IV- Un asesinato real

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Cuando al día siguiente bajo a la taberna de la posada a desayunar algo antes de volver a los trabajos, todos los habitantes zumban murmurando en pánico

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Cuando al día siguiente bajo a la taberna de la posada a desayunar algo antes de volver a los trabajos, todos los habitantes zumban murmurando en pánico.

-¿Qué ocurre?- Le pregunto a la posadera mientras me sirve un plato de pan y queso y un vaso de leche de cabra.

-Esta mañana ha aparecido el monarca muerto.- Comenta con preocupación.- No hay un heredero al trono y tal vez se inicie una guerra.

-Tal vez no. Se va a iniciar una guerra.- Interviene otro de los clientes.- El rey ha muerto porque le han aplastado la cabeza. ¿Qué puede ser a parte de una declaración de guerra?

-Joven, este lugar no es seguro si estás sola.- Me avisa la posadera sin contestar al hombre.

-Entonces es como cualquier otro lugar.- Contesto seca tras pagarle el almuerzo.

Mientras todos vuelven a discutir de nuevo, frunzo el ceño, hundida en mis pensamientos mientras mastico un trozo de queso.

Algo me dice que no tiene mucho que ver con una declaración de guerra.





Me escabullo dentro de los jardines de palacio evitando a los guardias. Uso los pequeños puñales como apoyo para escalar la fachada trasera del palacio, aprovechando que todos están demasiado ocupados o con el funeral o con la posibilidad de una guerra.

Caigo con un ruido sordo sobre la alfombra de animal en la recámara real.

De puntillas y con los sentidos alerta por si viene alguien, me acerco a la cama gigantesca donde reposa el cadáver del rey, para investigar mis sospechas.

La visión es realmente desagradable, pues por mucho que han intentado acicalar el cuerpo para el velatorio que se realizará pronto, el rostro desfigurado y aplastado como si una manada de caballos hubiera pisado a galope su cráneo no tiene mucho arreglo.

No hay signos de violencia ni lucha, tampoco manchas de sangre desperdigadas por las paredes, las cortinas del dosel o las sábanas. Lo esperable, dado que tal destrozo tendría que haberse hecho con un arma contundente y con esfuerzo, por ejemplo, con una maza, del tipo mangual o un lucero del alba.

Como si el rey hubiera estado dormido y ya no despertara jamás.

Observo alrededor con mis sentidos de brujo activados, aspirando a bocanadas intentando encontrar algún rastro extraño. Y lo hay. No es humano.

Cuando me acerco al cadáver a menos de un palmo de distancia, el medallón de lobo comienza a vibrar muy levemente contra mi pecho, señal de que no hay un monstruo cerca actualmente, pero lo ha habido.

Decido confirmarlo soltando sobre el cuerpo y la cama polvos de rastreo, que se iluminarán fosforescentes si hay rastro de monstruos.


Y en ello me hallo cuando la puerta se abre y entra el boticario con una bandeja llena de instrumentos para, lo que supongo es, realizar la autopsia.

Cuando me ve comienza a abrir la boca para gritar y alertar, pero lanzo rápidamente un hechizo silenciador junto a uno que lo congela en el sitio.


-Con esos cuchillos no vas a conseguir la respuesta.- Informo. Los polvos, como imaginaba, se iluminan con un brillo azulado fantasmal.- Ha sido un monstruo.


Las huellas retroiluminadas muestran un camino por las sábanas que sube por el abdomen y el pecho, donde parece haber estar parado el monstruo durante tiempo, para después aparecer por todo el rostro, como si hubiera estado saltando encima de él.

Veo por el rabillo del ojo como el boticario observa con atención mi trabajo de investigación y su postura ya no está alerta.


-¿Puedo liberarte o vas a empezar a gritar para que me encierren?- Pregunto. Y leo su mente para comprobar sus verdaderas intenciones cuando mueve la cabeza en negativa.


Cuando es liberado de mi hechizo, deja en una mesa la bandeja de plata y se acerca interesado al otro extremo de la cama, recolocándose las gafas sobre el puente de la nariz aguileña.

Le explico mis hallazgos junto con mis teorías, y asiente de acuerdo, pues está claro que son más que plausibles.

-Creo que el monstruo culpable es un mahr.- Informo.- Y estará suelto, por lo que es probable que ataque de nuevo con pesadillas al resto de palacio y seguramente en la villa. Deben tapar las cerraduras para evitarlo, y avisarme si cualquiera comienza a tener terrores nocturnos.



Justo estoy terminando de darle las indicaciones cuando uno de los criados irrumpe en la habitación junto con un soldado, que no tarda en ponerse en guardia para atacarme.

Saco mi espada en posición defensiva, pues no me apetece ponerme a luchar en este momento, con cosas más importantes que hacer.

-Soldado, avise al chambelán y al administrador. Esta hechicera ha descubierto al asesino. Un monstruo, el mahr.




Y así comenzó a correrse la voz de mi estancia allí. Debía irme cuanto antes, pero si conseguía matar al mahr me llevaría una buena bolsa chorreante de oro del castillo y podría viajar con comodidad durante meses.

Además, estaba con la mosca detrás de la oreja. No podía dejar de repetir la visita que había tenido de aquella mujer misteriosa.

Tenía mis sospechas de que podía ser una de las amantes del rey que, muerta de celos y tal vez despojada de privilegios, quisiera vengarse. La otra opción era que, casualmente después de aquello, un mahr hubiera aparecido.

Y las coincidencias eran un señuelo puesto por alguien. Siempre.

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THE WITCHESS //  The Witcher fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora