Separación

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–Ésta es la salida– indicó Eldi.

Allí estaban el propio Eldi, Gjaki, Goldmi y sus hermanas, Maldoa, Pikshbxgra, y un gran número de Guardianes del Norte.

Los seres púrpura iban cubiertos de pies a cabeza, por lo que no era posible descubrir su identidad a primera vista. Entre ellos, había una sola niña, pues los demás niños se habían quedado atrás, protegidos por unos pocos adultos y sus aliados élficos.

La pequeña Menxilya, de más de cien años de edad, era necesaria para la misión. Ella era la portadora de la gema de la Llama Eterna, incrustada en el collar que Eldi había fabricado meses atrás.

–¿Estás segura de que no podemos acompañaros?– pidió ansioso Menxolor, el padre de la niña.

–No. Sólo ellos. Vosotros... Tened cuidado, ¿vale? Tenemos que reunirnos todos con mamá– pidió Menxilya a su padre.

–Lo tendremos, os daremos tiempo– aseguró su padre, para luego mirar a Eldi y Goldmi primero, y los demás después –. Cuidadla por mí.

Sin esperar respuesta, se dio media vuelta. No quería que su hija lo viera llorar. Era la primera vez que se separaban en casi cien años.

De hecho, no quería hacerlo, pero su hija había sido firme, y sus palabras no se podían poner en duda. Ella era algo más que su hija, era la futura profetisa de su pueblo. En la actualidad se guiaba por intuición, pero esa intuición no podía ignorarse. Lo había demostrado con creces.

Los miraron partir con solemnidad. Se dirigían al mismo destino que ellos, pero siguiendo una ruta distinta. Puede que incluso no llegaran. Puede que murieran por el camino. Pero, fuera como fuese, estaban dispuestos a cumplir su cometido. Debían dar a su pueblo una oportunidad.

Menxilya no dijo nada cuando uno tras otros los saludaron con una reverencia, a ella y a sus compañeros, antes de seguir a Menxolor fuera de la cueva. Aunque sus lágrimas no dejaban de brotar. No fue hasta muchos minutos después de que el último de los suyos desapareciera que pudo contenerlas, o quizás ya no le quedaban más.

–Es hora de empezar– anunció Eldi –. ¿Cómo están los alrededores?

–Limpios– aseguró la vampiresa. Aunque lo cierto era que el grupo anterior ya se había encargado de ello.

La azor saltó del hombro de su hermana, quien estaba aún abrazando a la pequeña guardiana del norte. Salió velozmente de la cueva y se alzó hacia cielo.

Por una parte, era un alivio para ella volver a volar, dejar atrás los túneles cerrados, o cuevas. Por la otra, el aire allí no era limpio, ya que el miasma llegaba también a las alturas. Aunque, por suerte, mucho más diluido.

Esperaron a que el ave albina hiciera el reconocimiento, y salieron de la cueva. El hada entonces empezó a expandir su presencia y su poder. Poco a poco, para que posibles sombras no la detectaran.

–No hay malos– informó, tras lo cual volvió a esconderse entre las ropas de tía Omi, no muy lejos de cierta kraken.

–Gracias Pikgra. ¿Estás lista?– le preguntó a Menxilya.

–¡Vamos!– exclamó ésta, intentando mostrarse fuerte y enterrar sus sentimientos en los más profundo de su corazón.

La verdad es que no lo acabó de conseguir, pero sí que avanzó decidida, seguida de la elfa y la drelfa. Eldi, Gjaki y la lince iban delante.

Siguieron una dirección diferente a la del grupo de Guardianes de Menxolor, y con mucha más cautela. Era de vital importancia que no los descubrieran demasiado pronto.



–Otro árbol menos... Aplastacráneos, ¿seguro que van a venir? Esto es de lo más aburrido...– se quejó una bárbara.

–¿Otra vez? ¿Cuántas veces lo has preguntado ya?– respondió una de las hijas de Apli.

–¡No te he preguntado a ti!– gritó enojada.

–¿Y? ¿Qué vas a hacer?– la provocó.

El resto de bárbaros, incluida Apli, observaban esta u otras escenas similares. No se caracterizaban por ser pacientes, y cortar árboles corrompidos les resultaba aburrido. Por contra, los enanos parecían disfrutar del paseo.

–¡Hacha va!

–¡Hacha viene!

–¡¡Jodida hacha va!!

–¡¡Puto árbol cae!!

Entonaban una y otra vez frases parecidas, con más o menos variaciones. Cualquiera diría que estaban en una excursión, aunque en gran parte era para mantener la moral alta. El miasma les resultaba igual de desagradable que a todos los demás.

De repente, Tritu avanzó unos metros y alzó el puño, imbuyéndolo de maná. Era la señal para que se detuvieran. Tanto bárbaros como enanos se lo quedaron mirando.

–¡Vienen! ¡Cinco minutos para su llegada! ¡Miles! ¡Preparaos!– anunció.

El maná y energía que habían estado reservando hasta entonces surgió caóticamente entre ellos. Hechizos y habilidades para reforzarse a uno mismo o los aliados se estaban lanzando para afrontar la inminente batalla.



–¡Acercaos todos!– ordenó Merlín.

Como a los bárbaros y a otros grupos, se les había avisado de la llegada de los perdidos. Así que debían prepararse para recibirlos.

El mago gatuno lanzó Adjudicación Masiva, un hechizo de que ayudaría distribuir bendiciones a un coste reducido. Tras ello, tal y como se había decidido, se empezaron a lanzar los diferentes hechizos que se habían acordado de antemano, distribuyendo la carga entre los diferentes magos. De esa forma, nadie se quedaba sin maná.

Así mismo, se colocaron trampas, barreras protectoras, y se aseguró el terreno. Enemigos subterráneos no podrían atacar desde el subsuelo sin romper las protecciones, lo que los pondría sobre aviso.

Afrontaban la batalla de forma muy diferente a bárbaros y enanos, que no eran buenos con trampas o barreras, pues su método de lucha era mucho más directo

De hecho, incluso los chamanes bárbaros se limitaban a no arriesgarse demasiado. Es decir, estaban en el frente, pero no perseguían a los enemigos ellos solos. Bueno, normalmente no lo hacían.

El método de curación de los chamanes bárbaros es diferente a los habituales sanadores. Están especializados en curas cercanas, siendo la distancia alrededor de un metro. Son más rápidas y eficientes, pero los obligan a estar en el frente de batalla. Claro que no es que a ellos les importe. Más bien, lo contrario no podrían soportarlo.

En el caso del grupo de Merlín, los sanadores estaban en la retaguardia, a salvo y protegidos. Si bien sus curas eran algo más lentas, podían abarcar más terreno. Eso hacía que se necesitaran menos que en los bárbaros, aunque estos últimos también aportaban más ofensivamente.

Por ahora, se habían limitado a unas pocas bendiciones. Tenían que conservar su maná, lo iban a necesitar.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora