THE WITCHESS // The Witcher fanfic

II- El monstruo de las pesadillas

-¡Geralt!- Los gritos de auxilio que se repiten una y otra vez son escalofriantes.

Cuando llego al patio de entrenamiento de Kaer Morhen la pequeña Ciri sigue repitiendo mi nombre, angustiada, mientras mis compañeros la apalean.

Intento llegar a ella, pero mis pies están anclados al suelo y no se mueven por más que forcejeo. Los golpes se repiten una y otra vez por más que grito que paren, y la voz cada vez suena más débil y más húmeda por la sangre que se acumula en la boca.

Uno de ellos saca una espada y de un hachazo corta su cabeza.

Entre vítores, otro la clava en una pica mientras el resto sigue despedazándola como hacemos con los monstruos.

El rostro ensangrentado está dirigido hacia mí. Regueros sangrientos salen de cada orificio, y los ojos verdes me taladran.

-Tu culpa.- Mueve la boca ensangrentada con voz sepulcral.- Me abandonaste.

Cierro los ojos y grito.

Cuando los abro, soy el brujo adulto de nuevo. Estoy en un bosque tenebroso, es noche cerrada, y la única luz es la luna de sangre, llena y roja.

Una bruxa me ataca, forcejeamos, peleamos. La lucha es dura y estoy a punto de perderla unas cuantas veces.

Entonces, por fin, consigo atravesar su tórax con la espada desde atrás.

Empieza a cambiar. El cuerpo inhumano, cadavérico y esquelético, comienza a transformarse en humano. El pelo sucio, negro, lacio y mojado se vuelve blanco.

Era una trampa, no era una bruxa. Oigo la risa del monstruo por detrás, que me ha hecho tener alucinaciones.

Cuando se voltea, es Ailith. Mi espada sobresale por su pecho y regueros de sangre brotan de su boca. Sus ojos violetas me miran perdiendo el brillo de la vida por momentos. Alza las manos hacia mí, pero cae muerta frente a mis pies.

Hiperventilando y con el corazón galopando en mis costillas, me despierto temblando de miedo. El sudor frío ha empapado mi camisa y calzas.

No había dormido bien desde el hechizo de Ailith en Oxenfurt, y para una vez que conseguía dormir profundo había sido para tener las peores pesadillas que recordaba nunca. Y las había tenido malas.

Tan vívidas, que tuve que revisarme las manos, esperando encontrarlas ensangrentadas.

Cuando escucho los jadeos y gritos angustiados de Jaskier, y el roce de las sábanas por sus piernas revolviéndose y luchando, descubro por qué me he despertado.

Y es entonces cuando, al mirarlo, descubro por fin el causante de todo. Y mi teoría se confirma.

El demonio similar a un trasgo estaba sentado sobre el pecho del bardo, oprimiéndolo con su peso y relamiéndose gustoso mientras observaba el dormir angustioso del humano. Un Mahr.

Aprovecho que el monstruo está demasiado atento a su festín para, con cuidado, desenfundar mi espada de plata.

Mis sentidos de brujo se agudizan y me lanzo hacia el catre de Jaskier con la espada en alto, cogiendo por sorpresa al mahr y cercenándolo antes de que pueda reaccionar.

Despierto al angustiado humano con una sacudida de hombros, sacándolo del desasosiego en el que había estado sumido, y despedazo al monstruo antes de guardarlo en el saco.

Faltan un par de horas para el amanecer, así que aprovecho el desvele para sentarme en el suelo y meditar un rato.

En cuanto abre la taberna para los desayunos, suelto el saco que ya empieza a gotear hedionda sangre negra encima del taburete.

El tabernero me mira confundido y asustado, sin entender nada.

-Las pesadillas. Ni diablo ni mal de ojo.- Explico.- Un mahr. Lo encontré en mi cuarto esta noche. No debería daros más problemas, pero en caso de que haya venido acompañado (que podría ser, teniendo en cuenta que todo el pueblo está afectado), tapad todas las cerraduras. Se cuelan por ellas.- Traga grueso y asiente, todavía intentando entender y mirando de reojo el saco.- Puedes avisar al alcalde ya si quieres y ninguno perderemos el tiempo. Son 300 ducados. Y la habitación y desayuno gratis.