Cebo (II)

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–¡Esos malditos vivos! ¿Se están burlando de mí? ¿Creen que los voy a dejar avanzar sin más? ¡Atacad!– ordenó Kroljo, irritado.

Le molestaban aquellos proyectiles que purificaban el miasma, y odiaba a los vivos. Cuando justo después de los proyectiles, estos habían empezado a avanzar en una extraña formación, se había sentido insultado.

Mandó a los perdidos dirigirse hacia ellos, a la vez que rellenaba de miasma la zona purificada. Al mismo tiempo, observaba a los vivos, mientras una idea se formaba en su mente.

–Estúpidos. Estar así, en línea, es perfecto para mi ataque– apareció una malvada sonrisa en su rostro.

De todas formas, quiso acabar de rellenar la zona de miasma. No quería que sus subalternos despertaran y le causaran problemas

Cuando acabó, se movió cautelosamente, mirando a todos lados. Todas las sombras eran un poco paranoicas por culpa de Goldmi, que había acabado con un gran número de ellas.

Finalmente, llegó frente a la columna, y empezó a condensar el miasma en sus pequeñas manos. Parte del que había en el entorno se concentró allí, pero la mayoría era el producto de años de acumulación.

Con una mueca excitada, expulsó el miasma en un denso rayo negro que amenazaba con engullir todo a su paso. Observó expectante como llegaba a la cabeza de la columna, esperando que la atravesara de punta a punta, aniquilando a todos los vivos. Por el camino, se llevó por delante a algunos perdidos, aunque eso le daba igual.

No obstante, para su sorpresa, el Rayo de Corrupción se detuvo al llegar al frente a la columna, incapaz de superarla. Su poder seguía impactando y atacando, pero una fuerte defensa estaba consiguiendo detenerlo.

–¿¡Cómo!?– se sorprendió la sombra.

No comprendía como aquello era posible. En su mente, su ataque debería atravesar toda oposición.

Su misma sorpresa la sufrieron otras sombras, poco antes o poco después, como Jreneg. Ninguna de ellas había podido resistirse al apetitoso cebo, y todas se estaban encontrando con la misma oposición.

Si no lograban atravesar dichas defensas, significaría el desperdicio de años de acumulación, y una profunda herida en su orgullo. Aunque había algo mucho peor para ellas. El lanzamiento del ataque había revelado su posición.



Los músculos de Tritu y Apli se expandieron, a la vez que tomaban un reflejo metálico. Varios tatuajes en sus cuerpos brillaron, entrelazándose, activando sus tótems. Sus armas habían sido guardadas, y sus brazos estaban frente a ellos, en cruz.

Músculos Totémicos era su defensa más poderosa, comparable al Inexpugnable de Eldi o el Intangible de Gjaki. La defensa no era absoluta, pero podía bloquear el 99% del daño. Con el resto, debía lidiar su propio cuerpo y sus habilidades regenerativas.

La gran ventaja de la habilidad era que podían moverse y atacar mientras estaba activa, aunque eso no era de utilidad en aquella situación. Además, duraba el doble que la de Eldi. La gran desventaja era que sólo la podían usar una vez al día.

Bloquearon la parte central del Rayo de Corrupción, protegiendo así a los demás bárbaros. Algunos restos del poder podían afectar a sus congéneres, pero estos eran capaces de lidiar con ello.

Lo mismo no se podía decir de los perdidos que estaban atacándolos. El exterior del ataque simplemente los aniquiló, hasta llegar a la línea de defensa de los vivos.

Allí, los enanos estaban preparados para los restos del debilitado Rayo de Corrupción. Parte del poder había sido consumido con los propios seres corrompidos, y no era ya un problema para la Fortaleza Enana. La formación distribuía el ataque entre todos ellos, haciéndolo manejable.



–... absoluta protección– acabó Merlín el cántico.

Una densa cúpula de maná surgió sobre ellos, bloqueando cualquier movimiento de maná. La gran desventaja del hechizo era que no bloqueaba ataques físicos. La gran ventaja, la duración variable y la amplitud de su alcance.

Dado que el miasma era una forma corrompida de maná, el Rayo de Corrupción no podía atravesar la Fisura de Maná. Permaneció bloqueado frente al hechizo, ante la mirada atónita del general, quien no podía creérselo.



El Rayo de Corrupción atravesó la primera barrera en menos de un instante. De hecho, atravesó tres en un segundo, lo que hizo que el general mostrara una mueca de desdén.

–¡Ninguna defensa puede pararlo! ¡Ilusos!– se burló.

La cuarta le costó medio segundo, mientras que la quinta tres cuartos. Algo más de un segundo le costó atravesar la sexta. Para cuando llegó a los poderosos escudos de maná, un tercio del poder ya se había disipado.

No obstante, apenas quedaba una defensa más, así que la sombra observaba con expectación a que la atravesara y los engullera. Lo que no esperaba era que, tras el mismo tiempo que le había costado atravesar las otras defensas, aquellos escudos tan sólo habían perdido un poco de brillo.

No le habían parecido tan poderosos, así que no entendía cómo aguantaban. Desde su posición y con las interferencias de su propio hechizo, no podía percibir el flujo de maná entre los elfos y los escudos. Los estaban reforzando continuamente, desgastando la ofensiva de su enemigo.

Lo más curioso fue que, en cuando acabó, los elfos empezaron a retroceder.

–Al menos los he asustado– quiso consolarse, a pesar de estar profundamente decepcionado.

Había esperado acabar con ellos, pero seguían allí, vivos.



En el frente de Lidia y Líodon, se creó un Muro Impenetrable. Al igual que en el caso de los elfos, el hechizo podía reforzarse continuamente, lo que les permitió resistir hasta el final.

En otro frente, ocupado íntegramente por gigantes de hielo, lanzaron su propio ataque para oponerse. El Hielo Eterno era una habilidad no especialmente poderosa por sí misma, pero con una particularidad muy especial. Aparte de poder añadir un flujo continuo, su poder se sumaba a otras iguales.

De esa forma, ambos ataques se anularon mutuamente, hasta que el Rayo de Corrupción agotó todo su poder. Sorprendentemente, el Hielo Eterno cambió de dirección en ese instante, devolviendo lo que quedaba del poder a sus dueños. De esa forma, recuperaron un parte del tamaño que habían perdido durante el intercambio.

En cada frente, lidiaron con el hechizo con los medios a su disposición. Hubiera sido letal de haberlos cogido por sorpresa, pero todos estaban más que preparados. Habían planeado aquel cebo y su defensa. Ahora, sólo quedaba la parte final del plan.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora