Ataque entre las sombras

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Cuando la elfa sintió el aura de la serpiente corrompida, apenas tenía unas décimas de segundo para reaccionar. Aquello no era tiempo suficiente para pensar qué hacer, cómo defenderse. Se necesitaba una reacción instintiva, más propia de guerreros experimentados en el combate cuerpo a cuerpo.

Ella no lo era, aunque tenía cierta experiencia y entrenamiento. A pesar de ello, aunque pareciera imposible, su daga se interpuso entre ella y su enemiga, bloqueando con su filo la boca abierta de la serpiente. Su reacción, por puro instinto, había detenido el ataque.

En circunstancias normales, debería haber sido imposible para ella reaccionar con tanta velocidad y precisión. Parte del mérito había que dárselo a su amiga vampírica.

La vampiresa a menudo había ido a visitarla sin avisar, apareciendo de repente desde Oscuridad. Las primeras veces, la había pillado por sorpresa, pero con el tiempo, había aprendido a reaccionar a la repentina aparición.

Lejos de lamentarlo, Gjaki se había entusiasmado tanto que había insistido en entrenar con su amiga, en hacerlo "más interesante". Se escondía en su hechizo, y aparecía en cualquier punto. Incluso a veces, se movía a través de Fusión con las Sombras.

La elfa no había tenido más remedio que desarrollar el instinto para bloquear los ataque de su amiga, automatizar la respuesta. Y ésta no había dejado de saludarla así cada vez que tenía la oportunidad. Quizás, eso le acababa de salvar la vida.

Con la otra mano, empuñó la espada, con la que empezó a atacar a la serpiente. Veinte impactos seguidos acertaron en el ser corrompido con MultiEstocada, llenándolo de agujeros.

No era muy poderoso ni tenía una gran defensa. Su gran peligro estaba en lo imprevisible y fulgurante de sus ataques, además de su veneno, siendo débil en otros aspectos. Además, la espada tenía Toque Purificador.

Inmediatamente después, los tentáculos de una furiosa Kraken se Alargaron para envolver la serpiente y estrujarla. El ser acuático no podía consentir ese atentado contra la vida de su hermana. Se había asustado bastante, y se maldecía por haber tardado tanto en reaccionar.

–Estoy bien– tranquilizó a sus hermanas, ya con la situación controlada.

A pesar de ello, la azor aterrizó en su hombro, preocupada. Incluso restregó su rostro contra el de su hermana, como para asegurarse de que estaba bien.

También la lince se acercó y restregó contra las piernas de la elfa. Ambas la escoltaron hasta los demás, quienes suspiraron aliviados al verla sana y salva.

–¿Estás bien?– quiso asegurarse Maldoa.

–Claro. Gjaki es mucho peor que esa serpiente– aseguró Goldmi, sonriendo.

–¡Eh! ¡No tienes que decirlo así!– se quejó la vampiresa.

–Sin tus entrenamientos, no hubiera sido capaz de reaccionar tan rápido– la abrazó la elfa.

–Eso... está mejor– Gjaki quiso parecer orgullosa, aunque ahora estaba un tanto avergonzada. Era débil contra los halagos.

–¿Qué entrenamientos son esos?– se interesó Eldi.

–Je, je. No te preocupes, también te entrenaré– se vanaglorió la vampiresa.

–No deberías haber preguntado– se burló Goldmi.

–Por eso yo no le he hecho– aseguró Maldoa.

Los cuatro rieron, aliviados, antes de ponerse a sacar piedras. La azor volvió a alzar el vuelo para vigilar, mientras que la felina lo hacía desde el suelo.

–Mi hermana dice que os apartéis– les pidió entonces Goldmi.

–¿Apartarnos? ¿Así?– se extrañó Maldoa.

–Bastante más. Hasta allí– señaló la elfa.

Eso hicieron, por unos momentos sin entender nada. Hasta que la elfa llevó a su hermana acuática frente a la cueva enterrada, y también se apartó.

La kraken deshizo entonces Encoger. Su gran tamaño le impedía moverse en tierra, y ejercía gran presión sobre ella fuera del agua. Además, el miasma resultaba más molesto, al afectarla en mayor superficie. Sin embargo, era una criatura nivel 100, así que podía lidiar con esas dificultades. Además, no necesitaba mover su cuerpo, sólo sus tentáculos.

Movió las rocas con estos, liberando pronto la entrada. Todos respiraron aliviados al ver que estaban bien, aunque los Guardianes del Norte no sabían muy bien qué pensar. Ante ellos, había un amenazador monstruo marino, que no obstante pronto desapareció.

La kraken no podía cambiar de tamaño continuamente. De hecho, no podría volver a hacerlo en unas horas, pero había valido la pena. Su actuación había servido para liberar a sus asombrados aliados.

Muchos se abrazaron con sus salvadores, y no pocos miraban con aprensión las rocas que habían caído por la ladera. La destrucción del ejército de perdidos era testigo de lo demoledoras que habían resultado. De hecho, Avalancha había subido de 5 a 8 con un solo uso, tal era la magnitud de la devastación.

Estaban cansados y sucios, pero una vez más, habían sobrevivido. Cuando les contaron la existencia de una Fuente cerca, no dudaron en seguirlos. No sólo podían descansar en un lugar libre de miasma, sino que Menxilya estaba allí, esperándolos.



–Hermana, vienen dos volando. Son los dos de siempre. Llegarán en un par de minutos– informó la azor de repente.

Estaban a medio camino, así que no les daba tiempo de llegar. Si los veían, podían estropear parte de lo que habían logrado.

–Vienen los dos de las otras veces. Llegarán en un par de minutos. Nos verán si no hacemos algo– avisó Goldmi a los demás.

–No cabrán todos en una Protección– refutó Gjaki la primera idea que se le había ocurrido.

–¿Y si los metemos en un castillo?– sugirió Goldmi.

–Podría funcionar. Podemos usar los tres– añadió Eldi.

–¿Quiénes son esos dos?– preguntó Menxolor.

–Unos vampiros de nivel alto. Han venido otras veces a explorar las zonas en las que hemos causado un poco de alboroto. Por ahora, no nos han visto– explicó Maldoa.

–¿Nos atacarían si vieran sólo a unos pocos supervivientes heridos?– sugirió una guardiana.

–Me gusta cómo piensas...– sonrió cómplice la vampiresa.

–Tenemos que darnos prisa. ¿Cuántos?– apremió otro guardián.

–No podemos ser muchos. Tiene que parecer que pueden rematarnos con facilidad– apuntó otra

–Tendrá que parecer que estamos heridos.

–Yo me encargo de eso– se ofreció Gjaki, sacando un frasco de sangre falsa. A menudo, la usaba con las gemelas.

–Bien, que sean cuatro. Un par que parezcan muy heridos, casi sin poder caminar. Tienen que al menos poder defenderse de un par de ataques, necesito voluntarios entre magos con barreras– intervino Menxolor.

–Cuenta conmigo.

–Yo me apunto.

–Venid los demás conmigo. Los que no puedan atacar a distancia, a los castillos. El resto, esperaremos dentro de la Protección de las Sombras de Gjaki– ordenó Goldmi.

–Os pondré bendiciones. Quedaros en el Área de Ataque. ¿Alguien más tiene bendiciones útiles para esto?– siguió Eldi.

Al cabo de un minuto, sólo podía verse a cuatro guardianes con las ropas rasgadas y ensangrentados. Dos de ellos se apoyaban en los otros dos, arrastrando sus piernas. Parecían una presa fácil.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora