Aktina

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–¡Mami!

–¡Papi!

Las gemelas abrazaron a sus padres en cuanto llegaron. Elenksia, su canguro, lo hizo efusivamente con Klimsal.

–Tonta, sólo he estado fuera unas horas. No es para que te pongas a llorar– la consoló la cazadora elfa.

–Estaba preocupada...– sollozó la hermana de Elendnas, abrazando a su amada.

–¿A mí nadie me abraza?– se quejó el hermano de Klimsal, que había sido invitado a la Gran Hermandad por unas horas.

–Si quieres, llamo a Jilhda– amenazó su hermana, riendo.

Él tragó saliva, aterrado ante la idea. El animal era muy cariñoso con el elfo, pero su idea de cariñoso era darle golpecitos con la cabeza. No sería un problema si fuera un gatito, pero sí lo era en un robusto híbrido de tres metros y medio de altura, y más de cuatro toneladas de peso.

La cara del elfo provocó las risas de todos. La imagen de éste cayendo al agua tras ser acariciado por Jilhda estaba fresca en la memoria de todos.



Eldi acompañó a Gjaki a la mansión, en parte para ayudarla a llevar a algunos de sus familiares. Para la vampiresa, todos los habitantes de la mansión eran familia.

Líodon fue con él. Lidia, Ted y Mideltya habían aprovechado para visitar a Melingor, pero el hijo de Eldi había preferido no ir. A pesar de que se llevaba bien con el marido de su hermana, no le gustaba mucho ir a dicho reino.

–Bienvenidos– los recibió Dinksa, abrazándolos a todos.

–Estamos de vuelta– le devolvió el abrazo con cariño Gjaki.

–Eldi, ha llamado Krinia. Dice que ha conseguido la aktina. Que tú ya sabes de qué va. También dicen que irán a la coronación en Engenak– informó la vampiresa diablesa.

–¡Ah! ¡Voy a buscarla! ¡Podemos ir juntas! ¿Le harás el báculo, o tienes cosas que hacer?– le preguntó la vampiresa al alto humano.

–Nada en especial, tengo tiempo de sobra. No sabía que querías ir a la coronación– se extrañó Eldi.

–¡Lo acabo de decidir! ¡Hasta luego!– se despidió la vampiresa, mientras invocaba un Portal.

–No tiene remedio– rio Cuína.

–Ya lo he asumido– suspiro Diknsa.

–Es parte de su encanto– añadió Chornakish, antes de sonrojarse. Lo había dicho en voz alta sin pensar.

–Oh, cada vez eres más atrevido– se burló Coinín, que acababa de llegar –. ¿Cómo ha ido?

–¡Ha sido emocionante! ¡Deberías haber visto la caverna! ¡Se entraba por el agua!– respondió entusiasmada su hermana.

–¿Has hecho un vídeo?

–¡Claro! ¿Quieres verlo?– propuso Cuína.

–Luego, es hora de comer– interrumpió Diknsa.

–Ah... vale... Bueno, así podemos invitar a los demás– propuso Coinín.

–¡Buena idea!



Apenas habían empezado a comer cuando llegaron Krinia, Krongo y Kruloz. Eran los encargados de la visita oficial, y estaban a punto de salir para Engenak. Había varios portales que les acortarían el camino, pero aun así tardarían cerca de una semana en llegar.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora