🌑Plomero☀️

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Hoseok ya tenía dos semanas viviendo con Jungkook y Taehyung, y hasta el momento, todo había marchado de maravilla.

Él cumplía su papel de ama de casa, mientras los jóvenes trabajaban y se encargaban de las cuentas.

A pesar de que los chicos le decían que él no era un empleado o algo así, Hoseok se esforzaba en cualquier cosa que tuviera como quehacer. Cocinaba, limpiaba, lavaba, y arreglaba.

Más de una vez, Taehyung y Jungkook le dijeron que podía estar relajado, no debía hacerlo todo él solo. Pero en su cabeza dura, esa era la única manera en la que conseguiría compensar el ser un mantenido.

Hoseok odiaba sentirse un inútil, por eso daba su mejor esfuerzo en la mínima cosa que hiciera, y el estar dependiendo de su cuñado y un amigo de este, era absolutamente bochornoso para él.

Es decir, era muy distinto que su sustento fuera su esposo, a que lo fueran simples conocidos.

Y muy en sus adentros, Jung se sentía un poco humillado. Sin importar que Jeon y Kim fueran amables y comprensivos con él, de igual manera sentía que era una carga, y mucho más junto a su hijo. Iba a enloqucer, pero aún debía esperar un poco más.

Después de todo, no estuvo todo este tiempo solo sirviendo de ama de casa, también estuvo haciendo algunos trámites, y actualizando sus documentos, junto a la mejora de su currículum para empezar con la búsqueda de un trabajo.

Dos semanas ya habían sido suficientes, debía dejar de ser un mantenido.

Ahora mismo.

Pues, eso de lavar platos, ya le estaba cansando.

—Ahg, ¿Qué pasa? ¿Por qué se fue el agua de la nada? –Maldijo con su ceño fruncido, mientras daba ligeros golpes al tuvo del lavadero. —Vamos, aún no he terminado. –Se quejó, abriendo y cerrando la tornera, en espera de que el agua cayera. Pero nada. —Estúpida porquería. –Se rindió, soltando aquella cosa con belicosidad, y un evidente gesto molesto plasmado en su rostro. —¡Jungshin, amor! –Llamó, tomando un pañuelo para secar sus manos.

El niño rápidamente apareció ante sus ojos, abrazado a su peluche Mang con una sonrisa.

—¿Si, papi? –Respondió cariñoso.

Hoseok lo miró, ocultando su molestia con una suave sonrisa.

—Traéme mi teléfono, por favor, cielo.

Jungshin asintió velozmente, y corrió a la habitación de su padre. Regresó en menos de un minuto, entregando el celular a su padre, y notando su gesto cansado.

—¿Qué sucede, papi? –Inquiere con una mueca confusa.

—Se averió la lavaloza, ahora debo llamar a un plomero. –Respondió Jung, lo más amigable posible.

Después de todo, odiaba que su angelito lo viera molesto.

Llevó el teléfono a su oreja, escuchando un par de tonos, antes de que atendieran. Su plática fue corta y calmada, hasta que le anunciaron el costo de sus servicios.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué tan caro?! ¡¿Acaso hará que los trastes se laven solos o qué diablos?! –Hoseok cubrió su boca, avergonzado de exaltarse de esa manera frente a Jungshin, quien saltó en su lugar al escuchar a su papi alzar su voz.

El padre le hizo una seña a su bebé, indicándole que fuera a jugar, mientras escuchaba las estupideces que decía el sujeto detrás de la bocina.

—Sí, está bien. Entiendo. Lo llamaré luego. –Soltó con simpleza, rodando sus ojos cuando colgó. —Qué ladrón. –Bufó, y esta vez buscó entre sus contactos el número de Taehyung, quién atendió casi de inmediato. —Hola, Tae. Debo decirte algo.

Jungkookie HyungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora