En la ciudad subterránea(I)

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Algunos seres-topo, Tica entre ellos, habían ganado un nivel tras deshacerse de los sapos. Todos se reunieron frente a la entrada del nexo para disfrutar de la comida, compuesta mayoritariamente de platos hechos con las diferentes partes de los anfibios.

Por supuesto, no faltó cerveza, con la que los enanos brindaron en la mayoría de ocasiones por la maestra cervecera. Tampoco faltaron brindis en honor de los otros dos visitantes, de los propios enanos o de sus reencontrados hermanos-topo.

Tanto la lince como la azor como la kraken disfrutaron también de aquellos nuevos platos, alguno de ellos condimentado con mucho picante para la lince. Aunque primero, Gjaki quiso adelantarse y probar el nuevo plato, sin darle tiempo a la elfa a advertirle.

–Te lo tienes merecido– la sermoneó entre risas.

–Tendrías que poner carteles de aviso...– se quejó la vampiresa, bebiendo un zumo de cierta fruta púrpura para tratar de superar el ardor en su boca.

Por desgracia, el picante no la dañaba, así que Autorregeneración no tenía ningún efecto. Tampoco era una maldición. Se preguntó si había alguna habilidad para contrarrestar el efecto. Quizás, tendría que aprenderla.

Por supuesto, no estaban sólo comiendo. Vigías que incluían varios Murciélagos vigilaban el perímetro. También la azor recorría el cielo de piedra, entre plato y plato, vigilando las acciones de los sapos.

Lo que más les preocupó fue que ésta no divisara prácticamente a ningún sapo más. No sabían si realmente se habían refugiado en aquel edificio, o se estaban moviendo por niveles inferiores. Lo que sí sabían era que tendrían que ir hasta allí para averiguarlo.



Después de comer y descansar, reanudaron la marcha. Decidieron moverse por lo que podría llamarse la superficie, es decir, el nivel superior de la ciudad. Tenía la ventaja de que la azor podía explorarlo, además de que el edificio al que se dirigían tenía acceso desde allí.

Avanzaron mucho más despacio de lo que Gjaki hubiera deseado, mientras sus exploradores los precedían. Tanto aéreos como terrestres.

–¡Parad!– exclamó de repente el hombre-topo encargado de comprobar el camino.

–¿Qué sucede, Guino?– preguntó Fita.

–Retumba diferente. El suelo es más fino– explicó él.

La propia Fita y otros seres–topo decidieron comprobarlo por sí mismo. En una posición similar a Oreja en el Suelo, golpearon rítmicamente, haciendo que los sonidos se propagaran por la piedra. Todos fruncieron el ceño y llegaron a la misma conclusión.

–Debería aguantar, pero es frágil. Podría ser una trampa– informó Fita.

Quizás, ni siquiera los enanos se lo hubieran planteado, pero los seres-topos vivían en túneles. Aquel era su terreno, y una trampa de ese tipo no les era desconocida. Contra ciertos seres subterráneos contra los que era difícil luchar frontalmente, excavaban túneles debajo del principal. De esa forma, podían crear un agujero en cuanto estos pasaban por encima. No sólo caían al nuevo túnel, sino que se encontraban con puntiagudas lanzas o peligrosa magia.

–¿Pueden esa mierda de sapos poner trampas? A mí me parecen jodidamente estúpidos– intervino Trelka.

–No son muy listos, pero había uno diferente. Era su líder, tenía franjas negras. Nos tendieron una trampa– explicó Guto.

Era uno de los hombres-topo a los que habían salvado en su anterior visita a la ciudad. Había visto al extraño sapo desde el interior de la biblioteca en la que se habían refugiado.

–Si tendieran una trampa, ¿dónde estarían?– preguntó Eldi.

–Lo más probable es que en el nivel inferior. Podrían estar escondidos por los alrededores, pero sería raro. No hemos detectado nada– explicó Fita.

Por si acaso, la vampiresa envió a sus exploradores alados a investigar dentro de los edificios cercanos. También hizo avanzar a un par de mastines, junto a los Gólems de Viento y Tierra de sus compañeros. Si había una trampa, querían que se activara con ellos.

–¿Qué tipo de trampas pueden ser?– preguntó Goldmi mientras las invocaciones avanzaban.

–La más sencilla sería que se abriera la tierra, con lo que fuera que espere debajo. También es posible que algo ataque desde abajo, sin esperar a que caigan, algún tipo de ataque de maná. Aunque no veo a esos bichos capaces de algo así– explicó Fato, uno de los seres-topos que habían acompañado a Eldi en la anterior exploración.

Por supuesto, había otros tipos de trampas. No obstante, no había rastro de magia en la superficie de aquella calle de la ciudad, pero no sabían qué podía haber por debajo. Por desgracia, habilidades como Oreja al Suelo podían detectar lo que estaba en contacto con la superficie, pero no lo que se encontraba en otra superficie. Lo que había sobre el suelo del nivel inferior, resultaba imposible de determinar.

–A nosotros no nos mires. Los enanos no somos expertos en putas trampas– negó Trelka antes de que le preguntaran.

–¿Quizás podríamos enviar a algunos exploradores? Eso de ahí es un acceso a las plantas inferiores– señaló Hila.

La hermana pequeña de Guto a punto había estado de morir en esta misma ciudad. A pesar de ello, tanto ella como su hermano habían decidido volver. Sin duda había sido traumático, pero su conocimiento del terreno era valioso.

–¿Eso? Voy a ver. ¿Son escaleras? ¿Hay algo más que tenga que saber?– se ofreció Gjaki.

–Sí, escaleras circulares para paso individual. Pero puede que no estén enteras. La puerta hay que empujarla, puede estar atascada– avisó Hila.

–No hay problema– aseguró la vampiresa.

Sus compañeros no dijeron nada. Tan sólo recibió unas pocas bendiciones, por si acaso. Sin duda, ella era la mejor para explorar, a no ser que fuera un bosque.

Delante de ella iba un mastín, y más adelante un Murciélago. Bajó las escaleras con cuidado. Estaban talladas en la roca, y el paso del tiempo no parecía haber hecho mella en ellas.

No tardó en llegar a la puerta, que examinó con cuidado. No tenía cerradura o manillas, y según Hila sólo hacía falta empujarla. Se cerraba sola, o al menos eso se suponía. Las que habían usado en su anterior visita tenían demasiada arena en las bisagras como para que se movieran bien, y hacían ruido.

Intentó empujar con cuidado y delicadeza, pero no se movió. Cuando aumentó la fuerza, el chirriar resultó realmente estridente

–Sin factor sorpresa entonces– decidió rápidamente la vampiresa.

De una patada, la puerta se abrió de par en par. Muchos pares de ojos miraron en su dirección. El chirriar inicial los había alertado, y el fuerte golpe sobresaltado.

Gjaki frunció el ceño ante lo que vio. Sin duda, había una trampa allí. El problema era que no había sólo sapos.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora