Asalto (I)

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–Tengo que reconocer que tus marionetas son realmente realistas. ¿Cómo haces la sangre? ¿Y los hechizos?– se interesó uno de los escoltas de la titiritera.

–La sangre es de verdad. Así es aún más realista. Los hechizos se guardan en un contenedor especial. Sólo pueden lanzar uno. Joder. No les ha bastado con destrozarlas, que las han enterrado. Poco se podrá aprovechar. El trabajo de meses... Espero que haya valido la pena– lamentó ésta.

–Quieres decir, aparte del pago. Tengo entendido que han sido generosos. Al menos, nos invitarás a unas bebidas, ¿verdad?– demandó otra de sus escoltas.

–Siempre igual. De acuerdo, pero ayudadme a desenterrarlos. Al menos, los materiales deberían poderse volver a refinar– aceptó la titiritera.

–En la Mesa Sonriente– negoció la escolta.

–Tú... Está bien... Pero quiero todos los restos– se resignó ella.

–¡Hecho!



Kan Golge maldijo para sí. Había sido demasiado arrogante. Había creído que lo tenía todo controlado, que estaba un paso por delante de sus enemigos, pero había resultado que estaba uno por detrás.

Lo peor era que sus viejas heridas se habían agravado. No le preocupaba la pérdida del brazo, tener la cara medio quemada, o haber perdido un ojo. Eso lo podía regenerar. El problema era una nueva grieta en su núcleo.

En el pasado, había modificado su cuerpo para hacerlo más fuerte, e insertado una valiosa gema para crear dicho núcleo, su centro de poder. Con ello, aparte de un cuerpo más resistente, había aumentado su capacidad de maná y su rendimiento.

El precio a pagar había sido alto, pero había estado más que dispuesto a hacerlo. Su objetivo actual era sustituir aquella gema agrietada por la de la Llama Eterna. No sólo aumentaría su poder, sino que sus heridas internas sanarían por completo. Sin embargo, había caído en su propia trampa.

El collar era falso, y había explotado en contacto con su aura. Por suerte para él, había tenido tiempo suficiente para activar el artefacto defensivo que siempre llevaba consigo.

El resultado había malogrado el artefacto, dejándolo inservible, pero él había logrado sobrevivir. Su hijo, el que estaba con él en el despacho, se había vaporizado junto a la habitación, aunque eso era lo de menos.

El problema residía en que el espacio había sido sellado. Los círculos mágicos de evacuación no funcionaban, así que no podían escapar por ellos. El enemigo había venido preparado. De hecho, llevaba tiempo planeando la operación.

El collar no sólo llevaba un poderoso explosivo, sino un sutil y poderoso sistema de rastreo. No sólo la base principal estaba siendo atacada, sino todas las intermedias. Pretendían a partir de ellas encontrar otras bases enlazadas, y eliminar de la faz de Jorgaldur aquella amenaza para siempre.

De hecho, los que habían atacado a las marionetas que representaban a los Guardianes del Norte también estaban sufriendo las consecuencias.

–Otro más...– maldijo para sus adentros Kan Golge.

Había avisado a los hijos que estaban fuera de la base inmediatamente, para que huyeran, para que se pusieran a salvo. No quería perder más fuerzas.

Sin embargo, muchos no lo habían logrado, probablemente junto con sus subalternos. Podía sentir sus conexiones rompiéndose.

Respecto a los que estaban en la base principal, eran sacrificios necesarios para que él escapara. Les había prometido que iba a activar un arma poderosa que no existía. No es que no hubiera defensas en la base, pero los enemigos eran numerosos y venían preparados.

Así que sus hijos y subordinados estaban luchando con todas sus fuerzas para ganar tiempo, creyendo que podrían contratacar. Confiaban en el poder y los preparativos de su señor, cuyos recursos habían sido siempre extraordinarios.

Lo que desconocían era que sus enemigos también sabían contra quién luchaban. Las distorsiones de maná afectaban a todos por igual, pero más a los defensores. Muchos de los artefactos defensivos habían quedado inutilizados, y los escudos defensivos se habían debilitado considerablemente.

Lo que aún menos sabían era que sus vidas acabarían en veinte minutos. Habían activado un don especial que les había otorgado su señor para incrementar su fuerza temporalmente, a costa de debilitarlos cuando acabara el efecto. Debería ser suficiente para darle tiempo a activar su "arma secreta".

Lo que no sabían era que en realidad morirían. No quería dejar testigos, así aquella semilla forzaría sus cuerpos hasta que fueran completamente consumidos. Ya nada podía salvarlos.

Claro que no había para todos. Los no combatientes debían esconderse en un refugio especial. En realidad, sería su tumba.

La situación hubiera sido muy diferente si el ataque no hubiera sido por sorpresa. Si lo primero que los asaltantes habían hecho no hubiera sido precisamente crear caos en la circulación de maná. Las barreras defensivas lo deberían haber prevenido, pero el ataque había venido desde dentro. Desde cierto collar.

Aparte de intentar asesinar al primer vampiro ancestral que lo tocara, la misión del falso collar era interferir en el maná. Al menos, la segunda parte había sido un éxito.



Siguió bajando las escaleras, y cerrando tras de sí las diferentes entradas. Incluso si sobrepasaban las defensas, les costaría encontrarlo.

Se paró a media bajada, abrió una puerta secreta en la pared, y siguió por otras escaleras. Era una operación que había repetido ya cuatro veces.

Aquella ruta de escape era un complicado laberinto que sólo él conocía. Para hacerlo más difícil, las bifurcaciones estaban ocultas, y bloqueaba los mecanismos cuando las cruzaba. Parecía una simple pared más junto a unas interminables escaleras.

Finalmente, llegó a su destino. Era un largo y oscuro túnel, que lo llevaría lejos de allí. Podría entonces usar los círculos de transporte que lo estaban esperando más adelante, hacia sus escondites secretos. Estaba bien preparado para escapar.

No obstante, no podía sentirse feliz. Aunque había escapado, había perdido mucho por un único descuido. Su codicia por el collar, y su soberbia por creerse más listo que sus enemigos, le habían llevado a cometer un terrible error. Siglos de esfuerzo se habían perdido en apenas unos instantes.

–Si lo conseguí una vez, lo volveré a lograr. Lo reconstruiré– se prometió mientras avanzaba por el túnel –. Aunque, quizás, no esté todo perdido. Si ellos van allí...

Cambió de idea y dio media vuelta, hasta llegar a una bifurcación por la que ya había pasado, y escoger el otro camino. Por suerte, no había derribado esa parte del túnel, sólo el kilómetro inicial. No obstante, si sus enemigos intentaban seguirle, el resto de los túneles estaba diseñado para caerles sobre sus cabezas.

En un primer momento, había decidido ir a uno de sus refugios a curarse sus heridas. Allí, tenía que preparar con calma sus futuros planes, mientras valoraba el alcance del desastre. Ahora, había cambiado esa decisión para dirigirse a otro lugar. Si su corazonada era acertada, quizás tendría la posibilidad de darle la vuelta, de regresar triunfalmente.

–Vale la pena intentarlo. Aún no está todo perdido. Me las van a pagar– prometió con rencor.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora