Capítulo 70 - ¿Otra atrapaba inesperada?

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Entre el tiempo de los juegos que se habían organizado para la ocasión, había llegado otro de los momentos más esperados de la fiesta –al menos para algunos–, el lanzamiento de la liga.

La gente comenzaba a llenar cada esquina de la pista de baile, donde una de las madrinas de honor –Haruka– había colocado cierta silla. Gakushū pasó saliva mientras sonreía nerviosamente, y sin objetar nada, tomó lugar en la silla, mientras que Karma se paraba frente a él, y terminaba por arrodillarse.

La sonrisa juguetona de su marido le daba mala espina.

— Karma, no se te ocurra intentar hacer algo — Advirtió en un susurro, sólo para que el pelirrojo lo escuchara.

Sabía que el menor siempre se traía algo entre manos.

— No puedo prometerte nada, mi querido Violett — Respondió, divertido ante el evidente nerviosismo de su pareja — Menos cuando te tengo de está manera — Le guiñó un ojo, coqueto.

Un sonrojo se instaló en las mejillas del mayor.

Gakushū maldijo en su interior, pero sin hacer nada para evitarlo. Karma alzó un poco la falda del vestido, para poder buscar aquella liga en especial. El de ojos violeta podía sentir como el pelirrojo parecía rozar sus labios de forma plenamente consciente con sus muslos, incrementando el rubor de sus mejillas.

— Karma... — Reprendió en voz baja.

Karma soltó una pequeña risa ante el tono de voz de Gakushū, mordiendo ligeramente uno de los muslos de Gakushū. En consecuencia, el mayor cubrió su boca instintivamente con una de sus manos, la otra se aferró al asiento de la silla.

— Karma, no hagas nada — Ordenó en un susurro, sintiendo la manera en que su pareja parecía dejar leves mordidas.

No quería que nadie de los presentes comenzara a pensar en otra cosa, que sí era, pero que no debían de saber en lo más mínimo para preservar la dignidad que le quedaba –sí es que aún la tenía, por supuesto–.

— Conque Karma quiso jugar un poco, ¿eh? — Saya sonrió de manera juguetona, en sus manos tenía su teléfono móvil con el que grababa la situación.

— Supongo que... ¿es normal? — Seiryu ladeó su cabeza — Desde que los conocimos, parecían tener cierto... fetiche conque Gakushū usara de vez en cuando algo femenino, al menos eso dijo Karma una vez que estuvo ebrio —.

— Creo que Gakushū también dijo algo similar — Haruka trató de recordar.

— Me lo esperaba — Hito se encogió de hombros — Antes en la preparatoria tuve uns amigos que también tenían un fetiche algo similar, aunque luego terminaron, y perdí contacto con ellos — Se cruzó de brazos.

— Es defensa de Karma, él no tenía la culpa de que Gakushū se sintiera celoso de uno de sus anteriores amigos — Sakakibara respondió.

— Uh~, pasa el chisme completo — Saya sonrió, con evidente curiosidad en su mirada.

— Y vamos, no pueden pedirle que se controle sí Gakushū está usando un vestido — Ren metió sus manos a los bolsillos de su pantalón, observando como las mejillas de su amigo comenzaban a volverse más rojas.

Satoshi en silencio le dio la razón a Ren, con un suave movimiento de cabeza mientras se cruzaba de brazos, sin decir nada. Sólo estaba viendo como dos de sus amigos luego de tantos años en espera, habían obtenido la felicidad por la que tanto habían luchado desde la adolescencia.

¿Él podría...?, no... no podía, sería imposible que sus sentimientos fueran correspondidos.

Es mi culpa por no decir nada desde un inicio —.

— Hey, Satoshi, ¿vamos por unas bebidas? — Sakakibara sonrió mientras se paraba a su lado.

Luego de unos minutos, Karma ya había conseguido la dichosa liga por la que Gakushū tuvo que pasar un bochorno. Y ahora, se daría el siguiente lanzamiento, esperado sólo para uno que otro hombre, que era una cantidad considerablemente menor que cuando se lanzó el ramo.

Karma observó sus alrededores antes de darse la vuelta.

Sus amigos se habían dispersado por el lugar. Seiryu y Hito en la mesa de comida, Haruka estaba hablando con un hombre al cual desconocía, Saya en una esquina grabando, y Ren y Satoshi en la barra pidiendo unas bebidas.

Se volteó, esperando atinarle, aunque sabía que sólo le atinaría con mera suerte.

Suspiró, lanzando la liga.

Saya grabó atentamente el lanzamiento, observando con atención como la liga lentamente iba descendiendo, pasando de largo a los hombres –muy pocos a su parecer– que buscaban atraparla, dirigiéndose a cierto castaño y pelinegro.

La rubia en un momento se preocupó, la liga parecía que no llegaría a su destino, pero como un milagro hecho por él creador, Satoshi y Sakakibara se habían movido de lugar, sin saber que su nueva ubicación sería justamente en donde sería el aterrizaje de la liga.

— ¡Bien! —.

Cerró sus ojos sólo por los nervios, y lo único que logró escuchar por unos segundos que parecieron horas, fue silencio puro.

Su agobio crecía, cuando las risas estallaron en el lugar.

Abrió sus ojos de manera instintiva, sólo para confirmar sus sospechas. En las manos de Satoshi se encontraba la liga. Se valía mencionar que el rostro de ambos adultos era arte puro, sí saben a lo que me refiero.

— ¿Ahora ellos? — La voz de Haruka la escuchó detrás de ella, pero no tenía ningún tono de sorpresa.

Ya casi a nadie de ellos le sorprendía.

— Bueno, al parecer, ahora sólo quedamos nosotras dos en nuestra bendita soltería — Saya detuvo la grabación, guardando el teléfono en su bolso.

Estaba aliviada de que su plan para nada estructurado hubiera funcionado tan bien. Ahora sólo debía de esperar para ver los resultados, sí es que acaso había obtenido los sentimientos que había querido formar en un inicio.

— Shigimoto–san, aquí está, me alegra haberla encontrado — Alguien más hizo presencia, un adulto de cabello negro y ojos verdes — ¿Le molestaría darme una pieza? — Con una sonrisa, el adulto le tendió su mano a Haruka.

— Estaría encantada, Isayama–san —.

Traidora... —.

— Esta vez, no me lo esperaba — Gakushū comentó mientras se acercaba a Karma, tomándolo de su brazo.

— Créeme, era más obvio de lo que parece a simple vista — Sonrió mientras veía a Sakakibara y Satoshi, que en aquel momento simplemente estaban viéndose, sin decir nada. Le causaba gracia como el rostro de Satoshi estaba rojo como un tomate — Noté que te gustó lo que hice — Regresó su atención a su pareja, dejando un beso en su mejilla.

— C–Calla, alguien pudo descubrirlo — Respondió, un leve rubor cubriendo sus mejillas mientras miraba a otro lado.

— Pero no lo hicieron — Respondió coquetamente, mirándolo directamente a los ojos con una mirada cómplice — ¿Me harías el favor de acompañarme adentro de la casa, mi querida prometida? — Cuestionó con un tono juguetón.

— S–Sí —.

Amor en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora