Después de lo sucedido con Venecia hacía unos meses, nadie había vuelto a entrar en el cuarto de su padre, la puerta se cerró y nuevamente, nadie se atrevió a entrar o abrir la puerta, para ellos no había nada de valor allí dentro. Muchas noches pero, el menor al ir hacia su habitación se detenía en la puerta, aquel día descubrieron un secreto que su padre nunca les había contado y su curiosidad crecía pensando que quizás les había escondido muchas más cosas y estaría bien conocerlas, o incluso podrían conocer una vida de su padre que nadie sabía que existía, como esa nueva familia. El mayor de los hermanos, pero, seguía insistiendo en que no había necesidad de seguir averiguando alguna cosa que podría hacerles más daño del que ya les había sido causado, y Macao solo podía asentir ante las indicaciones de su hermano, aunque su corazón sentía esa necesidad de, aunque doliera, conocer el máximo de su padre.
El menor era incapaz, a pesar de todo, de olvidar la existencia, por muy mínima que fuera, que su padre tenía algo más escondido en el despacho y que, tal vez, no era tan malo como todo lo que habían conocido de él. Vegas, a pesar de querer llegar al fondo de todo el marrón de su padre, sentía que su corazón solo quería vivir tranquilamente su vida de ahora en adelante, sin preocuparse por todos los posibles nuevos errores que podrían aparecer si investigaban más a fondo ese despacho al cual nunca antes podían acceder. A veces era mejor fingir que no existía y aprender a vivir con ello que seguir investigando y que, tal vez, solo les ayudara a encontrar más problemas que deberían resolver ellos solos. Además, ahora ambos tenían una vida feliz, Macao estaba saliendo con Tay y su vida había cambiado por completo, era un niño feliz, un niño que nunca antes había salido y al que Vegas adoraba ver; el mayor también tenía su propia vida al lado de la persona a la que amaba, y su padre no solamente le había causado dolor a él, sino que a Pete, de forma indirecta, también le había hecho daño y eso aún solo empeoraba su odio hacia él.
Aquella noche, Macao había vuelto a casa a descansar, Tay había ido a casa de Kinn a tratar un par de asuntos y, el menor, había preferido dejarlos solos para que su primo no se sintiera "incómodo" de tenerlo a él ahí, ya que a pesar del cambio de relación entre ambas familias, preferían que esta fuera a pasos pequeños y, además, Kinn era el mejor amigo de Tay y quizás este quería tiempo a solas para poder hablar de su relación con Time, puesto que en el fondo no dejaban de ser un grupo de tres. Cuando llegó a casa no había nadie en el lugar, las luces estaban todas apagadas y solo se veía un pequeño rastro de luz que provenía del cuarto de su hermano, indicando que Vegas y Pete estaban allí, descansando o simplemente viendo la televisión o pasando el tiempo juntos como solían hacerlo la mayoría de las noches en las que ambos estaban en casa, ya que la mayoría de veces su hermano llegaba tarde de alguna reunión y pocas veces podían acostarse a la vez y pasar un rato de relajación juntos, tumbados en la cama.
Como cada noche desde lo sucedido con Venecia, se detuvo frente a la puerta del despacho de su padre, no sabía el porqué lo hacía exactamente, simplemente lo hacía. Esa vez sentía algo diferente en su pecho, las otras veces solo observaba, pero no había ningún movimiento despierto en su pecho, no tenía la necesidad de saber que escondía esa puerta. Esa vez era distinto, su corazón sentía una fuerte necesidad de abrir la puerta, de estudiar lo que había allí escondido, de conocer algunos secretos, si es que había más escondidos, de conocer un poco más de su padre, quizás solo era la necesidad de buscar alguna justificación para calmar las dudas que tenía despiertas desde lo sucedido con aquel chico que decía ser su hermano.
Pete hacía rato que dormía, Vegas había dejado la luz encendida para cuando llegara Macao, sabía que al menor no le gustaba llegar cuando todos dormían, por lo que esa era la mejor forma para que el chico llegara tranquilo a casa. Su cabeza no podía dejar de pensar, le daba vueltas al mismo tema desde hacía tiempo, pero esa vez parecía ser diferente, esta vez no era por la preocupación de quien podría o no ser ese tal Venecia, sino por la necesidad de poder conocer todo lo que verdaderamente escondía su padre. Era una sensación extraña en su pecho, una sensación que nunca había tenido nunca, no al menos desde su muerte, y, en cambio, esa noche, ese tema era lo único que le preocupaba. Se movió levemente para poder levantarse de la cama sin correr el riesgo de despertar a Pete, necesitaba ir a tomar el aire y, tal vez, asegurarse de que Macao ya había vuelto a casa.