Siembra

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Cuando notó que la acumulación de miasma se detenía, Kan Golge abrió los ojos. Era extraño, pues aún tenía que quedar mucho miasma que reunir.

–¡Malditas dríadas!– exclamó furioso.

Su transformación apenas había comenzado. Sin duda, su poder había crecido enormemente debido a la acumulación de miasma en su cuerpo, que ahora podía usar como propio. Sin embargo, sin completar la transformación, su debilitado cuerpo no podría retenerlo mucho tiempo.

Por desgracia para él, no podía combatir directamente el poder de las dríadas, dada su magnitud. Estaban drenando una pizca de la vitalidad de todas las plantas de Jorgaldur para canalizarla hasta allí. Apenas era una mínima parte de esa vitalidad, probablemente menos de un 0,01%, pero la suma de todas esas pequeñas cantidades resultaba descomunal.

Era un enorme poder que no podía ser usado a la ligera, y que raramente era movilizado, pero que ahora resultaba necesario. La aberración que era el Bosque Perdido debía ser purificado. La vida debía ser devuelta a donde pertenecía.

De hecho, lo que había canalizado Maldoa en el Valle de los Muertos había sido de una naturaleza similar, pero de un poder muchos órdenes de magnitud menor. Apenas era comparable.

No tuvo más remedio que ordenar a los perdidos que centraran sus ataques en un punto de la estructura, uno que aún no se había cerrado del todo. Lo atacó también desde dentro, con todo su poder, consiguiendo crear un agujero. No le importó que algunos perdidos estallaran por la potencia del ataque.

Se apresuró a colarse por el agujero, a salir de la prisión de ramas cada vez más gruesas. Si no hubiera actuado rápido, quizás no habría podido escapar.

Vio entonces el camino marcado por el poder de las dríadas. Sabía que no podía enfrentarse a ellas. Su única ventaja era que no podían expandirse libremente y con rapidez.

–Tengo que alejarme para completar el ritual– se dijo.

Podía notar como parte de su cuerpo se corrompía, fuera de su control. No podía demorarse mucho. Y se hubiera dirigido hacia las profundidades del Bosque Perdido si hubiera estado en sus plenas facultades.

Sin embargo, el miasma que había absorbido no era inocuo. Cuando vio aparecer a sus enemigos saliendo de un agujero, la rabia y el odio se apoderó de él.

–¡Vosotros tenéis la culpa! ¡Tenéis que pagar por ello!– gritó fuera de sí.



–Se ha escapado del encierro– avisó Goldmi a instancias de su hermana alada.

–Tenemos que hacer algo. ¿Cómo está la salida?– preguntó Eldi.

–Los perdidos que estaban encima han despertado y luchan contra los otros. Es un caos– explicó la elfa.

–Subamos a ver– sugirió Gjaki.

No esperó a que lo hicieran sus compañeros. Normalmente, hubiera enviado primero a sus Murciélagos, pero el poder purificador de las dríadas los desintegraba. Por suerte, a ella no le hacía nada, excepto un leve cosquilleo.

Escaló, clavando sus uñas en la tierra ahora purificada. Poco detrás de ella, iba la lince, y Eldi a no mucha distancia detrás, con su propia versión de Escalar. Había lanzado una lanza, y trepaba por la cuerda.

Goldmi miró un momento hacia el hada. Estaba sobre la raíz, con los ojos cerrados. Pareció sentir la mirada y se volvió hacia la elfa, abriéndolos, mirándola.

–Tía Omi, ves con ellos, yo tengo que esperar– le dijo.

–¿Seguro...?– quiso preguntar, pero el hada había cerrado de nuevo los ojos.

La miró un par de segundos más antes de decidirse a trepar por la cuerda de Eldi. Fuera lo que fuera que tramara el hada, nada podía hacer para disuadirla.

Cuando llegó, se encontró con que Gjaki y la lince estaban apoyando a los despertados. Eldi los protegía con Molino, bloqueando una ráfaga de ataques a rango

Goldmi lanzó tres flechas a una larga distancia, creando una Trampa de Luz sobre algunos de los que estaban atacando a Eldi. Luego, cargó tres Flechas de Luz y las disparó en tres direcciones distintas

Mientras, varios tentáculos se movían frenéticamente desde el hombro de la elfa. La kraken los había Alargado, y lanzaba el contenido de unas bolsas todo lo lejos que podía, siempre dentro de la zona de influencia de las dríadas.

La azor bajó en Picado, cogió otra bolsa que le ofrecía su hermana de agua desde uno de los tentáculos, y le hizo un agujero con el pico. Sobrevoló a baja altura el camino creado por las dríadas, dejando también caer el contenido.

Eran bolsas llenas de semillas, que Maldoa había recogido de diferentes Fuentes y Orígenes. Las dríadas podían sentirlas cuando caían al suelo purificado, así que canalizaban su poder para hacerlas germinar y crecer a gran velocidad.



Kan Golge se acercaba a ellos, a la vez que ordenaba a perdidos y sombras que se volvieran hacia sus enemigos. Estaba fuera de sí, influenciado por el miasma.

Eso no hubiera pasado si hubiera completado la transformación, pero se había quedado a medias por la intromisión de las dríadas. Su piel se desprendía y reparaba continuamente, e incluso su carne tenía que ser regenerada con el poder de su sangre.

Siguiendo sus órdenes, las sombras se acercaron, dispuestas a lanzar sus huestes contra los vivos. Sin embargo, algo arremetió contra algunas de ellas.

–¿Qué es esa luz?– fueran las últimas palabras de una, antes de ser atravesada por una Flecha de Luz.

Dirigida por Disparo Curvo, siguió su camino hasta atravesar a otra, tras lo cual Goldmi la dejó ir. Su luz se había atenuado demasiado tras dos sombras, no tenía poder para una tercera. En total, las tres flechas que había disparado eliminaron a cinco sombras, mientras que las demás huyeron en pánico.

Algunas se escondieron tras seres corrompidos de gran tamaño, o incluso dentro.

Una se metió en el interior del caparazón de una tortuga corrompida. Miraba hacia fuera por la abertura, con miedo.

Otra estaba en los brazos de un semi gigante, protegida por ellos. Había una que incluso se había introducido en la boca de una enorme serpiente cuyo cuerpo tenía casi un metro de diámetro.

La elfa consiguió alcanzar a un par más, que creían que con estar oculta tras la espalda de un perdido era suficiente. Por desgracia, las demás estaban demasiado bien escondidas para sus Flechas de Luz, y no podía ocuparse exclusivamente de las sombras.

Además, pronto éstas tuvieron algo más de que preocuparse.

–¡No puede ser!

–¡No pueden estar aquí!

–¡No puede haber tantas!

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora