Visita familiar (I)

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Cuando Mideltya, Ted, Líodon, Lidia y Melingor llegaron a la residencia de la familia de Mideltya, todos fruncieron el ceño. Asondor, su exprometido, estaba allí, mirándolos con una sonrisa arrogante.

Ya se lo habían encontrado entre los aliados, y habían esperado no tener que volver a lidiar con él. Al parecer, no tendrían esa suerte. Estaba en la sala principal, hablando con Guideknor, el hermano de Mideltya. Había dos mujeres con ellos, a las que ninguno de ellos conocía.

La elfa asintió con la cabeza ante la mirada de su hermano, a pesar de que hacía tiempo que su relación se había roto. Dentro de la mansión de su familia, al menos debía mantener las formas. En cuanto al otro elfo, su exprometido, lo ignoró completamente. Siguió su camino junto a sus acompañantes, cogiendo a Ted de la mano.

Se sentaron en unos sofás, a la espera de los anfitriones. Enseguida, les sirvieron bebidas y comida.

–Bienvenida, joven señora– la saludó una sirvienta elfa de mediana edad, es decir, que tenía unos cuantos cientos de años.

Mideltya no le devolvió el saludo, sino que se levantó y la abrazó con fuerza, con cariño. Aquella elfa había sido su niñera. Era casi una segunda madre para ella.

–¡Rildy! ¡Me alegro de verte!– se contuvo para no llorar.

–La joven señora aún no ha aprendido modales– la riñó ésta, aunque su voz revelaba un profundo afecto.

Tras soltarla, Mideltya dio un paso atrás y ejecutó un elegante saludo.

–Es un placer volver a verla– Mideltya sonrió.

–Aún te acuerdas...– valoró su niñera, medio riñéndola.

Quería parecer seria, pero se le escapaba una sonrisa. Mideltya era para ella como una hija. De hecho, su hija y Mideltya eran íntimas amigas, habían crecido juntas, casi como hermanas.

–Deja que te los presente– introdujo la elfa a sus acompañantes.

Rildy miró fijamente a Ted, que se sintió incómodo ante la penetrante mirada. No obstante, la actitud de la niñera fue cordial. En ningún momento criticó o censuró la elección, aunque tampoco la bendijo.

Podía sentir la alegría de Mideltya al presentarlo, el profundo amor que sentía. Así que, por dentro, lo miraba favorablemente. Lo que le preocupaba era la reacción de la familia, sobre todo, del hermano. Su actitud resultaba sospechosa.

No obstante, se relajó y sorprendió al descubrir la identidad de los acompañantes. Uno de ellos era Melingor, que además era el padre de Ted. Contaba con bastante fama, y era muy respetado. Aquello era una buena noticia, podía suavizar los problemas.

Aunque más le sorprendió la identidad de la madre de Ted y su tío. Lidia y Líodon eran hijos de Eldi Hnefa, alguien que era reconocido a pesar de no ser un elfo. Su fama venía del reino de Engenak, y de su contribución en la gran victoria contra la corrupción. Aquello era tan inesperado como emocionante. No lo dijo en voz alta, pero se preguntó si lo podría conocer. Tenía curiosidad.

–Mamá...– se levantó Mideltya de golpe.

Corrió a abrazar a su madre. Ésta pretendía tener una actitud seria y solemne, pero fue incapaz de mantenerla ante su hija. La abrazó con gran afecto, y sólo la soltó porque no estaba sola.

Sonrió a su madre mientras se separaban, pero la sonrisa se borró de su rostro cuando su mirada se encontró con la persona que acompañaba a su madre.

–Padre– saludó ceremoniosamente a Mideknor con respeto, pero sin familiaridad.

Habían estado muy unidos en el pasado, pero las fricciones entre ellos habían sido demasiado intensas. Su padre había arreglado un matrimonio sin su consentimiento, y la había presionado para que ella lo aceptara. Mideltya se había negado.

Su madre había querido mediar, lo cual la había distanciado un poco de su marido y acercado más a su hija. Su hermano estaba del lado de su padre, lo que lo había enfrentado con su hermana. De hecho, era él quien había propuesto el matrimonio, pues el prometido elegido era su amigo Asondor.

Éste se había encaprichado de Mideltya en el pasado, pero ella no había reaccionado positivamente a sus avances. Por eso, había querido forzar el matrimonio a través de su amigo, ofreciendo atractivos regalos a la familia. Había logrado el apoyo del patriarca, y también que Mideltya lo aborreciera.

–Mideltya– respondió su padre fríamente.

Si bien por dentro le dolía la indiferencia de su hija, siempre había pensado que hacía lo mejor para ella y la familia. Aquel matrimonio les proporcionaría importantes beneficios, y su hija tendría un marido de noble estirpe. La negativa de Mideltya le había enfurecido, decepcionado y frustrado.

–Dejad que os presente. Él es Ted, mi prometido– empezó la elfa.

Mideknor frunció el ceño mientras lo observaba con hostilidad. A pesar de ello, Ted saludó como su prometida le había enseñado, visiblemente nervioso.

–Ella es Lidia, la madre de Ted.

–Él es Melingor, el padre de Ted. Ya os conocéis.

–Él es Líodon, el hermano de Lidia.

Ella los presentó uno a uno. No hacía falta que mencionara a Eldi Hnefa, pues todos lo sabían. Él y la amistad con Goldmi y Elendnas habían hecho que el patriarca finalmente accediera a recibirlos. Si bien no era lo que quería para su hija, no le había quedado más remedio que aceptar. No podían permitirse ofender a todos ellos. O al menos, así había sido hasta hacía poco.

–Es un honor recibirlos. Sin embargo, me temo que la situación ha cambiado. No puedo aceptar este compromiso. Mideltya, debes aceptar a Asondor– anunció el patriarca.

Aquello los sorprendió, desconcertó y enfureció. Si bien no esperaban que los recibiera con los brazos abiertos, aquello era una afrenta contra sus invitados, además de renegar de su palabra. Hacer aquel anuncio frente a ellos era una provocación.

–¡Padre! ¡¿Qué significa esto?!– exigió saber Mideltya, tan sorprendida como furiosa.

Su madre miraba a su marido, sorprendida. No sabía nada de todo aquello. Pensaba que por fin se podían arreglar las cosas con su hija.

En lugar de responder, Mideknor hizo una señal a su hijo, que se acercó con Asondor y las dos mujeres. Mideltya los miraba con patente hostilidad.

Al acercarse, descubrieron que ambas eran semi dríadas, y se parecían bastante. Al fin y al cabo, eran hermanas.

–Más os vale tener una buena explicación– amenazó entonces Lidia, irritada.

Hasta entonces, se había mantenido al margen, pero la situación se había tornado demasiado desagradable, parecían querer humillarlos.

Además, ella era hija de una dríada y Eldi Hnefa, y había luchado durante años contra reyes y nobles. Ni la presencia de las semi dríadas ni el estar en mansión de un alto noble elfo la intimidaban.

–Por supuesto. Guideknor, por favor– le pidió a su hijo.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora