Vegas - Pete

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Vegas había comprado algo para beber esa noche, no había motivo de celebración para hacerlo, simplemente le apetecía hacerlo, ¿qué necesidad había de pasarlo bien solo cuando habían de celebrar alguna cosa? Estaban vivos y eso era algo que valía la pena aprovechar a cada minuto del día. Pete se había encargado de preparar la cena y el comedor, Macao había salido con Tay y dormían en su apartamento por lo que podían aprovechar y quedarse sentados en el sofá con la manta y simplemente pasar el rato, abrazados o besándose, viendo algo en la televisión o simplemente dejarla de fondo mientras ellos disfrutaban de su compañía.

El más alto había insistido en acompañar al otro a comprar, pero este había insistido en ir solo, así hacían las dos cosas a la vez y podían tumbarse en el sofá antes, pero ahora Pete esperaba ansioso a que regresara con la bebida mientras miraba por la ventana esperando ver la luz de la moto de Vegas llegar al aparcamiento de la casa. Había tapado la comida para que no se enfriara e incluso ventiló un poco la cocina para que el leve aroma del picante saliera rápido del lugar y no tener que ver como los ojos de Vegas se humedecían por culpa de este.

La luz lo cegó levemente y sonrió, levantándose de la silla en la que esperaba y fue a abrir la puerta, abriendo los brazos mientras veía al chico bajar de su vehículo con la bolsa, vio una sonrisa en su rostro y Vegas abrió los brazos para abrazar al chico cuando llegó a la puerta de la casa. Dejó un beso en su frente y entraron juntos, era una de esas noches de invierno en las que cenarían tranquilamente a las luces de las velas para luego tumbarse acurrucados en el sofá y, aunque ninguno lo aceptara, eran los mejores días para ellos.

Vegas dejó la botella aún fría en la mesa y dejó la chaqueta en su cuarto colgada, y cuando llegó al comedor Pete ya estaba sirviendo los platos, la picante para él y la no picante para el más bajo. Cenaron mientras sus manos libres se acariciaban mutuamente, hablaban de cualquier cosa menos de trabajo, era un momento para ellos y no querían que nada de eso los pudiera molestar o preocupar, incluso dejaban el teléfono apagado en el despacho de Vegas para asegurarse de que nadie podía molestarlos ni un mensaje ni una llamada, Macao ya sabía que si algo sucedía debía marcar el teléfono de casa en esas noches, pero tampoco estaban preocupados, el menor estaba también bien protegido.

La primera botella se acabó en la cena, empezaron la segunda con los postres, mientras que terminaron esta ya tumbados en el sofá bajo la manta, Vegas tumbado acariciando el pelo de Pete, el cual descansaba en su pecho, escuchando el latido de su corazón, el mismo que tantas veces había escuchado mientras este estaba ingresado en el hospital, hablándole para que no se detuviera en aquel momento y al cual le seguía agradeciendo que le dejara vivir la vida que estaba teniendo a su lado gracias a que el más bajo no se rindió de luchar. Pete abrió una tercera botella, sentían el calor en sus mejillas, pero no estaban vulgarmente borrachos, estaban cómodos y tranquilos, estaban contentos. 

Vegas seguía jugando con el pelo de Pete con la mano que no sostenía la copa y sonreía viendo como los ojos del más alto tenían la intención de cerrarse voluntariamente y él intentaba evitarlo para no dormirse, quería seguir disfrutando del momento. Las velas seguían brillando, ahora de manera más tenue, pero ellos no habían encendido ninguna luz, estaban bien en la pequeña oscuridad que les dejaba el fuego de las velas, les daba un toque más cálido y si estas dejaban de prender encenderían otras o, simplemente, se quedarían abrazados a oscuras hasta que el sueño se los llevara de viaje.

"Pete", la voz ronca de Vegas, rompió el silencio y el nombrado se giró, levantando levemente la cabeza para poder mirar al que hablaba. "¿Hubieras sido capaz de dispararme aquella vez?", la pregunta pilló por sorpresa al más alto y se aclaró la garganta, incorporándose en el sofá y viendo como Vegas hacía el mismo movimiento que él, pero cogiendo con fuerza su mano, no quería asustarlo ni preocuparlo, pero era eso lo que hacía el alcohol, ¿no? Traer momentos dolorosos de la vida que no tienen una respuesta y darte el valor para preguntarlas. Pete negó con la cabeza, podía entender el porqué sacaba ese tema, estaban bebiendo y quizás era algo que siempre había querido saber y el momento indicado parecía ser ahora. El más alto sabía qué respuesta darle, igual que en el fondo sabía que Vegas la sabía también, el mismo se respondió aquel día sin la necesidad de él decir nada, ahora sentía como su tacto era frío como aquel momento, recordaba el frío del arma en sus manos y como se calentaron cuando Vegas puso su mano sobre la suya tras dejar la pistola caer al suelo.

"Nunca hubiera sido capaz de hacerlo, Vegas", hizo una pausa y negó con la cabeza "Por el mismo motivo por el cual no escapé la primera vez que tuve la oportunidad de hacerlo", Vegas lo miraba mientras hablaba, sus ojos se inundaban en lágrimas y no por el picante que aún había levemente en el ambiente que les rodeaba. Pete quería abrazarlo, pero no podía moverse, sentía que su cuerpo no reaccionaba a sus órdenes, se habían dicho, te quiero millones de veces, ya fuera en la cama, manteniendo relaciones, por teléfono y entre besos, en cualquiera de las escenas y situaciones que habían tenido y tendrían, siempre había un momento para decirse esas palabras que ahora ya no costaba decir, siempre decían que se decían "te quiero" tan a menudo para compensar las veces que no habían podido hacerlo.

Pero aquella vez, aquella vez, era cuando más necesitaban decírselo y simplemente se quedaron en aquel silencio que se vio roto por culpa de una persona externa que los interrumpió, obligando a Vegas a irse sin que Pete tuviera la oportunidad de acariciar su rostro, de apartar la pequeña lágrima que caía por su mejilla aquella vez. Pete se acercó al chico que estaba delante de él y secó, esta vez, la lágrima que había resbalado de sus ojos, "No lo hubiera hecho por qué te quería, igual que te quiero ahora, y no podía, no era capaz de matar a la persona que aparecía en mi cabeza a cada minuto del día, la que robaba mis pensamientos y tenía mi corazón. No lo hice porque, como tú dijiste, te quería y no podía matarte, no quería que desaparecieras de mi vida".

El más alto aclaró su garganta, su voz se había roto en la última frase, liberando una lágrima que caía mojando sus mejillas y que Vegas secó rápidamente. "No me fui cuando tuve la oportunidad porque mi cuerpo no respondía a mi cabeza, respondía a lo que sentía mi corazón, respondía a un sentimiento que yo era incapaz de entender en ese momento, el mismo sentimiento que te hizo apuntarme con el cuchillo del revés". Esa última frase hizo que Vegas lo mirara a los ojos, recordaba como acercó el cuchillo a su cuello con la sierra apuntando al lado contrario, solo quiso asustarlo, por qué él también sabía que no sería capaz de matarlo por ese mismo sentimiento al que la gente solía llamar amor y que él mismo nunca había sentido jamás y lo asustaba.

Ambos habían liberado sus lágrimas, no les importaba llorar, ambos sujetaban el rostro del otro, intentando secar cada una de estas antes de que cayeran de sus mejillas. Se miraban a los ojos con una sinceridad especial, como si por primera vez hubieran sido capaces de abrir de nuevo una herida mal curada para poder limpiarla y empezar de cero con el proceso de sanación. "Te quiero" fue lo que pudieron leer en los labios del otro, sin hablar, sin hacer ningún ruido o sonido, solo leyendo los labios del otro, buscaban darse ese te quiero que no se dieron en aquel momento, buscaban poder perdonarse, no haberlo dicho cuando más lo necesitaban escuchar, era el alcohol que necesitaban para limpiar por completo la herida para empezar a curarla por completo.

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KinnPorsche cortos (2a parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora