Ataque coordinado (IV)

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El enorme jefe sapo de nivel 63 maldijo a sus amos al sentir el dolor en la anilla que rodeaba su anca izquierda. Había llegado a aquella ciudad y llevado a sus subalternos en lo que era un paraíso para ellos. No había enemigos poderosos, tenían un confortable lago, y no era difícil encontrar comida. Muchas presas de bajo nivel habían anidado en diferentes partes de la ciudad, y era fácil cazarlas.

Sin embargo, un día, los vampiros habían llegado. Mucho más fuertes que ellos, habían matado a varios de sus sapos, y lo habían sometido. Así que se veía obligado a cumplir sus órdenes, o a afrontar su ira. No podía esconderse, pues aquella anilla podía causarle un profundo dolor, mucho mayor que el actual. En aquel momento, sólo les estaban llamando.

Hubiera querido ignorar ese dolor, pero sabía que sería peor. No tuvo más remedio que apresurarse y convocar a los suyos. Inmediatamente, se zambulleron en el agua.

Estaban en una cueva cuya entrada se encontraba en el interior del lago. Un largo túnel llegaba hasta su gruta, donde sorprendentemente había aire que de alguna forma se regeneraba.

Había sido un base secreta de un poderoso noble-topo en el pasado, y los sapos la habían encontrado con facilidad. Siendo un lugar recluido, con agua y aire, les había resultado el escondite ideal. Hasta que habían sido descubiertos por los invasores vampiros mientras buscaban comida.

Salieron del túnel para acudir a la llamada de sus amos, sin tomar ningún tipo de precauciones. En el lago, no había nada que pudiera amenazarlos, o al menos no lo había habido hasta entonces.

Inesperadamente, un tentáculo atrapó al primero de los sapos, que fue incapaz de resistirse. El resto, retrocedieron aterrados. No sólo era la diferencia de nivel, sino que su instinto les gritaba que aquella era una existencia que estaba muy por encima de ellos en la cadena trófica. Era una existencia sobrecogedora contra la que no podían resistir.

A toda prisa, volvieron a su refugio. Cuando un tentáculo entró tras ellos, se apresuraron a llegar aún más adentro, aterrados.

El dolor de la anilla se fue haciendo más y más intenso a medida que la paciencia de los vampiros que lo llamaban se agotaba, pero no le quedó más remedio que aguantar el dolor. Le era imposible escapar de allí, incluso con la ayuda de los suyos. Estaban totalmente bloqueados y aterrados.

La kraken, por su parte, no se preocupó por que se escondieran. Su cometido era que los refuerzos no salieran de aquel lago, e incluso se podía permitir jugar con ellos. Como perseguirlos con uno de sus tentáculos.

De hecho, de quererlo, podía Encogerse y seguirlos. Incluso a menor tamaño, dada la diferencia de nivel, no serían rival para ella. No obstante, no tenía motivo para ello. Simplemente, se quedó jugando en el agua, preparada por si la podían necesitar.

–Hermana, tengo a unos cuantos de esos sapos atrapados. Están mucho más sabrosos si los cocinas tú. ¿Qué quieres que haga con ellos?– le preguntó a Goldmi.

–De momento nada. Luego podemos ir juntas– se ofreció la elfa.

–¡Vale!– exclamó entusiasmada.

Le encantaba cazar con su hermana elfa en el agua. A veces, incluso su hermana a cuatro patas iba con ellas. Su hermana alada no entraba en el agua, pero alguna vez las había ayudado desde el cielo, localizando a las presas y acosándolas. En tierra, se sentía más bien torpe, pero en el agua era la reina. Aquella propuesta le había entusiasmado.



No todos los sapos estaban escondidos en la cueva del lago. Algunos estaban en el palacio, y los había también patrullando. Unos cuantos estaban en el nivel superior, alrededor del palacio. El mayor problema para ellos era que no sabían desde dónde venían aquellas flechas letales.

Uno tras otro, fueron perforados por Flechas de Viento y Flechas Penetrante. La flexible piel de los anfibios era incapaz de resistir el terrible poder de la arquera, que prácticamente les doblaba en nivel.

–¿Qué hacéis aquí? ¡Os he dicho que patrullarais!– los echó una vampiresa cuando los vio volver para refugiarse –Espera, ¿y el resto?

Demasiado tarde se dio cuanta de que pasaba algo extraño. Tres Flechas Toscas la golpearon a la vez en sus piernas y brazo, haciéndola caer sobre las plantas del jardín. Dichas plantas se Enredaron en ella, amordazándola e inmovilizándola.

Le dolían el brazo y piernas golpeados, que sin duda estaban rotos. Intentó resistirse con la otra mano, pero sin darse cuenta de cierta extraña fragancia. Con Naturaleza Tóxica, la elfa había aprovechado la toxina de una de las plantas cercanas para adormecerla, aunque no para matarla.

Con los años, había aprendido a dominar dicha habilidad, gracias a su proximidad con la naturaleza, y a la ayuda de cierta drelfa. Ahora, podía dosificar con facilidad las toxinas que se encontraba.

–¿Vagui? ¿¡Qué te ha pasado!?– se acercó un vampiro, queriendo liberarla.

Sin embargo, recibió el mismo tratamiento que su compañera. Pronto, dos vampiros yacían inconscientes en el suelo, atados por las plantas. En cuanto a los sapos, había varios cadáveres cerca, y algunos habían logrado resguardarse en el interior del palacio. Por ahora, estaban a salvo, aunque habían tenido que meterse bastante dentro. Con Disparo Curvo y Billar, algunos habían caído incluso en el interior.



–Parece que va siendo hora de bajar– se dijo la elfa.

El lago estaba controlado, y no había más enemigos en el exterior. Su hermana alada no había encontrado más, a excepción de los que ella misma había abatido, ya fuera con Filos de Viento, o cayendo sobre ellos como el ave rapaz que era. Puede que fueran demasiado grandes para ella, pero el ave albina podía Crecer. Si aparecía algún otro, se ocuparía de él.

Goldmi saltó y se dejó caer, Flotando para llegar al suelo con suavidad. Se aseguró de aterrizar sobre un lugar por el que habían pasado los sapos, lanzó Detección de Vida, y esquivó las trampas con facilidad. Detectar Maná y Detectar Energía eran ideales para ello.

No las desarmó, no tenía tiempo para ello. Simplemente, las marcó con una flecha dorada. Era la señal que todos sus aliados reconocerían. Si la veían, no se acercarían.

Tras ello, entró en el palacio por el piso superior, empuñando espada y daga, y protegida por Barrera Ciclónica. No había detectado más enemigos cerca, pero eso no significaba que no tuviera que andar con cuidado. En el juego, algunos enemigos podían escapar a su detección.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora