Lágrimas de Onuava (I)

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–¡Aaah~! ¡Eldi se ha dado cuenta!– exclamó una dríada, emocionada.

–¡Mirad! ¡Le quita la máscara!– apuntó otra, aunque no hacía falta el aviso. Todas estaban mirando muy atentamente, como si de un drama televisivo se tratara.

–¡Está llorando! ¡No puedo! ¡Voy a llorar yo también!– se unió otra.

No sólo la escena era conmovedora, sino que podían percibir los intensos sentimientos de Melia. De hecho, ésta podía oírlas, pero no las escuchaba. Toda su atención estaba puesta en quien tenía delante.

–¡Dejad de hablar y besaros!– exclamó una.

–¡Calla! ¡No ves lo tierno que es! Hemos esperado tanto tiempo... Ya era hora...

–¡Por fin se besan!

–¡Ah! ¡Tan intenso!

–¿Todavía? ¡Se van a ahogar!

–Ja, ja. Está tan feliz...

–Espera... ¿Qué hace?

–¡Melia! ¡Ni se te ocurra! ¡Queremos ver más!

–¡No, no! ¡No os escondáis!

–¡Eso no es justo! ¡Ahora que se ponía interesante!

–¡Maldita! ¡Nos dejan a medias!

–¡Egoísta! ¡Venía lo mejor!

Las dríadas se quejaron airadamente. Esta vez, Melia sí que las escuchó, pero no les hizo caso. Tan sólo sonrió.

Sus hermanas podían quejarse todo lo que quisieran, pero podía sentir lo felices que estaban por ella. De hecho, entre queja y queja, la felicitaban.

–Sed buenas– se despidió Melia, antes de entrar en la tienda.

–Mi melliza no tiene compasión. Mira que dejarnos así– se quejó la madre de Maldoa.

–Mira quien se queja. Tú siempre te aíslas también. Nunca nos dejas ver– le reprochó otra.

–¡Ahora estamos hablando de Melia!– protestó la anterior.

–¿Creéis que nos hará otra hermana?– deseó otra dríada.

–Eso espero. Quiero una sobrinita. Con suerte, será tan adorable como Maldoa.

–¡Mamá!

–Aunque espero que no tan quejica.

–¡Mamá!



–Así que los criaste. No sé cómo agradecértelo– le acarició Eldi la mejilla, sin dejar de perderse en sus ojos verdes.

–Son también mis hijos, no tienes que agradecerme nada. Es una pena que Bolbe se fuera– respondió Melia, mientras le desenredaba el cabello con dulzura.

–¿Bolbe? ¿La ninfa?– se sorprendió Eldi.

–Sí, esa misma. Quiso conocerte. Estamos muy unidas, pero la pobre no pudo quedarse más. Sabes, se enamoró de Líodon, pero descubrió que él amaba a otra. No pudo soportar estar con nosotros. Lo que es peor, parece que la chica que le gustaba a él también se había enamorado de otro. Nunca supe quién era– lamentó la dríada.

–Ya veo. Supongo que no hay nada que se pueda hacer– se resignó el alto humano con tristeza.

–No, ellos tienen que seguir con sus vidas. Espero que curen sus heridas, aunque es difícil para una ninfa.

Aquella fue la parte más triste de la conversación. Melia le había explicado que se había encargado de los mellizos, y contado varias anécdotas. Le prometió enseñarle algunas memorias, que tenía en su Origen. Estaba cerca de donde se encontraban habitualmente en el juego, y Eldi estaba deseando verlo. Era el hogar de su amada, y parte de ella. Quería saber todo sobre ella.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora