El día ya había llegado.
Y ahí se encontraba Gakushū Asano, listo para tirarse por la ventana de un séptimo piso de un edificio.
De acuerdo, puede que esté siendo algo exagerado o dramático, aunque no podía negar que se encontraba nervioso y algo intranquilo por lo que podría ocurrir al momento de conocer a los padres adoptivos de Karma.
— ¿Estás listo? — Karma preguntó mientras tomaba la manija de la puerta.
— S–Si — Respondió un poco nervioso, pero seguro de su respuesta, sujetando con ambas manos un ramo de flores blancas.
Karma sonrió al escucharlo, abriendo la puerta y entrando a su hogar en compañía de Gakushū, tomando después su mano para comenzar a caminar a la sala de estar, donde ya se encontraban esperando dos adultos: una con alegría y curiosidad, otro con seriedad.
Al llegar al lado del marco de la puerta, Karma le dirigió una última mirada a Gakushū, para después entrar.
Inmediatamente Gakushū analizó a los dos adultos frente a ellos.
El hombre, de cabello castaño con uno que otro cabello blanco oculto, y de una mirada tan negra y penetrante como el petróleo. Vestía un traje formal, como sí recién hubiera salido del trabajo, lo que le daba un aspecto más intimidante.
Por otro lado, la mujer a su lado se veía mucho más joven, le calculaba unos 30 o 32 años. De tez pálida y facciones finas, de cabello negro y de mirada ámbar. Ella vestía un pantalón negro con botas abrigadoras de un color beige, y un suéter rojo sin hombros, mientras que como accesorios tenía un collar de plata con un dije de corazón, donde estaba la letra "Y".
— Padre, madre, él es mi novio — Karma presentó a Gakushū de cierta manera, tomando con un poco más de fuerza a Gakushū.
Sus padres ya sabían que él resultó ser "del otro lado", así que no estaba nervioso por presentarles a un chico, sinó que estaba nervioso por otras cosas.
— U–Un gusto conocerlos señores Akabane. Hm, mi nombre es Gakushū Asano — Gakushū se presentó con su voz levemente temblorosa debido a los nervios — Uhm, les traje estás flores —.
— ¡Oh!, muchas gracias Gakushū–kun — Respondió la mujer con una amable sonrisa, recibiendo gustosa el ramo de flores — El gusto es nuestro, soy la madre de Karma, puedes llamarme Kohana —.
— Un gusto conocerlos, yo soy el padre de Karma, Keitaro Akabane — Se presentó el hombre en un tono más formal, extendiendo su mano hacia Gakushū.
Gakushū, ocultando cualquier sentimiento de temor, nerviosismo o inseguridad, estrechó la mano de aquel hombre, sosteniendo su mirada y haciéndole ver que él, no era un cualquiera que se intimidaría por alguien como él.
Finalmente estaba frente al final boss.
Después de aquel momento algo tensó, los cuatro se sentaron en los sillones de la sala de estar, siendo separados únicamente por una fina mesa de cristal.
Y siendo sinceros, más que una plática era un interrogatorio.
— ¿Desde hace cuánto tiempo conoces a mi hijo? — Keitaro preguntó, sin cambiar en ningún momento su semblante de frialdad, dirigida al adolescente al lado del pelirrojo.
— Desde hace dos años y medio aproximadamente, sin embargo, iniciamos nuestra relación hace unos meses — Gakushū respondió con una ligera sonrisa, manteniendo su rostro tranquilo en todo momento.
Lo que menos necesitaba ahora, era parecer nervioso.
— Bien, entonces seré directo, ¿ya lo "hicieron"? — Cuestionó.
Ninguno de los dos adolescentes lograron mantener sus composturas relajadas, y eso se logró ver a través del sonrojo que apareció en sus rostros, debido a la vergüenza que les había traído esa pregunta tan repentina por parte de Keitaro.
Al final, los dos movieron ligeramente sus cabezas, dando una respuesta afirmativa.
— ¿Quién es el activo? —.
Y con esa pregunta Gakushū Asano, el chico perfecto, serio y seguro de sí mismo, que toda chica quisiera tener, murió internamente por la vergüenza, y quizás por el sobrecalentamiento de su rostro.
De fondo, escuchó como su pareja respondía con un simple: "yo".
Toda esa situación lo hacía avergonzar más de lo que quisiera, y no podían culparlo realmente, no cuando con cada pregunta sólo recordaba como Karma lo había hecho gritar en esas noches cuando se entregaban ciegamente a aquel deseo de pasión que los llamaba.
En fin, quería que la tierra lo tragara.
— Cielo, creo que esas preguntas son totalmente innecesarias — Kohana finalmente se metió a la conversación, buscando salvar a su hijo adoptivo, que estaba segura que en cualquier momento se lanzaría por la ventana, y a la pareja de éste, que lo veía con intenciones de ir al patio trasero y enterrarse a sí mismo en la tierra.
A éste último también lo veía con ganas de acompañar al pelirrojo a la ventana.
Sin embargo, muy poco se logró hacer, y debido a ello, la pareja de adolescentes se vió sometida a un interrogatorio completo por parte de Keitaro, porque Dios, estaban seguros que en cualquier momento les preguntaría qué en cuál posición les gustaba hacer más "aquello".
Si... los dos quisieron lanzarse por la ventana ese día.
ESTÁS LEYENDO
Amor en la oscuridad
أدب الهواةTodos tienen una historia de la cual nunca hablan, y Karma tenía una