Aqtlua

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–¿Qué piensas hacer?– le preguntó Gjaki.

–Intentó matarme. Sin conocerme. Sin preocuparse de si estaba bien o mal. Si al menos le hubieran engañado, lo comprendería, pero ni tan sólo eso. No me gusta– sentenció Eldi –. Pero su propósito es noble. Aunque él no me guste, no puedo abandonar a su gente.

–Sabía que dirías algo así– sonrió su amiga –. ¿Cómo te encuentras?

La vampiresa estaba preocupada por él. No había estado cuando había llegado, y no había hablado hasta ahora con él, pero sabía lo que había sucedido. Ella misma se había sentido indignada. No dejarle encontrarse con Melia no era justo para Eldi.

Cabe decir que también le preocupaba la actitud de la dríada. No sabía qué sentía, qué pensaba, si le rompería el corazón a su compañero. Pero al menos, debían tener la oportunidad.

–Frustrado y enfadado. Ni siquiera sé qué quieren que haga. Tampoco sé nada de ella– reconoció él con amargura –. Pero por mucho que le dé vueltas, no hay nada que pueda hacer. Vamos a verle, acabemos al menos con esto.

Así que siguió a Gjaki hasta la habitación en la que Golgo estaba confinado. Aunque no esperaba encontrarlo tan alicaído, ni siquiera Gjaki, que había hablado con él el día anterior. No sabían que éste había estado toda la noche en vela, maldiciéndose.

–No me gustas, no me caes bien, pero tu gente no tiene la culpa. Miraré que puedo hacer en la Gran Hermandad. Si lo encuentro, te lo haré llegar– declaró Eldi en cuanto llegó.

Inmediatamente, se dio media vuelta para marcharse. No tenía nada que hablar con quien había querido asesinarlo.

–Yo... Gracias... De verdad lo lamento. Nunca debería haber intentado matarte. Nunca debí haber perdido mi humanidad– se disculpó, cabizbajo.

–Si es verdad, tendrás que demostrarlo con hechos. Las palabras no son suficientes– se despidió el alto humano, sin mirarlo, saliendo de la habitación.

–Lo haré. Lo prometo– aseguró Golgo, sin obtener respuesta, pues Eldi ya había salido.

Gjaki suspiró. Comprendía la actitud de su compañero. No era fácil perdonar ni confiar en quien había querido matarte. De hecho, ella no estaba muy segura de si era sincero, y tampoco lo había perdonado. Tenía dudas de si podía confiar en él, pero al menos el fragmento del Aqtlua era real, podía sentirlo.

Además, había hecho indagaciones en Engenak. Incluso se había pasado por la biblioteca de Goltrak. Bueno, en realidad, había enviado a algunos de los habitantes de la mansión el día anterior, pues ella no era muy amiga de buscar entre libros. Pidiéndoselo ella, estando el alto humano de por medio, y teniendo que realizarse aquella tarde si era posible, habían investigado diligentemente.

La conclusión había sido que la historia sobre el Aqtlua perfectamente podía ser real.

Por ello, los compañeros habían llegado a un acuerdo. Por mucho que no se fiaran de él, su misión era importante, mucho más que su desconfianza. Así que, con un chasquido de dedos, rompió el sello que lo aprisionaba.

La vampiresa no dudaba de poder controlarlo si se volvía contra ella, sobre en todo en su mansión y a corta distancia. Además, Eldi no estaba muy lejos.

Él la miró sorprendido, aunque no tuvo tiempo de agradecerle. Un pequeño objeto había sido lanzado hacia él, y no podía dejar que cayera al suelo. Era demasiado valioso, tanto como para arriesgar su vida por él si era necesario.

Lo atrapó, para luego abrir las manos y observarlo casi con lágrimas en los ojos, sin acabar de creerse que a pesar de todo lo tuviera en sus manos. Sacó entonces una especie de medallón circular, en el que cuatro fragmentos de formas similares estaban distribuidas alrededor del centro. Era el Aqtlua, o lo que quedaba de él.

Los fragmentos estaban separados, formando parte de un círculo que le quedaba mucho por rellenar. Cuando el visitante acercó el fragmento al Aqtlua, éste brilló levemente, envolviendo el fragmento, atrayéndolo.

Curiosamente, fue atraído junto a uno de los otros cuatro fragmentos. Brillaron entonces ambos con más intensidad, produciendo una extraña resonancia. Era sin duda una magia antigua que aún conservaba un enorme poder.

Cuando el brillo remitió, ambos fragmentos se habían fusionado, como si siempre hubieran sido uno. No daba la impresión de que nunca se hubieran separado.

Las líneas grabadas eran continuas entre ambos fragmentos. Todo signo de desgaste había desaparecido del lado que ahora los unía, sin duda por arte de magia. Ni una sola grieta podía verse en el centro del doble fragmento, aunque abundaban cerca de los bordes.

La vampiresa observó el proceso con asombro. Golgo con devoción, con adoración, recobrando un poco de esperanza, iluminándosele el rostro por unos instantes.

–No sé cómo agradecértelo– se arrodilló.

–No es necesario, no lo hacemos por ti. A mí tampoco me gustas, ni puedo confiar en ti. Vete. Contactaremos contigo si averiguamos algo– lo despidió ella.

Él asintió, sintiéndose herido en su orgullo, en su alma. Aunque no podía reprochárselo. Al fin y al cabo, había intentado matar a su amigo.

–Sé que merezco vuestro desprecio, pero a pesar de ello estoy en deuda. Cualquier cosa que podáis necesitar de mí, estaré dispuesto a llevarla a cabo. Aunque esta vez, no renunciaré a lo que me queda de mi humanidad– se despidió, con toda la solemnidad que fue capaz de reunir.

Invocó un Portal y desapareció en él, no sin antes realizar una profunda reverencia.

–Quiero creer que es sincero– se dijo la vampiresa en voz alta.

–Yo también. A pesar de que quiso matarme, me cuesta odiarlo. Fue cruel, despiadado, pero en el fondo lo hace por otros. Su causa es noble, aunque eso no justifica sus acciones. Espero de verdad que no vuelva a actuar así– reconoció Eldi, que estaba al otro lado de la puerta.

–Eres un blando– rio ella.

–Quién fue hablar...– replicó él.

Ella sonrió. Aunque sabía que su compañero estaba realmente deprimido, al menos seguía siendo el mismo de siempre.

–¿Qué piensas hacer ahora?– le preguntó.

–No tengo mucho que hacer. Así que supongo que me iré a ver mis amigos del subsuelo. Prometí visitarlos, y podré averiguar si se puede ir a su antigua capital– decidió él.

–¡Yo quiero ir! ¡Espera! ¡Voy a llamar a Goldmi!

–En serio... No voy a hacer turismo– la criticó él.

–¡No seas aguafiestas!– le reprochó ella, divertida, sacándole un poco la lengua

–Haz lo que quieras...– se rindió Eldi, sin ganas de discutir.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora