Traidor (II)

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Cahildya se dejó caer, mientras lanzaba un Rayo de Fuego. Era un ataque a distancia, pero también podía usarse como propulsión, muy útil si se está en caída libre.

Gracias a ello, llegó sobre la atalaya, y usó otro Rayo de Fuego para frenar la caída. Por desgracia, el que había sido su hermano logró girar sobre sí mismo en el suelo para esquivarlo.

Cohjiyo cayó como una Pluma, y utilizó una habilidad similar al Helicóptero de Eldi para controlar la dirección de su vuelo y llegar también hasta la atalaya.

Los otros tres guardianes también aterrizaron con facilidad. No sólo habían sido elegidos para la misión por su habilidad en combate, sino por ser capaces de lidiar con ese tipo de situaciones. Si tenían que correr sobre un Camino de Viento, la posibilidad de tener que enfrentarse a una caída era alta.

Una guardiana tenía afinidad al viento, así que lo tuvo bastante fácil. Muchos de sus hechizos le permitían controlar su dirección o frenar su caída, por lo que se limitó a usar los de más bajo consumo, mientras vigilaba atentamente a su enemigo y sus compañeros. Podía echarles una mano si lo necesitaban.

Otro lanzó la lanza con una cuerda para clavarla en la atalaya. Se dejó llevar por la cuerda, pasando por debajo de la atalaya a toda velocidad, gracias lo cual los ataques de los perdidos se quedaron atrás. Con el impulso y la sujeción de la cuerda, la trayectoria lo mandó de nuevo hacia arriba, al otro extremo. Empuñó la otra lanza que tenía a la espalda.

La tercera no tenía ninguna habilidad o hechizo adecuado para la situación. Así que abrió los brazos y las piernas y activó una función especial de su armadura. Unas membranas cubrieron el espacio entre las piernas y bajo los brazos, permitiéndole controlar el vuelo con precisión. Se dejó caer para ganar velocidad, y luego cambió de dirección para sobrevolar la atalaya, como tantas veces había hecho practicando su deporte favorito.

Cahldor tuvo que volver a esquivar el ataque de su enemiga voladora. La lanza le rasgó una pierna, mientras que las Esquirlas le causaron varios cortes. Aunque no eran tan graves como los hubiera sido si la Estalagmita lo hubiera perforado.

La guardiana clavó el arma en el suelo, Reforzándola, para frenar y situarse a cierta distancia de su enemigo, rodilla en tierra y mirándolo.

Otra lanza pasó cerca de Cahldor, aunque éste la esquivó con facilidad. Llegó hasta el que se había balanceado con la cuerda, quien la cogió con facilidad.

–¡Gracias por devolvérmela, cariño!– agradeció a la guardiana afín al viento.

Ésta apenas sonrió un instante. Toda su concentración estaba en su enemigo, que había logrado levantarse. Tenía algunos rasguños, quemaduras y la ropa hecha trizas, pero nada demasiado graves.

–¿Así queréis jugar?– les preguntó entre dientes, amenazante.

Quería hacerles hablar, ganar tiempo. Si la sombra volvía, podría utilizar a los perdidos. Si no, incluso así podían acudir en su ayuda. Algunos disparaban a los vivos que lo atacaban, y quizás podrían llegar algunos aéreos. No sabía si los había llamado, pero si venían y veían a los vivos, los atacarían. Eso le daría ventaja.

Sin embargo, no tuvo más remedio que desenvainar sus espadas para enfrentarse al rápido ataque de Cahildya. Nada más aterrizar, había desenvainado las suyas y abalanzado contra él. No tenía ninguna intención de hablar con él.

No sólo había traicionado a su gente, sino que había colaborado en la persecución de su marido y su hija. Ella nunca le podría perdonar.

Sus espadas se entrecruzaron con velocidad y habilidad. Ambos se conocían bien, y habían practicado mucho juntos, aunque quizás él estaba un poco desentrenado. Llevaba casi tanto tiempo como ella sin practicar, pero para ella, los años habían pasado en apenas un instante.

Mientras los metales chocaban, un Aliento de Fuego salió de la boca de ella, para encontrarse con uno similar. Ambos tenían la misma afinidad y aprendido los mismos hechizos y trucos.

La explosión los empujó hacia atrás, provocando que se separaran, y él intentó sorprenderla aumentando su velocidad con Estimulación. Es una habilidad de sangre que podría describirse como una forma menor de Sobrecarga Sanguínea. La presión que ejerce sobre el cuerpo es menor, pero también sus efectos. Era una de las que había aprendido y desarrollado tras convertirse en vampiro, así que Cahildya no podía conocerla.

Se abalanzó sobre ella, pero tuvo que cambiar bruscamente de dirección para evitar una peligrosa hacha girando sobre sí misma. Un brusco Golpe de Viento lo desequilibró, y un Grillete de Tierra aprovechó su distracción para aprisionarle el tobillo.

Reaccionó rápido, desviando con sus dos espadas la lanza que amenazaba con atravesarlo. Seguidamente, se agachó para esquivar el hacha que volvía, mientras Incendiaba su pie para liberarse del Grillete.

Una mano agarró el hacha, a unos metros de él, habiéndose acercado corriendo a su enemigo. Sólo le dio tiempo de atacarlo con el mango en la cabeza, aunque su enemigo esquivó, por lo que sólo alcanzó su hombro.

Cahldor apretó los dientes, soportando el dolor, intentando volverse con sus espadas para enfrentarse a su nuevo enemigo, pero un rodillazo en la mandíbula lo empujó un par de metros hacia atrás.

Apenas tuvo tiempo de desviar una daga Propulsada hacia él, que había aparecido repentinamente. El hechizo de viento aumentaba la velocidad continuamente, haciéndola sumamente peligrosa.

Logró evitar que se clavara en el corazón, pero no que tuviera que soltar una de las espadas. Una profunda herida se abrió en su mano, resultado de la segunda daga.

Se revolvió a tiempo para bloquear la espada de Cahildya, pero ya no tenía la otra espada para la segunda. La hoja se clavó profundamente en su estómago.

–Herma...– quiso decir, mientras escupía sangre.

–No tienes derecho a llamarme así– lo contradijo ésta, mientras giraba la espada para agrandar la herida en su estómago, y esquivaba un Aliento de Fuego.

Su exhermano había querido tomarla por sorpresa, apelando a sus sentimientos, pero ella ya no confiaba en él. Todo el amor que había sentido por su hermano se había transformado en odio. Sus crímenes eran demasiado terribles para sentir la más mínima piedad.

Una lanza se clavó en su boca, y una Estalagmita atravesó su corazón. No obstante, no se dieron por satisfechos. Se había convertido en vampiro, pero no estaban seguros de que sólo fuera eso. Querían asegurarse de que estuviera muerto.

Así que su hermana lo Incineró. El hechizo, de corto alcance, creó un cono de fuego que penetró por la herida abierta en el estómago, reduciendo a Cahldor a cenizas. El mayor traidor de la historia de su pueblo había sido ejecutado.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora