Preparativos (IV)

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–Mi señor, hay movimientos hacia la zona corrompida. Se está reuniendo un ejército, de todos los rincones del mundo– informó una vampiresa.

–Seguid monitorizándolos. Informadme de números y composición– ordenó Kan Golge –. Así que se han decidido a actuar... ¿Habrán conseguido hacer el collar?

Se puso en contacto entonces con otros de sus equipos, los que estaban monitorizando ciertas aldeas. No podían entrar en ellas, ni ver lo que había dentro, al estar protegidos por poderosos escudos. Sin embargo, sí que podían vigilar quién entraba y salía.

–Ha habido un movimiento inusual. Once draconianos la han visitado esta mañana– informó uno de sus hijos.

–Sí, mi señor, a mediodía ha entrado un grupo de veinte. Iban tapados, así que no pudimos ver la raza. Las fluctuaciones de su poder eran demasiado estables, debían de estar ocultándolo. Se han ido hace una hora– informó otra.

Una tras otra, casi todas las aldeas informaron de inusuales visitas. Nada era realmente sospechoso individualmente, pero había un patrón.

–O tienen algo en todas, o están intentando desviar la atención de la importante. Como sea, están preparando algo. Hay que enviar refuerzos, no podemos desaprovechar la oportunidad– se dijo.

Inmediatamente, llamó a las tropas de apoyo. Sospechaba que la Llama Eterna estaba oculta en la selva élfica, y aquellas aldeas eran los lugares más prometedores que habían encontrado. Por desgracia, no tenían suficientes fuerzas para arrasarlas todas a la vez. De hecho, ni siquiera sabía con qué defensas contaban.

La barrera exterior era medio defensiva, medio ocultación. Podía haber más barreras dentro, u otras fuerzas defensivas. Incluso no se podía descartar que alguna de ellas fuera una zona de descanso para guerreros. Lo que sí sabían era que, si atacaban una, alertarían a todas.

Por ahora, el plan era esperar. Tenían la esperanza de que estuvieran allí, y que su presa saliera por sí misma. Todo el movimiento en la frontera de la zona corrompida indicaba que estaban planeando algo. Con suerte, los Guardianes del Norte que en el pasado habían escapado de sus garras se mostrarían. Si eso sucedía, estaría preparado.



Pikshbxgra revoloteaba con curiosidad. Normalmente, se quedaba en el bosque, pero en esta ocasión había decidido acompañar a la elfa a las profundidades. Era un lugar extraño, totalmente desconocido para ella, aunque no hostil.

Para asombro de los seres-topo, revoloteaba alrededor de ellos, de los edificios, incluso de los sapos que ahora estaban al servicio de los legítimos habitantes de la ciudad. Para sorpresa de la vampiresa, dichos sapos no habían intentado cazar a la pequeña hada. Podían sentir que no era comida.

–Queremos ir en esa dirección, lo más lejos posible– explicó Eldi.

–¿Precisamente en esa?– se extrañó Fita, que tenía ante sí un mapa antiguo de los túneles que salían de la Gran Hermandad.

–¿Por qué?– se extrañó el alto humano.

–Es la única salida que está despejada. Los vampiros se molestaron en retirar los escombros, pero no sabemos por qué. No hay señales de que avanzaran mucho– explicó la mujer-topo.

–¿Qué túnel es?– preguntó Gjaki con curiosidad.

–Éste– señaló Fita en el mapa –. Si está despejado, querríais ir hasta aquí.

En el camino, había un pequeño asentamiento, o lo había habido en el pasado. Estaba construido como punto intermedio para las rutas de comercio. Más allá, se leía el nombre de una ciudad largamente olvidada, con la que los seres-topos habían comerciado en su día. Era el punto señalado.

Tras la desaparición del comercio con los seres de las profundidades, había perdido gran parte de su valor, y había entrado en decadencia. Sus ruinas habían sido engullidas por la corrupción a su llegada, muchos siglos más tarde.

–Pues tendremos que ir a ver si hay algo– propuso la vampiresa, impaciente por empezar.

–No sé si es buena idea– se mostró Fita preocupada.

–¿Por qué? ¿Hay algo?– se extrañó Goldmi.

–Cómo decirlo... No hemos descubierto realmente nada, pero la sensación es escalofriante. No sólo lo digo yo. Incluso los enanos opinan igual. Resulta también extraño que no haya muchos animales, pero quizás los mataron los vampiros. Los sapos también le tienen miedo– explicó la mujer-topo.

–Deberíamos echar un vistazo antes de tomar una decisión– propuso Eldi.

–¡Buena idea! ¡Vamos!– empezó a caminar Gjaki.

–No había dicho ahora... Ah... Da igual... Voy– se resignó él.

Goldmi no dijo nada. Sólo los siguió, junto a sus hermanas.



Del nexo original apenas quedaba nada. Había sido habilitado por los vampiros, en lo que los seres-topo consideraban una "gran chapuza". De hecho, varios expertos estaban decidiendo cómo arreglar el "estropicio". Era una tarea importante, pues serviría de ensayo para restaurar los demás.

Esperaban poder abrirlos, explorarlos, y contactar con otras tribus. Con suerte, al igual que ellos, habrían olvidado los rencores o agravios del pasado, y podrían colaborar abiertamente.

Se apartaron para dejar pasar a los recién llegados, saludándolos con respeto. La mayoría apenas habían interactuado con aquellos héroes, pero sabían lo que habían hecho por su gente.

Fita los acompañaba, mirando con desconfianza las paredes, como temiendo que se le cayeran encima. No había duda de que no confiaba en la obra de los vampiros.

Apenas salieron, que los tres compañeros percibieron algo inusual a la vez que familiar. Ahora entendían la sensación de sobrecogimiento de los seres-topo.

A ellos no les afectaba, pues lo habían experimentado de forma mucha más intensa. Por ello, también podían reconocerlo.

–No hay duda, miasma– musitó Eldi, serio.

–Sí. Está lejos aún, pero llegan trazas. Aquí no hay plantas suficientes para purificarlo– añadió Goldmi.

–¿Qué es?– preguntó Fita.

–La corrupción. Está en algún lugar, más adelante. A medida que avancemos, será más fuerte. ¿Goldmi?– pidió Gjaki.

–Voy. Cerrad los ojos.

Una Explosión de Luz purificó los alrededores. Quizás era un tanto desproporcionado, pero ahora mismo la elfa tenía maná de sobra, y les servía como confirmación.

Fita se sintió de repente aliviada. Todo rastro de miasma, por pequeño que fuera, había desaparecido. No obstante, la mujer-topo no pudo evitar estremecerse.

Había oído hablar de la corrupción por parte de aquellos tres visitantes. Más allá, siguiendo el túnel, habían esperado poder encontrar un asentamiento de su raza. Ahora, rezaba porque nunca lo hubiera estado allí.

–¿Vais a ir?– preguntó Fita.

–Sí. Nos encargaremos de lo que haya– respondió Eldi.

–Os acompañaremos. Tenemos que verlo– aseguró ella, con una firmeza no carente de temor.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora