo y cualquier arrogancia por mi diferencia, porque comprendí que el orgullo y la arrogancia, aunque son una defensa para ser diferente, son una lamentable defensa. Porque comprendí que el sol brilla de otra forma, que algo cambia y yo no soy el eje de esos cambios. El sol brilla de otra forma y seguirá brillando y de nada sirve intentar cazarlo con una red. Hay que aceptar los hechos, Ailith, hay que aprender de ellos.- Me explica, con el peso de toda la sabiduría que traen los errores. Como si nos lleváramos un siglo en vez de cinco años.