THE WITCHESS // The Witcher fanfic

XX- Como arena entre los dedos.

Sigo a la huidiza Ailith hacia el jardín real, donde puedo ver que se dispone a abrir un portal.

Deja tu pasado en llamas y vete. Parece que era especialista en esto.

-Ailith.- La llamo, la distancia entre ambos cada vez más corta.- No puedes irte así.- Se voltea, enfadada.

-Cada vez que nos encontramos, todo se va a la mierda.- Ladra.- Desde que te cruzaste en mi camino no tengo más que problemas.

-Bueno... esto no terminó como esperaba. Pero al menos nadie importante ha muerto.- Intento rebajar la tensión con una broma. Ambos miramos a lo que queda del salón de baile, en ruinas, con el suelo ensangrentado lleno de cadáveres.

-Mantente alejado de mí, o será mi fin. Nuestro fin.- Avisa. Y sus palabras son como puños que atizan mi estómago.

-¿Qué posibilidades había de encontrarnos ambos aquí? Tú siempre escondiéndote de las multitudes, yo siempre huyendo de cualquier acto social. El destino nos mantiene cerca todo el tiempo.

Hasta a mí me resultaban extrañas esas palabras. El destino, que para mí siempre había sido una patraña con el que los débiles buscan sentido a la vida de mierda, pero cada vez estaba más convencido.

-Aquel o aquellos que nos crearon el uno para el otro deberían haberse preocupado de algo más. La mera predestinación no basta, es muy poco. Hace falta algo más. Perdóname. Tenía que decirlo.- Contesta, cínica, sacudiendo la cabeza. Y abre el portal.- Adiós, Geralt. Espero que para siempre, esta vez.

-Tú sola contra el mundo sigue pareciéndome una batalla bastante desigualada.- Cambio de tema, preocupado. Se encoge de hombros, acostumbrada a tener la desventaja.

-Tengo experiencia, y paciencia. Cualquiera hará lo que sea con esas dos.

-No tienes que seguir sola. Puedo ayudarte.- Insisto, acercándome un paso más. Lo que hace que ella se aleje otro. Sus ojos se encienden con orgullo herido.

-No necesito tu permiso para llevar a cabo mis planes. He estado sola toda mi vida, y así seguiré.

Esas palabras fueron como una dolorosa bofetada para mí.

¿Y todo el tiempo de Kaer Morhen? ¿Había sido todo percepción mía? ¿Una exageración fruto de los recuerdos?

A mi parecer, ella nunca había estado sola. Yo siempre había estado ahí, a su lado, incluso en las sombras. Nunca había estado sola y nunca lo estaría. Porque gracias a ella, yo tampoco había estado solo.

-No puede ser de otro modo. Tenemos que separarnos para no hacernos daño el uno al otro. Nosotros, predestinados el uno al otro. Hechos el uno para el otro. Una pena.- Bromea cínica, separando los cabellos revueltos y sucios que se pegan a los restos de sangre de su rostro.

Y, cuando se da la vuelta, cometo un error egoísta que sé que no debería hacer, pero no puedo evitar.

Lanzo un Yrden con todas mis fuerzas, inmovilizándola, impidiendo que un portal me la arrebate de nuevo.

Su mirada traicionada es dolorosa, pero no me echaré atrás. El portal se cierra porque no puede mantenerlo.

-Ciri, no puedo perderte de nuevo. No ahora, que sabemos la verdad. Todavía quedan demasiados huecos que aclarar, este rencor lleno de mentiras no es bueno para ninguno. No puede pasar otro siglo sin arreglarlo. No puedo perderte.- Ruego, el sudor comenzando a correr por mis sienes por el esfuerzo.

-Ya lo has hecho hace mucho.- Contesta, cruel y fría antes de romper el hechizo. Sabía que era más poderosa que yo, pero debía intentarlo.

Y aprovecha la mínima distancia entre los dos para pegarme un puñetazo en el rostro con todas sus fuerzas, que rompe mi nariz y me tira al suelo.

-Olvídate de mí, como lo has hecho tan bien todos estos años. Da la espalda al pasado y déjame en paz. Tú y tu escudero desgañitado sólo conseguiréis que me maten.- Me grita con rabia, antes de abrir de nuevo el portal.

-Ailith, no lo hagas...- Ruego, desesperanzado.

-Ojalá pudiera.- Susurra antes de desaparecer, dejando sólo un rastro de ceniza.