Operación Alboroto (II)

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Habían salido a las ruinas de una gran mansión. Los años y la corrupción habían malogrado parte del techo y de una de las paredes. A pesar de ello, la mayor parte seguía en pie, aunque parecía poderse desmoronar en cualquier momento.

La sombra estaba más allá de la mansión, patrullando el perímetro de la zona que tenía que vigilar. Aunque patrullando quizás era un eufemismo. Estaba disfrutando del paseo sobre el caparazón una tortuga terrestre corrompida, de medio metro de altura y más de dos metros de longitud.

Estaba acostada sobre ella, mientras la cabeza triangular del reptil miraba hacia todos lados.

Aunque de apariencia similar, el entorno y el maná había hecho de la tortuga un animal muy diferente a los del planeta natal de los visitantes. Era rápida, carnívora y de mordedura venenosa. La corrupción había alterado la naturaleza de su veneno, su color, y añadido algunos pinchos a su caparazón. No obstante, en general, era muy similar a cuando estaba viva.

Varios tríclopes, gigantes corrompidos con tres ojos, rodeaban la tortuga, escudando así a la sombra de posibles ataques. El espíritu corrompido era bastante cobarde, hasta el punto de que ni siquiera conspiraba contra sus congéneres.

Rodeando a los tríclopes, había una variedad de seres corrompidos, hasta cuarenta. No sólo guardaban el perímetro, sino que irradiaban un aura corrompida que actuaba como barrera.

Además, por encima, sobrevolaban más de una docena de perdidos voladores. Uno de ellos, incluso estaba siempre justo encima, controlando su vuelo como si fuera un colibrí. Era un extraño insecto con una sola pata en el centro de su abdomen, cuatro pares de alas y un largo aguijón.

–Es un blanco difícil. Está protegido, y algunos son de alto nivel– reveló Goldmi –. Su grupo se mueve, así que igual podríamos tenderle algún tipo de trampa.

–¿Puedes describirlos?– pidió Eldi.

–Claro. Son así...

La elfa les contó lo que veía a través de los ojos de su hermana, tanto acerca de sus enemigos como del terreno. A través de la azor, su mapa virtual se iba actualizando, por lo que era la mejor informada al respecto.

–Maldoa, esos espíritus corrompidos se pelean entre ellos, ¿verdad?– quiso asegurarse la vampiresa.

Creía haberlo oído alguna vez, aunque no había prestado demasiada atención en aquel momento. La drelfa llevaba muchos años en el frente de batalla, y tenía acceso a toda la información relativa a sus enemigos.

–Sí. Más de una vez se los ha descubierto atacándose entre ellos, bueno sus tropas se peleaban. Creemos que tienen una gran rivalidad, aunque la aparcan si nos ven– explicó ésta.

–¡Perfecto! ¿De qué os queréis disfrazar?



A la lince no le gustaba disfrazarse. Pero si tenía que aparecer como un ser corrompido, ¿qué mejor que un tigre? No le gustaban.

Así que, cuando la sombra y su escolta torcieron en un recodo del camino, se la encontraron de frente. El traje, aparte de cambiar la apariencia, estaba recubierto de una capa de miasma. De esa forma, no sólo se ocultaba el aura de vida, sino que parecía una ser corrompida más.

No era fácil crear ese tipo de material. Muchas pruebas y experimentos se habían realizado en el pasado, y Gjaki simplemente se había hecho con el producto finalizado. El duende y sus aliados no había escatimado esfuerzos para proveer al grupo de la vampiresa.

Junto a la tigresa corrompida, había un alto ser reptiliano bípedo. Iba armado con una enorme roca que sostenía con ambos brazos. Sus dos compañeras se habían reído mucho del disfraz de Eldi.

Al otro lado, había un extraño ser. Caminaba a dos piernas también, pero era difícil deducir su raza original. Su rostro y cuerpo parecía medio derretido, e incluso sus brazos parecían bifurcarse varias veces. Aunque un tanto horripilante, la drelfa lo había encontrado práctico. Podía usar sus raíces sin despertar sospechas. Al menos, al principio.

Aquellos recién llegados asustaron a la sombra. Si bien los seres corrompidos no podían hacerle daño, sí que amenazaban a sus fuerzas. Los niveles de aquellos intrusos eran mucho mayores que los de su escolta.

–¿Por qué? ¡No les he hecho nada! ¿Cuál de los otros me ataca?– se preguntó.

Mandó al grueso de sus tropas a atacar a los recién llegados, mientras trataba de darse media vuelta con la tortuga y los tríclopes, y el insecto sobrevolándola. No quería luchar.

Sin embargo, sólo pudo huir unos metros. Algo que no podía ver bloqueaba la retirada de sus tríclopes, unos casi invisibles hilos de adamantino. La vampiresa acechaba cerca, después de haberlos colocado.

En ese momento, el insecto que sobrevolaba sobre su cabeza fue apartado de golpe. Una extraña ave negra con aura corrompida había Chocado contra él.

Eldi, Maldoa y la felina habían atraído a los demás seres corrompidos, incluido los alados. El aura corrompida que protegía a la sombra se había parcialmente disipado con ellos, y, lo más importante, ya no podía regenerarse. Además, varios obstáculos habían desaparecido del cielo.

De tres en tres, gracias a Tres mejor que una, varias ráfagas de Flechas de Luz cayeron sobre la sombra. Las primeras se acabaron disipando, pero habían cumplido su función, abriendo camino a través de la barrera de miasma.

Llegaron consecutivamente, pues la arquera las había Retenido para que apenas hubiera distancia entre ellas. Con Disparo Curvo, había podido ajustar las trayectorias a los movimientos y huecos disponibles.

La duodécima flecha llegó hasta la confundida sombra, atravesándola y disipándola para siempre. Goldmi había gastado bastante maná y energía en su ataque, pero había logrado su objetivo. Redirigió el resto de Flechas de Luz a los perdidos.

Gjaki apareció en cuanto recibió la señal de que el plan había salido bien. Es decir, la azor había dejado caer su disfraz. Inmediatamente, la lince hizo lo mismo, avisando también a Eldi y Maldoa.

El alto humano lanzó la roca a un lobo corrompido, y empuñó el hacha. Un Abismo creó un corte frente a él, atrayendo a muchos de sus enemigos. La lince lo aprovechó para Saltar sobre ellos, añadiendo un par de Bolas de Fuego antes de llegar.

La drelfa decidió lanzar una Bola de Luz. Era una hechizo que no acababa de dominar, y que había aprendido con la ayuda de Goldmi. Su aura próxima a la naturaleza era apropiada para los hechizos de purificación.

Si bien no lo acababa de dominar, eso sólo significaba que era un poco inestable, y que su puntería podía mejorar. Dado que sus enemigos estaban muy cerca, no era un gran problema. El poder purificador, la antítesis de los perdidos, les causó graves daños. Además, podía lanzarla sin preocuparse de dañar a la felina o Eldi, pues eran inmunes. Como mucho, podía cegarlos un poco.

Visto el resultado, varias más siguieron a la primera Bola. Si bien no podía utilizar el poder de la naturaleza directamente, la Bola de Luz era un buen sustituto en aquellas circunstancias. Además, así la entrenaba.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora