Macao había vuelto a clases después del largo fin de semana con Tay, su cabeza seguía pensando en todo lo que habían vivido en aquellos tres días y no podía evitar seguir preocupándose por el mayor, temía que algo malo pudiera pasarle, que su mente volviera a hacerle daño y que, esta vez, no pudiera correr a su lado para ayudarlo. Un mensaje llegó al teléfono del menor, "Buenos días, estudia mucho<3" , Macao sonrió levemente y respondió de vuelta con un leve "Buenos días<3". Los mensajes se habían convertido en una rutina, cada mañana y cada noche en los días en los que no se acostaban o despertaban juntos, ya que desde su vuelta a la realidad habían estado pasando los fines de semana juntos en el apartamento de Tay. Y aunque Vegas no quería que su pequeño hermanito estuviera fuera de casa, Pete terminó convenciéndolo para que le dejara hacer, intentando que este viera que su hermanito estaba enamorado, pero Vegas no quería aceptar que Macao ya era lo suficiente mayor como para entender lo que quería decir el amor, siempre sería su hermano pequeño.
Era viernes por la tarde, en nada acabarían las clases y podría coger su moto para acercarse a casa de Tay para pasar, de nuevo, el fin de semana con él viendo películas o yendo a pasear por el bosque, algo que se había vuelto cierta rutina en sus días juntos. Se despidió de sus compañeros y fue al aparcamiento, notando como pequeñas gotas empezaban a caer encima suyo, mojándolo. Pensó en su hermano, el cual le repetía infinidad de veces que no quería que cogiera la moto cuando llovía, que era peligroso, una advertencia a la que nunca había desobedecido, pero la casa del mayor quedaba lejos de sus clases, por lo que no podía ir andando hasta el lugar. Subió al vehículo y arrancó después de ponerse el casco y los guantes, solo serían unos cuarenta y cinco minutos hasta la casa de Tay, no podría pasar nada.
Su menté empezó a nublarse al ver como las gotas golpeaban su casco, recordó como llovía el día que volvió del entierro de su padre, como llovía el día que todo ocurrió, como las gotas mojaban su cuerpo mientras lloraba viendo la ambulancia llevarse el cuerpo de su hermano, como llovía mientras veía a Pete completamente asustado subirse a esa misma ambulancia. Recordó como las gotas golpeaban los cristales del coche que lo llevó al hospital, no cogió su motocicleta ningún día de esos largos días sin saber si su hermano iba a despertar, esos largos días intentando entender qué fue lo que pasó exactamente aquella noche para que todo terminara como lo hizo. Apagó el motor de la moto, quizás faltaba medio camino para poder llegar al lugar de destino, pero sus ojos no podían dejar de llorar y eso complicaba todavía más su vista en la carretera. Bajó de esta y cogió aire, quitándose el casco y aflojando la camisa y la corbata que llevaba puesta, notando como sus pulmones volvían a llenarse de aire.
Se encogió rápidamente al lado del vehículo, como si quisiera esconderse de la gente que se movía a su alrededor, pero le daba igual que lo vieran de esa manera, nadie iba a pararse a preguntar y, por suerte, al estar lloviendo las calles estaban vacías. Intentó mirar su móvil, mentir a su hermano y decirle que ya estaba en casa del mayor para que no se preocupara, escribir a Tay para comentarle que había salido tarde de clase para que no pensara que algo le había sucedido de camino a su apartamento, pero entre la lluvia y sus lágrimas no lograba poder escribir algo en los chats. Cerró sus ojos, buscando poder calmarse, buscando alguna forma de recuperar la compostura y poder volver a coger su moto y dirigirse hacia la casa de Tay, quería llegar ya, quería abrazarlo, tumbarse a su lado después de ducharse con agua caliente mientras le contaba como le había ido en clase, que había hecho durante la semana y escuchar lo que este le contaba de la suya, pero no tenía fuerza para subirse y conducir, el miedo de que pasara alguna cosa era superior, no quería hacer más daño a nadie, a su alrededor, todos habían sufrido suficiente.
No sabía cuánto rato había pasado desde que había detenido el motor y se había sentado en el suelo al lado de la moto, pero de golpe empezó a escuchar su nombre, como si alguien lo estuviera llamando, sus ojos seguían borrosos por sus lágrimas y no lograba ver quién era exactamente quien lo llamaba, su cabeza dolía y la voz de la persona estaba distorsionada en su cabeza, pero podía reconocer ese pelo rubio a kilómetros de distancia. Intentó levantarse, pero esa persona lo detuvo, abrazándolo con fuerza, susurrándole al oído palabras que no podía descifrar. Sus palabras no salían de su cuello, estaban atascadas y se veía incapaz de decir nada, pero la lluvia había dejado de caer encima suyo, un paraguas los cubría a ambos.