Contra un ejército (I)

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–Vosotros, a por la elfa. Ésa de ahí. Vosotros, al de pelo negro. Ése. Los demás, centrar los ataques en ella. Unos pocos encargaros de ese bicho– señaló Kan Golge, ordenando a las sombras.

Podía comandar a los perdidos, pero eran muchos. Era mejor distribuir el trabajo entre las sombras. Él se quedó mirando, preparado para atacar en cuanto hubiera una oportunidad. El odio lo consumía, pero aún conservaba su mente calculadora.

Varias púas salieron disparadas hacia Goldmi, a la vez que los veinte perdidos más cercanos se abalanzaban sobre ella. Excepto tres, su nivel no era muy preocupante, pero todos a la vez podían resultar peligrosos.

La elfa dejó una Trampa Vegetal en el suelo, y se apresuró a subir por una Escalera de Viento. Mientras lo hacía, disparaba a los de rango. Era más fácil acabar con los de menor nivel más cercanos, pero otros ocuparían su lugar. Si no atacaban más a la vez era porque no había espacio para todos, así que, a corto plazo, no servía de mucho ocuparse de ellos. Los de rango eran más peligrosos precisamente porque podían atacar más a la vez.

Los rápidos movimientos de Goldmi le permitieron evitar la mayoría de ataques. Sólo unos pocos con amplia área de efecto la alcanzaron, pero Barrera Ciclónica era suficiente para protegerla. No sólo no había muchos de esos ataques en área, sino que su poder se distribuía. Por ello, el que llegaba hasta ella sólo era una pequeña parte.

No dejaba de disparar mientras se movía entre los Escalones de Viento, sin dejar de centrarse en los de rango, aunque tenía que esperar a que empezaran a atacarla para identificarlos. Eran ahora mismo los más peligrosos, pues los otros se habían quedado en el suelo, a varios metros por debajo, mirándola amenazantes.

–Uy, éste salta– esquivó ella un canguro tricornio, dando un salto hacia el lado, al vacío.

Un nuevo escalón apareció bajo sus pies, permitiéndole mantenerse en el aire. Ignoró al perdido, que acabó aterrizando en el suelo ya cubierto de vegetación. Quería volver a saltar, pero ramas, tallos y raíces se Enredaron en él.

El canguro intentó liberarse, pero cada vez estaba más atrapado. El poder de las dríadas seguía circulando entre las plantas, haciéndolas más resistentes y flexibles, además de provocar que siguieran creciendo continuamente. Al cabo de menos de un minuto, todo signo del canguro había quedado reducido a un bulto cubierto de vegetación.

No fue ni mucho menos el único. Los que querían atacarla habían llegado bajo su posición, y caído en la Trampa Vegetal. O directamente Enredados. En estas circunstancias en las que ella podía controlar toda la vegetación desde el aire, la trampa era un tanto redundante. Por no hablar de que su poder sobre la naturaleza se había multiplicado gracias a la colaboración de las dríadas.

En parte, las dríadas la usaban como sus ojos. Bastaba que ella expresara su voluntad para que ellas amplificaran el resultado.

Esta vez, no esquivó un proyectil especialmente peligroso. En su lugar, ejecutó Represalia para devolvérselo a su dueño. Era una especie de extraño dinosaurio, con afiladas púas en la espalda que podía lanzar. Ahora, una le había sido devuelta a su posición original, pero al revés. Se había clavado profundamente.

–Por detrás. El rojo es mío– la avisó la azor.

Se dio media vuelta para descubrir a dos perdidos voladores que se aproximaban a ella. Uno tenía un color azul oscuro, y lanzó varias de sus afiladas plumas contra ella.

La elfa se dejó caer, mientras le disparaba una flecha con Acelerar y Sobrecarga de Luz. Llegó en un instante hasta el ala, que agujereó gracias a la diferencia de nivel y Flecha Penetrante. Inmediatamente, explotó con poder purificador, destrozando el ala del perdido. Cayó entre los suyos, su destino incierto.

En cuanto al rojo oscuro, que en el pasado había sido de un color mucho más vivo, salió disparado hacia un lado tras un tremendo Choque con la azor. El ángulo con el que el ave albina había atacado lo envió directamente entre las plantas, que lo enterraron bajo sus tallos.

Goldmi Flotó para frenar la caída, e invocó un nuevo Escalón de Viento, doblando las rodillas para aterrizar sobre él. Ahora, estaba a apenas tres metros del suelo, por lo que tenía que ir con cuidado. Alguno podía intentar alcanzarla. No obstante, estaba sobre el estrecho y largo jardín que se había formado en medio de la tierra corrompida.

Lo que no esperaba era que el canguro que había sido sujetado por las plantas escapara. Había notado una señal extraña de éstas, pero no sabía muy bien qué significaba.

El canguro saltó inmediatamente, mientras ella se preparaba para esquivarlo o bloquearlo. Sin embargo, no lo hizo hacia ella, sino hacia delante, sobre un perdido de cuello alto. Aterrizó en su cabeza, y se volvió a impulsar sobre ella. El cuello del perdido cedió, quebrándose algunas vértebras tras el repentino ataque.

–Ha despertado... Así que era eso lo que me decían– comprendió.

De reojo, miró hacia otro de los bultos enterrados. Había recibido una señal similar, y pudo contemplar como las plantas se aflojaban y separaban en torno a él, permitiendo que se liberara. Era similar a un armadillo gigante, con su cuerpo acorazado. Salió disparado contra los perdidos cercanos, impactando frente a frente contra una especie de alce.

Cabe decir que los perdidos inmediatamente consideraron a los despertados sus enemigos. Estos últimos había embestido contra ellos, así que no tardaron mucho en ser aniquilados, pues la diferencia numérica era insalvable. No obstante, vendieron cara su vida, distrajeron al enemigo, y consiguieron su principal objetivo, morir, liberarse del infierno al que habían sido sometidos todos estos años.

Mientras devolvía otro proyectil con Represalia, y volvía a subir por sus escalones, descubrió una sombra que observaba a Gjaki desde su escondite. Una Flecha de Luz llegó rápidamente a la sombra, antes de que pudiera esconderse.

Al mismo tiempo, una Flecha Tosca impactó contra la pata del antílope corrompido que había sido enviado por el espíritu. Probablemente, su amiga podía lidiar con él, pero no estaba de más echarle una mano.

Otra Flecha de Luz se metió por la boca de un extraño insecto gigante que quería lanzar un ataque sónico contra Eldi. La combinación con Sobrecarga de Luz la hizo explotar en cuando entró, interrumpiendo el ataque y causando grave daño. No podría volver a ejecutar ese tipo de ataques, y no estaba claro si podría moverse.

Fue entonces cuando vio salir a Pikshbxgra del agujero, de la raíz de las dríadas, y no estaba sola. Pudo ver como no pocos puntos de luz salían con ella, hadas también.

Reconoció a algunas, como la princesa de las cerezas, quien le guiñó un ojo. Tras ello, salió disparada en una dirección concreta, como el resto de hadas. Tenían trabajo que hacer.

Miró entonces de nuevo hacia Kan Golge por un momento, con desconfianza. Seguía allí, sin acabar de acercarse.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora