Reencuentro

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–¡Papá!– exclamó Menxilya, lanzándose sobre él.

Lo abrazó por la cintura, mientras sus ojos derramaban lágrimas que empapaban la maltrecha armadura de su padre. Él la abrazó con suavidad y cariño, acariciando su cabello verde, y sin tampoco ser capaz de contener las lágrimas.

Cuando se habían despedido, lo había hecho sin saber si la volvería a ver. Temía por la seguridad de su hija, a pesar de que sabía que su propia vida corría incluso un mayor peligro. Ahora, antes incluso de llegar a su destino, habían vuelto inesperadamente a reunirse. Era un gran regalo.

Los Guardianes del Norte se dejaron caer sobre la vegetación, maravillados de la existencia de tal lugar entre la corrupción. Costaba de creer la existencia de un aire tan limpio, la pureza del maná y la ausencia de miasma.

Después de la tensión, encontrarse en un pequeño paraíso, a salvo, libres de la corrupción, les hizo bajar sus defensas. El cansancio los invadió, y más de uno se dejó vencer por el sueño que no se habían podido permitir durante días.

Goldmi distribuyó nutritivas y refrescantes bebidas entre los que aún estaban despiertos, aunque no una comida completa. Eso tendría que esperar a que despertaran.

Fueron especialmente llamativos una niña y un padre abrazados sobre la hierba, con los ojos cerrados, durmiendo. Sus suaves respiraciones y sus sonrisas daban una sensación de paz que no duraría demasiado. Aquel era tan sólo un breve descanso. Pronto, tendrían que partir hacia un destino incierto.



La dríaptil se detuvo de repente. Era una de las encargadas de purificar el miasma, al menos en las tiendas médicas y dormitorios. Sin embargo, en los últimos días, no habían encontrado oposición, así que apenas había tenido trabajo para las primeras. Las segundas eran necesarias para que los combatientes descansaran. La continua exposición al miasma era perjudicial, aunque no para todas las razas por igual. Ella era especialmente sensible.

–¿Cocrra? ¿Pasa algo?– le preguntó su amiga reptiliana.

La dríaptil no respondió. Sólo levantó la mano, indicando que guardara silencio, que necesitaba concentración. Había sentido algo, algo que no debía sentir allí.

Apenas sin mirar, avanzó hacia el frente de batalla, donde se estaban talando algunos árboles corrompidos. Los que la vieron acercarse se extrañaron, pues no solía acercarse tanto.

Se detuvo un momento y los miró, intentando no perder la percepción que se había ido intensificando a medida que avanzaba.

–Necesito una escolta, es urgente– pidió.

La miraron estupefactos. Aquella era una petición sumamente extraña, pero aquella reptiliana era un tanto singular. Quizás, su estatus no era tan alto como para realizar aquella demanda en circunstancias normales, pero su existencia tenía un significado especial en aquel lugar. No sabían muy bien qué haber.

–Ya la habéis oído. Mi escuadra conmigo para protegerla. La de reserva, que tome nuestro lugar– ordenó una reptiliana de piel roja.

Nadie osó desobedecer las órdenes Kroquia. Al fin y al cabo, era la emperatriz.

La dríaptil asintió, pero no dijo nada más, ya que su concentración estaba en aquella sensación que no quería perder. Su actitud molestó a algunos reptilianos, pues les parecía un insulto a su emperatriz. No obstante, la mirada severa de Kroquia impidió queja alguna. De hecho, les hizo preguntarse qué más había en aquella extraña situación.

Por su parte, la emperatriz estaba un tanto sorprendida, pero conocía perfectamente la función de la dríaptil, su importancia. Había una misión altamente improbable que sólo seres como ella podían llevar a cabo, y que hasta entonces no había dado señales ni siquiera de poderse intentar.

No estaba segura de si ahora era el caso, pero por nada del mundo quería interrumpirla. Lo único que podía hacer era escoltarla, asegurarse de que nada la molestara.

Avanzaron rodeándola, a cinco metros de distancia. Se aseguraban de que no hubiera nada a su paso, y cambiaban su trayectoria de acuerdo a los movimientos de Cocrra. Su amiga los seguía, tan preocupado como desconcertada.

De repente, se detuvo. Durante unos segundos, se quedó quieta, inmóvil. Tan sólo las raíces que salían de sus pies y se incrustaban en la tierra corrompida indicaban que algo estaban sucediendo.

Extrañamente, un leve brillo la envolvió, emitiendo un aura que parecía imposible de existir en aquel lugar. Les parecía poder oler la hierba, las flores. No en vano, una dríaptil es una híbrida entre reptil y dríada.

Poco a poco, se fue formando una sonrisa en sus labios, a la vez que lágrimas brotaban de sus ojos cerrados y recorrían sus mejillas. Había escuchado un "Hola".

La estuvieron mirando intrigados durante un buen rato, hasta que abrió los ojos y miró a Kroquia.

–Las he encontrado. Tus amigos están bien, han logrado algo increíble, despertarlas. Estaban vivas... Debes avisar a las demás, tenemos mucho trabajo que hacer– reveló, emocionada.

La emperatriz asintió. Intentó no mostrar lo emocionada que estaba, pero no pudo evitar sonreír. Noticias sobre sus amigos, por los que había estado temiendo, era algo que no esperaba recibir en aquel lugar, y eran más que bienvenidas. Se sentía eufórica.

La segunda noticia también era extraordinaria. Ella, como emperatriz, tenía acceso a más información sobre la operación que la mayoría de los combatientes. Aquello era de suma importancia. Por mucho que fuera la emperatriz, estaba incluso orgullosa de poder actuar como mensajera de aquella extraordinaria noticia.

Sacó un artefacto de entre sus ropas, que estaba colgado al cuello por una suntuosa cadena. Imbuyó maná para enviar un breve y conciso mensaje.

–Plan Dri en fase dos. Punto de partida, mi posición. Avisadlas. Equipos elfhumvam y gunor operativos, acercándose a su objetivo.



El duende estaba en uno de los frentes, supervisando la operación. Estaban avanzando, pero no logrando nada significativo desde que sus enemigos se habían retirado. Destrozar los árboles corrompidos era necesario, pero llevaría años. Purificar y repoblar las zonas corrompidas aún sería más lento.

Tampoco tenía noticias de los Guardianes del Norte o del grupo de visitantes. Resultaba frustrante, pero tan sólo podían esperar.

Fue entonces cuando recibió el mensaje de Kroquia. Su primera reacción fue abrir mucho los ojos y la boca. La segunda, apretar los puños y dar un grito de júbilo. Todos los que estaban en la tienda de mando lo miraron extrañados.

–Cof, cof. Esto... Avisad a las semi dríadas. Han encontrado a sus hermanas– informó.

Una mueca de satisfacción se dibujó en su rostro cuando todos los demás exclamaron tan o más ruidosamente que él. Aquella era la mejor noticia que podían esperar.

Todos allí conocían parte de ese plan, aunque muchos menos sabían de los dos grupos en territorio enemigo. El duende activó entonces otro artefacto, cuyo eco sería recibido por los que dispusieran del receptor adecuado.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora