Capítulo 31 - Despertar

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Bip, bip, bip.

Un extraño sonido, como algún especie de pitido constante fue el que se encargó de despertarlo.

Con pesadez y algo de dolor abrió uno de sus ojos -el derecho-, viendo al instante pero algo borroso un techo blanco y una luz fluorescente, lo que provocó que cerrara el único ojo que logró abrir, pasando con algo de esfuerzo su mano derecha sobre él.

Todo su cuerpo dolía.

Después pasó su mano por el ojo que no había logrado abrir, sintiendo una especie de tela que lo cubría.

- Hm... -.

Abrió y cerró su ojo derecho para acostumbrarse a la luz fluorescente del lugar, dirigiendo su vista a uno de los lados para tratar de descubrir donde estaba, encontrándose con algunas máquinas de soporte vital.

Luego dirigió su vista al otro lado, encontrándose con un portasueros, que sostenía dos bolsas con sangre, y detrás del objeto, una puerta blanca.

- ¿En dónde estoy? -.

Vio sus brazos, viéndolos cubiertos de vendas y con algunos tubos conectados a ellos, cosa que lo confundió un poco.

Cuando se despertó mejor, llevó su vista al pesó extra que había en la cama.

Karma era el que estaba ahí.

Con sorpresa y conmoción observó como su novio dormía tranquilamente, con sus brazos sobre la cama y su cabeza recostada en ellos, y sin embargo, lo que más le llamó la atención fueron las ojeras algo marcadas debajo de sus ojos, como si no hubiera dormido bien en días.

Se sentó con cuidado en la cama tratando de no despertar al pelirrojo, viendo a éste mismo detenidamente mientras acercaba su mano.

Cuando estuvo apunto de tocar su cabeza, algo sucedió.

"Será mejor que corran para salvar sus miserables vidas"

Ante aquellas extrañas palabras que había logrado escuchar ese día, alejó su mano de manera instintiva, mientras que cada recuerdo vivido en la última semana regresaba como un balde de agua fría que caía sobre su espalda.

Ese fue el infierno que esas personas le obligaron a vivir.

Ese fue su infierno en vida.

Pero había un recuerdo que se distinguía del resto, y era porque estaba acompañado de los sonidos que creaban las armas de fuego al ser jalado el gatillo, los gritos de pánico, terror y confusión, las sirenas de patrullas y las luces azul y rojo que iluminaban el lugar, todo eso que también era acompañado del olor a la sangre fresca.

Ese olor metálico que lo había estado acompañando en los últimos días.

Y él, encerrado en una jaula sin poder hacer nada, más que hacerse bolita mientras esperaba un milagro, y claro que lo recibió, pero no de la manera que hubiera esperado.

"Puedes suplicar por tu vida todo lo que quieras, puedes rezarle a un dios sí es lo que quieres"

Esas palabras, que calaron algo en él. Toda esa semana de torturas inimaginables estuvo rezando para que alguien lo sacara, de cualquier forma, no le importaba como.

"Y puede que él o ella te perdone por tus pecados, pero el diablo jamás lo hará"

Esos días de cautiverio también lo hicieron reflexionar, le hicieron preguntarse sí había hecho algo mal, y fue de esa forma como cada error cometido, cada palabra mal dicha, y cada pecado que alguna vez hizo regresó a su memoria.

Amor en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora