Cebo (III)

103 30 0
                                    

Las sombras se quedaron mirando como los vivos retrocedían, reacias a dejarlos ir. Sin embargo, no había nada que pudieran hacer para evitarlo. Su as en la manga había fallado estrepitosamente, y sus subalternos estaban un poco dispersos. Por no hablar de que ellos mismos habían eliminado a unos cuantos.

No dejaron de mirarlos mientras se alejaban, sin darse cuenta de que el peligro se acercaba a ellos peligrosamente rápido. El Rayo de Corrupción había revelado su posición, y sus enemigos estaban preparados para aprovecharlo.

Jreneg sintió de repente un aura que se aproximaba velozmente a él, un aura que odiaba. Se volvió hacia ella, dispuesto a atacarla con todas sus fuerzas, pero sus fuerzas eran escasas.

En condiciones normales, apenas hubiera tenido una oportunidad. En las actuales, ni siquiera eso. Su ataque había vaciado sus reservas de miasma, por lo que estaba más débil que nunca.

Podía dirigir el miasma hacia la presencia, pero eso poco podía hacer nada contra ella. Ni siquiera, tenía tiempo para huir.

El miasma fue atravesado sin dificultad, incluso purificado. Una pequeña adolescente con alas similares a las de una mariposa, de un color rojo cereza, había llegado hasta la sombra, envuelta en un aura que parecía ser la némesis del miasma.

Jreneg exprimió el poder que le quedaba para atacarla, para contrarrestar el aura que exhibía el hada, pero de poco le sirvió. El aura lo envolvió, purificando su cuerpo, liberando su esencia de la prisión en la que se encontraba.

–¡Noooooooo!– gritó mientras su existencia se desvanecía.

–Hermano perdido, vuelve a ser maná. La próxima vez que renazcas, espero que tengas más suerte– le deseó la princesa de las cerezas.



Las hadas habían llegado hasta la profundidad del bosque corrompido para ayudar en esa tarea. Normalmente, les hubiera sido difícil llegar y permanecer por largo tiempo, pues el miasma era un veneno para ellas. Podían purificarlo, pero el continuo combate contra el miasma las iba debilitando, amenazando con acabar con su existencia.

Sin embargo, era posible traerlas en recipientes estancos donde el miasma no podía entrar. Habían salido de ellos en cuanto habían sentido a las sombras, y atacado después de que agotaran su poder.

Las hadas no solían intervenir en asuntos de los mortales tan directamente, pero aquellas sombras habían sido espíritus del bosque. Es decir, hadas jóvenes que no habían tenido la oportunidad de madurar en su forma adulta. Por ello, poner fin a aquellas formas corrompidas era importante para ellas. Podría decirse que era personal.

Lo hicieron con tristeza, contemplando una vez más en qué se habían convertido. Aunque también había esperanza, de que pudieran volver a renacer del maná, y no tener que sufrir como lo habían hecho.

Así, una tras otra, las sombras fueron purificadas. De esa forma, los perdidos se quedaban sin nadie que los dirigiera, sujetos tan sólo a sus instintos.

En cuanto a las hadas, desaparecieron rápidamente del campo de batalla. Volvieron a sus recipientes, y fueron pronto llevadas de nuevo al bosque, desde el cual regresarían a su reino.



–Padre, todas las sombras enviadas a combatir la invasión han desaparecido– anunció Warkmon.

–¿¡Cómo!?– se exasperó Kan Golge ante la inesperada noticia.

Su hijo no se sorprendió de que cortara la comunicación. Aquello era un revés imprevisible y un duro golpe a sus planes. Más de la mitad de las sombras habían sido enviadas para controlar los diferentes frentes, y todas habían desaparecido. Aquello significaba que su control sobre los perdidos se veía profundamente afectado. Aunque arrogantes, agresivas y no muy inteligentes, les resultaban muy útiles.

Kan Golge inmediatamente contactó con algunos de los hijos que le quedaban, los que había enviado como espías junto a las fuerzas enemigas.

Ellos les describieron los hechos, el extraño ataque, los Rayos de Corrupción bloqueados, y la inesperada aparición de las hadas.

Los relatos se repitieron entre todos sus hijos, dejando claro que no había sido casualidad. Aquello había sido un plan deliberado para eliminar a las sombras.

–¿Cuánto tiempo lo han estado planeando? ¿Los he vuelto a subestimar? ¿Son una distracción, o lo eran las incursiones? ¡Maldita sea!– se sintió profundamente irritado y confundido. Le costó un rato calmarse y reconsiderar sus opciones.

–Siempre puedo reconstruirlo todo, poco a poco. Me llevará milenios, pero ya lo he hecho una vez. De todas formas, todavía hay tiempo. Incluso sin las sombras, tardarán décadas en llegar hasta aquí, en purificarlo todo. La puerta se abrirá antes. Por ahora, sólo tengo que esperar. Con suerte, me traerán la Llama Eterna– se dijo.

Tras ello, se puso a estudiar la situación sobre un mapa. Era necesario reducir las pérdidas, y retrasar lo más posible a sus enemigos. Ya habría tiempo para lo demás.

–Warkmon. Ordena a la mitad de las sombras que vayan al frente y traigan a los perdidos de vuelta. Que dejen unos pocos para cubrir la retirada. Las hadas han matado a los demás, pero no creo que sigan allí. De todas formas, vigílalas. Si alguna muere, que se retiren inmediatamente– ordenó.

–Sí, padre.

Warkmon llamó entonces una a una a las sombras. La mayoría estaban en parejas, por si acaso, así que hizo a una de cada dos irse a buscar a los perdidos. No podía dejar las zonas sin vigilancia, así que tenía optar por un mal menor. Era menos seguro, sobre todo sabiendo que dos habían desaparecido, pero tendría que bastar con que hubiera una sola en cada zona.

Las tendría vigiladas, al igual que las que iban a la zona de combate. Ahora, había menos, así que resultaba más fácil controlarlas.



–Fase uno completa. Es hora de la fase dos– anunció Apli.

–¿Cuál es la fase dos?– preguntó uno de los bárbaros.

–¡Triturarlos!– gritó Tritu, levantando su martillo.

–¡Aplastarlos!– añadió Apli, alzando su hacha.

Sus gritos fueron coreados por los demás bárbaros. Incluso los enanos se unieron. Ahora que habían perdido a sus generales, los seres corrompidos eran presa fácil.

Tan sólo había que ir con cuidado de no atraerlos a todos de golpe, pues el ejército que estaba más allá seguía siendo imponente. No obstante, eran poco más que dianas de prácticas para un grupo organizado, incluso si eran los bárbaros.

No tardaron en cambiar escudos por armas ofensivas, a la vez que algunos magos y arqueros lanzaban masivos ataques para atraer a grupos de enemigos.

Los perdidos tenían ordenado permanecer a la espera, pero la orden no era muy estricta esta vez. Si no, hubiera sido mucho más fácil. Una vez atacados, respondían corriendo hacia los vivos.

Siendo muchos menos ahora que eran atraídos que cuando eran dirigidos, y sin ningún tipo de coordinación, era fácil para los aliados, que incluso podían descansar cuando querían.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora