Plan D (I)

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En el pasado, en el juego, habían contado con un experto en aquel tipo de trabajos. Era una especie de marioneta que se alquilaba, y a la que tenían que escoltar con cuidado. Carecía de habilidades de combate, y su defensa era muy débil. Además, había que dirigirla y gestionar sus acciones minuciosamente.

Ahora, no contaban con algo así en sus inventarios, pero sí con cierta drelfa. Ella podía hacer el trabajo, aunque era importante que llegara a su destino sin ser detectada. También necesitaría tiempo para llevar a cabo su función.

Goldmi encontró un lugar adecuado para posicionarse, gracias a su hermana alada. Su misión era ayudar desde la distancia y hacer de canguro. Por ello, colocó varios Abismos de Luz en los alrededores. No podía arriesgarse a que algún perdido suelto las sorprendiera.

Adicionalmente, después de una Detección de Vida, colocó bajo ellas una especie de lona suave. Era también muy resistente, por lo que no podrían llegar hasta ellas desde el subsuelo sin que se dieran cuenta. Además, impedía que saltara por sus acciones el Abismo de Luz que había colocado justo debajo, que sería bloqueado en caso de que se activara, sólo afectando hacia abajo. Si algún perdido intentaba emerger hacia ellas, se encontraría con la lona y la trampa.

Por supuesto, también contaban con las protecciones con las que las había bendecido Eldi, y las de la propia elfa.

Menxilya, acompañada de una guardaespaldas con muchos tentáculos, lo observaba todo con una insaciable curiosidad. A veces, incluso parecía que sus ojos podían ver más allá. Cabe decir que tenía a su disposición aperitivos y bebidas, por lo que, si no fuera por el miasma, hubiera dado la impresión de que estaban en una excursión campestre.

Eldi se quedó escondido tras un muro medio derruido, esperando la señal. Todas sus preparaciones estaban listas, lo que incluía un Proteger a la lince. Tan sólo quedaba que sus aliadas llegaran a la posición indicada.

Gjaki estaba acompañando a la drelfa, escondiéndola en Oscuridad. A medida que se acercaba a la derruida torre, podía ver que había más poderosos perdidos en su interior, guardando los aposentos de su antiguo amo.

La mayoría de sus enemigos estaban inertes, dormidos, esperando órdenes. Los centauros corrompidos eran una excepción, y aquellos a los que daban órdenes. Formaban una incansable patrulla que rodeaba constantemente el perímetro, aunque fáciles de esquivar para alguien oculta en las sombras.

–Mierda– maldijo de pronto Gjaki.

–¿Qué pasa?– se preocupó Maldoa.

–Una mujer caballo está mirando a uno de mis Murciélagos– explicó ésta.

Cabe decir que los exploradores alados eran muy discretos. Apenas se movían, y estaban colgados bocabajo en zonas oscuras. Sin embargo, una de los centauros lo había descubierto, y lo miraba con interés, o quizás confusión.

El intelecto de aquellos seres no era comparable a cuando estaban vivos. Sin embargo, aquella centaura corrompida intuía que el Murciélago no debería estar allí. La magia de oscuridad no era un problema, pero el leve aroma de sangre insinuaba la existencia de vida.

La vampiresa no se atrevió a hacerlo mover. Temía que aquello alertara a la perdida, e hiciera su misión más complicada. Lo que no esperaba era que está llamara a su compañero y señalara al Murciélago. Entre otras cosas, porque aquel tipo de interacción era inusual entre seres corrompidos

Este asintió, y ambos se pusieron a dar vueltas velozmente por todas las ruinas del supuesto palacio. Aquello complicaba su acercamiento, pues tenían que asegurarse de que no colisionaran con ellos. Dentro de Oscuridad, tenían que ir despacio, y los centauros iban al trote.

Finalmente, uno se detuvo y llamó a la otra. Ésta acudió a la llamada, acercándose a la posición indicada.

–Han descubierto otro. ¿Lo estaban buscando?– se sorprendió la vampiresa, con cierta preocupación.

Si los perdidos eran capaces de comportamiento inteligente, podrían ser sumamente peligrosos. Había hordas de ellos, que sólo necesitaban comandantes capaces.

No obstante, aprovechó que estaban quietos para llegar al pie de la torre con la drelfa. La dejó en un hueco, y la tapó con un Muro de Roca hecho Permanente. Eldi había Enlatado los hechizos para que pudieran usarlos para ese propósito. Ahora, Maldoa y su aura estaban ocultas, aunque pronto estallaría. Llegaba la fase dos del plan.

Los Murciélagos que estaban con Eldi y Goldmi les dieron el aviso, y ésta lo transmitió a sus hermanas.

Sin pensárselo dos veces, la lince Saltó el muro, cayendo en medio de lo que había sido un patio trasero. Cinco perdidos la sintieron en aquel instante, y empezaron a levantarse para obedecer a sus instintos. Tenían que acabar con aquella viva.

Uno de ellos, un diplodocus relativamente pequeño para su especie, se encontró con una lanza clavada en su largo cuello. Eldi había entrado justo después de la lince, con una lanza en cada mano. Una, con Jabalina, es la que se había clavado en el perdido de largo cuello. La otra, también con Jabalina, impactó en una enorme boa negruzca, atravesando su cuerpo.

A pesar de las heridas, ambos seres corrompidos se incorporaron y se dispusieron a atacar a los osados vivos que habían irrumpido en sus dominios. De hecho, ignoraron totalmente las lanzas clavadas, por mucho que los dañaran o lastraran sus movimientos.

La felina llegó hasta el diplodocus, mientras un pequeño pterosaurio, que había despertado de su sueño sobre un trozo de muralla cercana, se cernía sobre ella. Había extendido sus alas, y se disponía a caer sobre ésta.

–¡Mío!– exclamó su hermana alada.

La lince había descubierto al enemigo alado con el rabillo del ojo, pero se lo había dejado a su hermana. Confiaba plenamente en ella.

Goldmi, que se disponía a disparar al pterosaurio, cambió de objetivo. Había algo parecido a un escorpión con tres colas que podía lanzar veneno a cierta distancia, o clavar el aguijón si estaba cerca. Dado que ninguno de sus aliados lo tenía a tiro, decidió ocuparse de él.

Dado que era un hechizo altamente eficaz contra aquellos seres, una Trampa de Luz creada a partir de tres flechas pronto lo envolvió. A pesar del poder purificador, y de 8 niveles de diferencia, la coraza del artrópodo era poderosa, así que podía sobrevivir a aquella luz cegadora durante un rato.

El problema para el escorpión fue que cierta vampiresa apareció cuando su pata asomaba fuera de la luz, y acabó siendo sesgada. Tampoco la siguiente tuvo mejor suerte, por no hablar de la lanza que se había clavado en su abdomen. Aunque tenía Protección Solar, Gjaki prefería no meterse en la luz purificadora, por lo que había atacado desde fuera.

Habiendo perdido el equilibrio, tuvo que soportar más tiempo el poder purificador, además de otras flechas. Diez de ellas se habían clavado en cada uno de sus cinco pares de ojos, penetrando profundamente.

La acumulación de heridas acabó siendo fatal, convirtiéndose en la primera víctima. No obstante, la batalla acababa de empezar.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora