Plan D (IV)

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Varios perdidos detectaron el aura de la drelfa. Era más intensa que la de los otros vivos, por lo que atraía más su atención. Algunos, olvidándose de sus actuales adversarios, se dirigieron hacia ella.

Otros, dentro de la torre, despertaron y quisieron ir a por ella también. Se encontraron con un Muro de Roca a la salida, o la propia estructura de la torre que los separaba del aura, así que empezaron a golpear sin dilación. Sin embargo, no era fácil para ellos abrirse paso contra un hechizo de ese nivel. Sus garras, cuernos y dientes intentaban triturarlo, y sus cuerpos se esforzaban por tirarlo abajo, pero por el momento aguantaba.

Por el lado de Eldi, las fuerzas corrompidas se concentraron en el lado de la torre, intentando sobrepasar las defensas por donde el aura de la drelfa era más intensa. Se apelotonaron en ese rincón y, sin ni siquiera planearlo, subieron unos sobre los otros, amenazando con superar los muros físicos y de maná.

El alto humano intentó detenerlos con hechizos como Bolas de Hielo, Gravedad, Anillo de Hielo o Prisión de Hielo. Temía que si usaba otros de sus recursos, destruiría los Muros previos, lo que empeoraría la situación.

Consiguió ralentizarlos, pero los seres corrompidos eran poderosos, y lo superaban ampliamente en número. Se vio obligado a crear un nuevo Muro de Roca sobre los Muros actuales, aunque no estaba muy seguro de su estabilidad.

Lo que no esperaba era que el centauro subiera sobre un perdido, y usara éste y una habilidad de salto para superar los Muros por el otro lado.

Le lanzó una Jabalina, pero la distancia era excesiva para que el ser corrompido no la esquivara. Se alejó del muro, antes de dar un rodeo para mantenerse lejos del alcance del mago de batalla, y acercarse al aura de la drelfa.

Eldi hubiera querido perseguirlo, pero entonces hubiera dejado la zona indefensa. En lugar de un perdido, pasarían más de diez. No tenía más remedio que dejárselo a sus compañeras. Era más importante impedir que ni uno más cruzara.



Flechas empezaron a caer sobre el centauro corrompido. Las primeras fueron bloqueadas por un Escudo de Miasma, una variación corrompida del original Escudo de Maná. La carrera del centauro no impedía que las flechas siguieran acertando en su objetivo.

Goldmi pronto descubrió que las Flechas de Luz podían penetrar el escudo del perdido y consumirlo. A ellas, le siguieron flechas con Toque Purificador y Flecha Penetrante. Gracias a Cuerda Mágica, podía aplicar las bendiciones continuamente y a un coste menor.

Pronto, los proyectiles empezaron a penetrar en la carne corrompida del centauro, pero no por ello detuvo su marcha. Incluso bloqueaba algunos con una habilidad de lanza similar al Molino de Eldi.

El Choque del ave albina, y varias Flechas Toscas que lo siguieron, sólo consiguieron frenarlo por unos momentos. El centauro estaba empeñado en llegar a su destino, por mucho daño que sufriera.

Alzó su lanza, ignorando los proyectiles que iban hacia él, cuando llegó a la altura de la drelfa. No la veía, pero sabía que algo había allí que debía eliminar. El arma chocó contra el Muro de Roca que protegía a la drelfa, mellándolo ligeramente.

Quizás no satisfecho con el resultado, empezó a concentrar una gran cantidad de miasma en la lanza para ejecutar un poderoso ataque. No estaba claro si lo conseguiría, pues su cuerpo empezaba a desmoronarse, resultado de la ofensiva de la elfa en la distancia.

El mayor problema para el grupo era que la centaura también se acercaba a su posición, perseguida por la lince. La arquera no podía encargarse de los dos en tan poco tiempo, pues eran demasiado poderosos, y la corrupción los hacía inmunes al dolor.

Lo que no esperaba fue lo que sucedió. Ni siquiera podía habérselo imaginado.

Goldmi se quedó, estupefacta, sin saber qué hacer. La lince se detuvo a cierta distancia, confundida, esperando. Gjaki seguía luchando, pero lo que le había mostrado uno de sus Murciélagos resultaba imposible de creer. El ave albina observaba sin entender. Eldi, Maldoa, la kraken y cierta hada estaban demasiado lejos y ocupados con sus asuntos para ser testigos del suceso. Los ojos de Menxilya brillaron fugazmente, sin quedar claro si lo había visto o no.



Mientras el centauro del lado de Eldi se preparaba para sobrepasar el muro, la lince seguía su temeraria carrera entre las tropas corrompidas. Su pelaje tenía numerosas zonas que parecían quemadas, e incluso podían verse varios cortes. Aunque no era tan grave como unos momentos antes, ya que su hermana elfa la había medio curado con Vínculo de Vida.

La vampiresa se había unido a la batalla una vez colocado su muralla de hilos de adamantino. Sus cuatro Mastines de Sangre atacaban sin piedad a una especie de alce corrompido, cuya cornamenta se había vuelto mucho más puntiaguda y letal. Lo habían pillado por sorpresa, y cada uno agarrado una pata con sus mandíbulas. Ahora, estiraban cada uno hacia un lado, amenazando con desmembrarlo. Les llevaría un rato antes de conseguirlo.

Gjaki aprovechó que sus enemigos estaban centrados en la lince para atacar por detrás y sorpresa a un hipodrilo corrompido. Tenía la cabeza, piel y cola de un cocodrilo, pero su cuerpo y patas eran tan anchas como las de un hipopótamo.

Sus dos metros de altura y cinco de longitud lo hacían un enemigo temible, pero su cuerpo ya no era tan resistente como antes de la corrupción. Unido a una diferencia de ocho niveles y la gran calidad de las dagas, Taladro lo atravesó de lado a lado.

No murió en el acto, pero una pequeña Marabunta había aparecido en su interior. Las decenas de pequeños seres empezaron a morderlo por dentro, por donde no podía defenderse. Era un método tan sencillo como eficaz, que acabó con el poderoso ser corrompido sin que pudiera ofrecer resistencia.

El ataque y su presencia hizo que varios de sus enemigos le prestaran atención, lo que significaba que no volvería a ser tan fácil. Claro que tampoco era su intención. De hecho, quería llamar su atención, para dar así un respiro a la lince.

La felina estaba realmente en una mala situación. Muchos enemigos poderosos estaban fijos en ella, y sus hermanas debían centrarse en cierto centauro que se había colado. Se preocupaba mayormente de esquivar, usando sus llamas como un defensa más, pero no tenía ni un momento de descanso.

Cuando de repente casi la mitad de sus enemigos dejaron de atacarla, tuvo por fin la oportunidad de contratacar. El tigre que la había estado persiguiendo incansable se tragó una Bola de Fuego. Había querido morderla, y había engullido lo que no debía.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora